Opinión Nacional

La transición

El Gobierno de la V República nos recuerda constantemente que estamos en un período de transición, una vez que los venezolanos relegitimemos los poderes, se dará inicio a una etapa de consolidación.

O’ Donnell señala, transición es todo intervalo temporal que se extiende entre un regimen y otro, es decir, todo el período que incluye diversas fases: preparación, instauración e inicios de la consolidación. En este lapso las reglas de juego político no están bien definidas, de ahí los ajustes/acomodos mutuos entre los actores y sus respectivas estrategias. Caminal Badia Miquel añade: El concepto de transición política remite a un proceso de transformación de reglas y los mecanismos de participación y comportamiento y ello puede no circunscribirse al ámbito institucional, sino afectar también cuestiones económico-sociales y nacional-territorial.

Ahora bien, ¿Un cambio de régimen a otro, justifica que las mismas reglas de juego creada por los nuevos actores políticos sean violadas por ellos mismos?: Si bien la creación de nuevas reglas de juego implica ajustes/acomodos, es poco justificable que la modificación constantemente de las mismas, evidencie una ruptura entre la praxis y el discurso que les permitió a los actores de la V República “detentar” el poder, es decir, estamos frente a un discurso ético-moral que no se refleja en la práctica de la nueva élite en formación, todos los indicios indican que estamos en presencia de un gobierno amoral; pero justificable desde el punto de vista estratégico –un discurso dirigido a captar adeptos, con el fin de legitimarce y, por ende, consolidarce en el poder-, en política todo es admitible a menos que, formalmente, existan mecanismos institucionales que permitan controlar o evitar los excesos, e incluso una sociedad que vigile y limite las acciones de los actores políticos, para canalizarlos en pro del interés colectivo.

En un período de transición es justificable el elevado índice de incertidumbre, ya que se están transformado las reglas, los comportamientos e incluso estamos en presencia de nuevos actores; sin embargo, en el caso venezolano la incertidumbre se acrecienta al no saber hacia donde nos dirigimos: Si a un sistema postdemocrático, o a la dicotomía democracia/dictadura, o a modelos híbridos (dictablandas y democraduras) con fórmulas aperturistas y/o semi-representativas, o a un reforzamiento de la democracia por la vía de la partipación ciudadana.

Duda que pronto se disipará, una vez, que los representantes de la V República logren relegitimarce en el poder. En caso de ganar, el Gobierno deberá centrar todas sus estrategias en la necesidad de consolidar al Régime, lo cual implica que élites y sociedad han aceptado sin reservas las nuevas reglas de juego político. En este sentido, ¿Las élites y gran parte de la sociedad están de acuerdo con las nuevas reglas de juego político?: Todo indica que no hay un consenso en torno a ello, sólo recordemos dos factores indicativos, por una parte, las elecciones del 98, sumenos los abstencionistas y los que votaron en contra del nuevo gobierno de turno, y por otra parte, ¿Cuantos votos de aprobación obtuvo la nueva Constitución?; en este contexto, ¿Podrá haber consolidación?, ¿No se mantendrá por un período de tiempo sustancial la incertidumbre?, ¿El Gobierno está consciente que a la incertidumbre natural de todo proceso de transición, se le suma una incertidumbre inducida por ellos mismos, ya que se han y siguen caracterizando por ser factores de perturbación? o, esta incertidumbre inducida responde más bien a una estrategia o a un tipo de ideología, de ser así, ¿Mantendrán o cambiarán la estrategia? o ¿Adaptarán su ideología a las circunstancias actuales?, solo el tiempo nos dará respuestas a estas interrogantes.

Además, debemos distinguir entre el cambio del régimen y en el mismo Caminal Badia Miquel señala, los régimenes pueden experimentar procesos de instauración, consolidación, crisis, reequilibrio, decadencia, derrumbamiento, derrocamiento y, en su caso, restauración. El Gobierno de la V República al tener un “halo” de legitimidad, justifica sus acciones en nombre del soberano. Pero, la consolidación del Régimen implica, no solo legitimidad, sino estabilidad y desarrollo. Caminal Badia Miquel expone que la estabilidad depende de la legitimidad y de la eficiencia, es decir, del consenso y el rendimiento funcional. La legitimidad no deriva tanto de la propia legalidad del régimen cuanto de la aceptación social del mismo por su idoneidad funcional. Por tanto, dependiendo de cómo los actores más significativos de una sociedad perciban la legitimidad de un régimen éste será estable o no.

En este sentido, hasta los momentos no se vislumbra esa idoneidad funcional que habla Caminal Badia, al no existir esa idoneidad funcional, el nivel de aceptación hacia el régimen irá declinando cada vez más y, por ende, la inestabilidad política se tornará cada vez mayor. Sin embargo, a pesar de la inexistencia de esa idoneidad funcional, al punto de escoger personas sin el conocimiento y experiencia comprobada para efectuar unas elecciones, la aceptación de algunos estratos sociales se mantiene elevada hacia el nuevo Gobierno, sectores que en algún momento dado serían los que harían tambalear al Régimen, percepción por lo demás clara para los nuevos actores políticos.

Así mismo, al retomar la relación estabilidad y eficiencia, Deutsch plantea: La eficacia como la capacidad de traducir las decisiones en hechos y la eficiencia como el coste práctico de lo anterior, es decir, los resultados para satisfacer las demandas de la población. Hasta los momentos, no podemos hablar ni de eficacia ni de eficiencia en el nuevo Régimen; a los representantes de la V República nos les queda el tiempo suficiente para seguir prolongando el estado de confrontación y caos propio de un período de transición, si desean crear bases sólidas para la consolidación del régimen, a menos que prefieran mantenerse dentro de la confrontación y el caos, con el fin de continuar “retejiendo” las redes del poder, pero ¿A que costo?, no hablo solamente de los costos y beneficios para los nuevos actores políticos, sino para la sociedad civil, ya que en un gobierno amoral, con un Héroe antivalores, se opta por aumentar sus propios beneficios a costa de los elevados costos que pueda sufrir en un momento dado la población, por ende, juegan al caos, a la continuación de los antagonismos.

Duverger explica que “…los antagonismos políticos tienden a expresarse por medio de la violencia. La política es la guerra civil continuada por otros medios, es decir, la negación de la guerra civil, porque la guerra se define precisamente por sus medios. (…). Limitar la expresión de un conflicto, enfrentar a los adversarios en polémicas periodísticas, en batallas electorales, en discusiones parlamentarias, en lugar de hacerlos luchar en una guerra civil, es en todo caso hacer que se enfrenten. Se sigue permaneciendo en el terreno de la lucha polÌtica, pero prácticamente se camina hacia el de la integración. (…). La violencia hace a la lucha irreductible, porque desarrolla el odio y el espíritu de venganza, lo que agrava el conflicto inicial. Sus motivos iniciales tienden a desaparecer en provecho de otro: el deseo de revancha. En este sentido, el Gobierno tiene dos opciones después de las próximas elecciones: Encaminarse a la integración y establecer compromisos y/o acentuar la confrontación, los antagonismos y el conflicto; si se decide por esta última, la transición seguiría presente y con ello la inestabilidad política, aunado a elevados índices de ingobernabilidad, desencadenándose para el régimen una pérdida significativa de legitimidad, lo cual conllevará a un reequilibrio del mismo, o a su decadencia y/o a su derrocamiento con la restauración del anciene regine. Sin embargo, es una decisión que no sólo dependerá de aquellos actores que tienen el poder, es decir, los “revolucionarios”, sino de los “contrarevolucionarios”, en una relación de acción-reacción.

Para Caminal Badia Miquel, hay reglas de oro para culminar la transición (al margen de los procedimientos revolucionarios): no se puede expropiar masivamente a las clases propietarias so pena de arruinar el proceso; se pueden pactar repartos de riqueza y reformas sociales, pero no liquidar la economía de mercado o los intereses corporativos pues los actores que no acepten este criterio serán marginados; no habrá depuraciones significativas de las fuerzas armadas y de la burocracia, y las Iglesias verán respetados sus privilegios básicos y así sucesivamente, siendo habitual que la gran mayoría de los actores políticos acepte estas reglas no escritas.

Reglas de oro que por de más parecieran no coincidir con el proceso revolucionario que se esta gestando en nuestro país, por lo que me pregunto: ¿Cuáles serían las reglas de oro para culminar la transición en procesos revolucionarios?, la respuesta no es nada tentadora, más bien invita a la reflexión.

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