Opinión Nacional

La ultra tiene razón

La ultra está escandalizada, desconcertada, paralizada. Chávez ha cambiado. ¡Oh Dios, qué tragedia! El solo hecho de considerar, sólo considerar, la muerte como una posibilidad, lo ha llevado a cambiar el celebérrimo e histórico lema cubano de «Patria o Muerte (con el necesario aliño venezolano), por «Vida y Socialismo. Venceremos» O algo parecido. Muy bien. Se entiende. Es pavoso invocar la muerte cuando se está luchando por la vida. Ahora él lo comprende y nosotros lo comprendemos en su retraso (embebido como estaba por el ejercicio del poder) a la hora de aceptar que, al fin y al cabo, es un indefenso mortal sujeto a, como diría él, «las emboscadas de la vida». Quizás ahora mejoren dotación y servicios en centros asistenciales oncológicos administrados por el Estado.

Que se vista de amarillo, llame a «extirpar» (verbo tan violento como el objeto de su crítica) el sectarismo y reniegue del sagrado rojo histórico consagrado como símbolo inequívoco de la revolución, sacó a relucir viejos y guardados resentimientos. Ahora se le acusa de haber echado pa’ atrás (sic) la Ley de Educación Superior. Se le enrostra su conchupancia con el oligarca colombiano por excelencia, Juan Manuel Santos. Casi se le llama traidor por dejar en la estacada a las FARC. Se le machacan sus debilidades con el gobierno hondureño y su debilidad ante la garra imperial de Barack Obama.

Pero el cuestionamiento llega al punto de introducirse en un tema sacrosanto: la utilización de su enfermedad como arma política y el uso indiscriminado de los medios de comunicación, no para ponerlos al servicio del pueblo, sino de sus propios intereses personales, empeñado, como ésta, de gobernar hasta el 2031. Ni los más recalcitrantes antichavistas se atreven a tanto y los críticos ultrosos hacen caso omiso del freno ético que le puso Chávez al tema de su enfermedad para denunciar un supuesto cambio de actitud y ganarse el apoyo de lo que antes llamaba «la burguesía escuálida» y ahora bautiza como «clase media».

Ustedes se asombran del «cambio» experimentado por Chávez. Pero se equivocan. El no ha cambiado en nada. Si aflojó con las universidades lo hizo porque el costo político era mayor que los beneficios. Si se acordó con Santos y rompió con los faracos fue porque se convenció de que ya la suerte está echada en Colombia. Lo mismo en el caso hondureño. Y con EEUU y a pesar de todas las carantoñas que le haga a Pekín, de allí, del Norte, siguen llegando puntualmente 90 mil millones dólares, chin chin, producto de la venta del petróleo. Sin los gringos no hay revolución, si esto, siempre con ustedes, se puede llamar así. Ustedes lo descubren ahora. Buena parte del país lo sabe desde hace mucho tiempo.

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