Opinión Nacional

La tienda de la manzana

La manzana es, quizás, el icono universal más antiguo o por lo menos el que se ha utilizado en la primera expresión de la civilización cristiana.

Fue la manzana, que invitó Eva a compartir con Adán, el vehículo que empleó Dios para materializar al pecado original.

En épocas más recientes, la manzana se constituyó en la imagen de la ciudad más cosmopolita del mundo, Nueva York.

Los Beattles, íconos de una generación y promotores de toda una cultura diferenciada, utilizaron a la manzana para que denominara y representara a su empresa productora de sus discos.

También es la manzana el mecanismo de representación de una de las más importantes empresas del mundo de la computación, de la reproducción de imágenes y del almacenamiento y reproducción de sonidos.

Visitamos, en la ciudad de la manzana, la tienda de la empresa de la manzana. Casi un trabalenguas.

La empresa que produce y comercializa maravillas electrónicas está desarrollando una estrategia de comercialización francamente diferente.

En su empeño de diferenciarse de sus competidores se tropezó con un innovador, Robert K. Futterman, experimentado hombre del mundo del arrendamiento inmobiliario, quien seguramente inspirado en el maravilloso trabajo que hizo Ieoh Ming Pei en 1989 para darle acceso a la ampliación del Museo del Louvre, ideó la formula y obtuvo los permisos necesarios para transformar unos tres mil metros cuadrados de sótanos del emblemático edificio de la General Motors en la Quinta Avenida de Nueva York en una tienda que recibe público las veinticuatro horas del día, siete días a la semana.

Decimos que seguramente la inspiración tiene que ver con el museo parisino pues el acceso a esa tienda se hace desde un gigantesco cubo de vidrio que debe tener algo así como nueve o diez metros de lado y del cual cuelga la representación de la empresa, la famosa manzana marcada por un mordisco.

En el medio del cubo de acceso, aparece y desaparece un ascensor cilíndrico, también transparente, que hace descender a la tienda y devuelve de sus entrañas a quienes quieren utilizarlo pues está envuelto en una preciosa escalera que es una alternativa muy válida.

Pero las innovaciones no acaban en la planta física. Los productos, computadoras fijas y portátiles, monitores y televisores, reproductores de sonido con una maravillosa variedad de altavoces y el novedoso ipod que ha revolucionado al mundo del almacenamiento y reproducción de sonidos y permite alojar en una pieza menor que una caja de chicles, una cantidad de música superior a la que puede escucharse en toda una vida, están expuestos y al alcance y uso de los compradores y de los curiosos.

Más nos quedamos atónitos cuando nos enteramos que quien desee comprar algo ya no tiene que sufrir las colas que usualmente se forman ante las cajas registradoras. Distribuidos en todo el local, encontramos a jóvenes de uno o del otro sexo, que dotados de un terminal inteligente, tienen la capacidad de procesar las transacciones que se cancelan con tarjetas de crédito o de débito y el cliente tiene la seguridad de que al regresar a su casa o en su oficina, tendrá el comprobante de la operación en su computador.

Maravillas del mundo que vivimos, mientras sufrimos la locura bélica asimétrica.

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