Opinión Nacional

La Sapa en el Reino Rojo…

Érase una vez ( en el Imperio dicen: “Once upon a time…), en el Reino Rojo Rojito, una Sapa, en estado de merecer, y un Ratón de cola larga y peluda, que se creía representante en la Casa del Pueblo, de todas las ratas y ratones y, ambos, la Sapa y el Ratón, además, se creían de lo más verracos. Estos, se hicieron amigos de un Rabipelao rojo que los invitaba, seguidamente, para hablar paja, con una audiencia cautiva que al parecer eran monos del Planeta Rojo, llamado también Marte. Estos monos como buenos marcianos; ciertamente nada tenían que ver con un tal Marciano que escribe porquerías tales como calumnias, chismes de baja estofa, zalamerías al Rey, y que, además, se encarga de llenar las maletas que, a veces, van a Ezeiza. No, estos marcianos eran mitad sapos y mitad focas y les gustaba aplaudir cuanta idiotez decían los Gatos Rojos, quienes, al final del día eran los seres dominantes del Reino, ya que todo lo querían para ellos. Es más, se robaban los quesos de las ratas y las moscas de los sapos y sapas… De allí surgió la historia “¿Quién se ha llevado mi queso? Pero, ésta, la dejaremos para un próximo cuento pues ya se está acabando…

Todos estos seres salidos de la maldad que generaban los enemigos de Harry Poter, odiaban al Imperio porque éste nunca les quiso pagar sus saperías con billetes verdes que no eran marcianos, sino venusianos…Así, que un buen día decidieron casarse y montar un show matrimonial en un Palacio Blanco llamado sin más la Casa del Pueblo, aunque éste tenía prohibición de ingresar allí pues el recinto estaba resguardado por unos marcianos verdes que usaban un palo de fuego, unos escudos transparentes, y unas cosas redondas como piñas que al lanzarlas hacían que los receptores del gas tuvieran cagadera… Tenían tanta cagadera que parecían editores de periódicos o dueños de algunas televisoras del Reino.

Un buen día, la Sapa, que había nacido en el Imperio y el Ratón que era de un lugar del bosque llamado Capachito, decidieron hacerse famosos para lograr que en la Casa del Pueblo los casaran con honores de Príncipes del Pantano…Y así fue. Se les exigió llevar una lista de regalos pero con los nombres de los fablistanes más parlanchines, con más educación, con más conocimientos, y más apegados a algo que se llamaba democracia (una religión extraña a los rojos), que según su criterio (el de la Sapa y el Ratón) pusieran en peligro la cómoda vida del Rey, quien por cierto apenas conocía a su reino pues lo suyo era viajar y viajar, viajar y viajar, hasta que un buen día pero, malo para él, un mayamero reencauchado le robó una maleta llena, llenita de billetes verdes como las peras y de los 40 nombres de fablistanes el Ratón se olvidó, la Sapa quedó enojada y el Rabipelao en ridículo.

Pero, pronto apareció el Rey, ante la Casa del Pueblo (que no es pueblo) y con un paquete de papeles manuscritos debajo del brazo dijo: “vengo pa’quedarme”; “tengo las armas”, y, esta historia animalesca, continuará, si podemos…

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