Opinión Nacional

La verdad: ¿Dilema ético o delito mediático?

Los dilemas éticos a los que se enfrenta el periodismo están conjurados – a priori – en el juramento de quienes pertenecen al Colegio Nacional de Periodistas, que consiste en no provocar, por acción u omisión, un fraude informativo a los receptores de sus mensajes. En lo formal, el Código de Ética del Periodista constituye un marco referencial que fundamenta el ‘deber ser’ del periodista dentro de sus funciones esenciales: La búsqueda, el tratamiento y la expresión por cualquier medio, de aquellos hechos que son noticia, así como también los que por su naturaleza e importancia afectan de uno u otro modo a la Opinión Pública.

Pero la verdad es plural, multifacética, tremendamente subjetiva y para clarificarla, las sociedades han establecido un corpus legal y un Estado de Derecho para garantizar, en lo posible, que sea la verdad verdadera, la que se deduce a partir de las inter subjetividades, la que prevalezca aún por encima de la ‘verdad procesal’, que es aquella ‘otra’ verdad que se redime en el oficio como instrumento, en el proceso de las instancias judiciales y que está peligrosamente sujeta al uso del lenguaje. Y aquí es donde las formas subsumen al fondo.

Una tilde mal ubicada, un tiempo verbal mal empleado o un adjetivo calificativo inexacto en su esencia, pueden transformar la traslación del hecho que comunica el periodista, distanciándolo de la verdad y provocar una percepción equivocada. Pero el Artículo 15 del Código de Ética del Periodista previene esta situación. A la letra, expone taxativamente lo siguiente:

Artículo 15: El periodista tiene su instrumento fundamental en el idioma, elemento básico en la consolidación de la cultura nacional. El periodista está obligado a usarlo debidamente.

Por lo tanto, cuando maneja el idioma incorrectamente, el periodista comete un fraude ético, sin menoscabo de la aplicación de otras Leyes que su desinformación violente. Pero ¿En qué consiste el ‘manejo incorrecto’ del idioma? ¿Cuál es el límite entre ‘comunicación informativa’ de un acontecimiento y ‘comunicación de opinión’ del mismo evento? En ambas circunstancias, el uso correcto del idioma es determinante para definir cuándo se informa y cuándo se opina.

El ‘deber ser’ que marca la ética en el ejercicio del periodismo trasciende a la aceptación o no de un soborno para transmitir una falsedad con el ropaje de la verdad. Incluye el correcto manejo del lenguaje, la destreza y la concreción para preguntar y el compromiso con las audiencias y consigo mismo de ‘revalidar’ día a día, con nuevos conocimientos y con el cultivo de nuevas experticias, la ‘licencia-para-informar’ que está implícita en su condición de periodista.

¿Esto se cumple cabalmente? Más de 1.000 errores gramaticales y de construcción gramatical atribuibles a periodistas en el tratamiento de sus informaciones, aparecidos en la prensa venezolana de circulación nacional, el jueves 30 de julio, son la muestra que el Artículo 15 del Código de Ética del Periodista pareciera ser ‘letra muerta’.

El ‘delito mediático’ no está en una ley anti constitucional que se pretende imponer, a troche y moche, en la Asamblea Nacional y con la promoción ‘estelar’ de una de las Luisas del régimen, porque el verdadero y ‘original’ delito mediático lo cometen a diario los periodistas cuando hacen mal uso del lenguaje.

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