Opinión Nacional

La sombra que vence la casa

Ninguna imagen poética ha sido tan feliz como la del Himno Universitario con letra Alfaro Calatrava y Luis Pastori, cuando define a la Universidad Central de Venezuela como «la casa que vence la sombra». La realidad actual, sin embargo, parece querer invertir esa definición.

Los profesores de esa casa de estudios, por iniciativa de la Cátedra Pio Tamayo, a la que se ha adherido la asociación civil Constitución Activa, pionera de la justicia de paz, está organizando la celebración de la Asamblea Constituyente Universitaria, para llevar propuestas concretas al país, entre otras:

1) Convertir las universidades nacionales y sus núcleos en circuitos electorales para las postulaciones y propuestas a la Constituyente, pues el circuito no debe ser una superficie geográfica vacía de contenido, sino una entidad coherente, con objetivos e ideales propios, con identidad y personalidad.

Los circuitos electorales en un Estado nuevo no sólo son territorios, sino que están compuestos por personas agrupadas en comunidades, con ideales y objetivos afines, y como tales deben tener derecho a postular candidatos para llevar a la Asamblea Nacional sus propuestas constitucionales para la refundación de la educación. No obstante, como centros interdisciplinarios que son las universidades, podrán llevar otros planteamientos de organización del Estado, sin limitaciones.

Este es un llamado al Presidente de la República, quién seguramente sea quién establecerá las bases organizativas de la Asamblea Nacional Constituyente previa consulta amplia. ¡Pues aquí tiene una propuesta en firme, Comandante!

2) La educación para la vida y el trabajo es otro de los clamores que queremos llevar a la Constituyente. Una revolución educativa es necesaria para salir de este oscurantismo docente, plagado de teoría y más teoría, carente de todo sentido práctico. Nuestros bachilleres y estudiantes universitarios en su mayoría son seres desmotivados y apáticos, a quienes han enseñado memorizar y a repetir lo que otros dicen y no a analizar ni a pensar por si mismos. Han aprendido a aborrecer el aula, pues están convencidos de que estudiar es inútil y fastidioso, ya que nuestra enseñanza está desvinculada de toda realidad y de todo sentido práctico y crítico.

Ser un bachiller o un recién egresado universitario es, en la mayoría de los casos, igual a no tener herramienta alguna para desenvolverse en un medio laboral, incapacidad de analizar y de afrontar un problema real. La formación para ser profesional no existe en la mayoría de los casos. Los estudios por lo general nada tienen que ver con la vida.

3) El problema de la jubilación: Llegar a la edad respetable de las canas, bajo las que se atesoran conocimientos invalorables y experiencia de la vida, significa un logro en las sociedades desarrolladas. En Venezuela la jubilación del profesor equivale a un voto de censura, a un castigo. Se le destituye de su trabajo, se le trunca su ascenso en el escalafón, se le manda a su casa y de paso, en muchas ocasiones, se le rebaja el sueldo, hechos que generalmente los hacen caer en profunda depresión. Es la castración intelectual institucionalizada. Esta situación ha de cambiar si queremos dignificar nuestros recursos humanos más valiosos.

En la Constitución que aspiramos los profesores universitarios necesitamos sustituir el denigrante término «jubilación», por el de «profesor a disposición», es decir, el docente liberado del horario esclavizante de la cátedra, quién pasará a «personal de investigación y extensión», para de una vez abrirle campo a las nuevas generaciones de docentes. Ellos, siendo dueños de su tiempo, podrán capitalizar su experiencia al escribir ensayos y libros, investigar, asesorar a los universitarios o difundir el pensamiento en cátedras libres (como la citada Pio Tamayo de cuyas virtudes el ilustre profesor Agustín Blanco Muñoz puede dar testimonio) y sobre todo, continuar con la posibilidad de que sus méritos le permitan ascender dentro del escalafón y no congelarlo como ahora sucede.

Esta revalorización del docente venezolano, tanto universitario como de escolar y de secundaria, les aumentará su autoestima y servirá para que aprovechemos un capital intelectual necesario para los verdaderos cambios sociales que necesitamos.

Cuidémonos de la ignorancia y de la carencia de iniciativas que nos sigan impidiendo implantar una educación aplicada al progreso del país, sobre todo para no tener jamás que modificar nuestro himno universitario ni permitir que se diga que «la sombra vence la casa».

* Doctor en Ciencias Jurídicas
E-mail: [email protected]

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