Opinión Nacional

La sinceridad de las palabras

En las circunstancias tan adversas del mundo de hoy, y bajo la existencia clara en nuestro país de un sistema autoritario en sus funciones, y neopopulista por su discurso, la sinceridad de las palabras se nos presenta como condición primigenia para comprender el fenómeno de tantos deslindes actuales, y de tanta arbitrariedad disfrazada en una burocracia militarista por convicción de hacer los que les venga en gana.

Y para comparar, actualmente se están celebrando los 60 años del fin del trágico holocausto en Auschwitz en las postrimerías de la modernidad en contra de una cultura por el sufrir histórico. Que bajo la razón Nazi se pretendió volar de la faz de la tierra, a un pueblo como el judío.

Algunos intelectuales bajo una racionalidad burocrática pretendieron fundamentar tamaña barbarie. Una barbarie basada en denigrar, basada en la manipulación de las ideas, y las palabras como forma racional y metodológica de asesinar.

Aún hoy el dolor de los sobrevivientes del holocausto persiste en los familiares de las victimas. Incluso mucho de los pocos sobrevivientes se niegan a olvidar, para poder explicarles a las generaciones actuales, y futuras, cómo bajo un Estado autoritario-burocrático y trasgresor de los valores humanos se puede asesinar a millones de personas a cambio de ideologías “únicas”. Por una razón materialista fundada en la eficiencia.

Incluso en Polonia se llevó acabo recientemente un homenaje recordando al mundo entero (gracias a los medios de comunicación global) tan trágico suceso de criminalidad, y no olvidar que los sistemas de pensamientos unilaterales son capaces de pervertir las condiciones de vida. Llevando a muchos a ejecutar asesinatos sin sentir pena y dolor.

¿Qué nos deja ése suceso? Que la violencia y el crimen organizado está avalado en ideologías de pensamiento poco tolerantes, y de ello se generan perversiones humanas auspiciadas por los Estados trasgresores de los derechos humanos.

Si bien es cierto, la discriminación contra los judíos no es asunto de la modernidad. Bien se sabe que se remonta hasta hace más de dos mil años. Pero más grave aún, es que exista la discriminación a muchas otras culturas, y a muchos pensamientos por el simple hecho de la diferencia en los actuales momentos de globalización. De eso se alimenta el autoritarismo y la barbarie como excusa para controlar y gobernar en muchas latitudes del planeta. Venezuela no escapa a ello. Cualquier semejanza no es una coincidencia. Es planeado y razonado en las mentes de unos pocos. La diferencia entre nosotros, es la negación del otro, pero no por su eficiencia, sino en contra de ella y atacada por la mediocridad que se quiere imponer. En sí, la ineficiencia.

De hecho y para recordar Auschwitz, en palabras de Feingold, que muy tenazmente reproduce Zygmunt Bauman; “fue también una extensión rutinaria del moderno sistema de fábricas. En lugar de producir mercancías, la materia prima eran seres humanos, y el producto final era la muerte, tantas unidades al día consignadas cuidadosamente en las tablas de producción del director. De las chimeneas, símbolo del sistema moderno de fábricas, salía humo acre producido por la cremación de la carne humana. En las cámaras de gas, las victimas inhalaban el gas letal de las bolitas de ácido prúsico, producidas por la avanzada industria química alemana. Los ingenieros diseñaron los crematorios, y los administradores, el sistema burocrático que funcionaba con tanto entusiasmo y tanta eficiencia que era la envidia de muchas naciones. Incluso el plan en su conjunto era un reflejo del espíritu científico moderno que se torció. Lo que presenciamos no fue otra cosa que un esquema masivo de ingeniería social”.

De allí radica, cómo las ideas torcidas y fundamentadas en la razón científica, producen y generan la violencia, hieren las virtudes y destruyen la vida bajo las torres de marfil de ideas oscuras.

Me asusta pensar en pensamientos únicos porque de este tipo de pensar, se ha generado muchas injusticias sociales y ha aumentando la cultura de la violencia y la muerte.

Los líderes, o quienes pretendan serlo tiene que tener muy en cuenta las enseñanzas del holocausto. Porque, aunque tropicalizado, los regímenes con vocación militarista asesinan y reproducen la discriminación bajo una razón práctica de pensamiento único y letalmente anti-democratizador que provoca desconfianza por naturaleza, desvirtuando en discursos provocadores y letras mancilladas, la sinceridad de las ideas y las palabras. Así como en las maquilas, la fábrica de la pobreza, la envía y el rencor de unas clases desposeídas y desconfiadas de la capacidad técnica de mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos en democracia.

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