Opinión Nacional

La verdadera unidad opositora

Hoy nuevamente se nos pretende decir que a la oposición lo que le falta es unidad para obtener una nutrida representación de diputados en la Asamblea Nacional.

¿Qué criterio tan falaz!

Si partiéramos de esa premisa, o sea, el de la unidad opositora, tendríamos que aceptar como cierto e inobjetable el resultado del referéndum revocatorio del 15 de agosto del año pasado; pues nadie se atrevería ni siquiera a insinuar, que en aquella época la oposición estaba dividida en cuanto al Sí o al No. No hay dudas que toda la oposición tenía la misma bandera…. ¡el Sí!. Pero sin embargo el CNE decreto como triunfadora la fórmula del oficialismo, es decir, la del No.

Por lo pronto, el problema no es el de la unificación o no de la oposición para obtener migajas en el parlamento nacional. De lo que se trata es de la desconfianza en el arbitro y no el de la unidad en torno a los eventuales candidatos a diputados. Que se olviden los embaucadores de oficio; ellos saben muy bien que jamás el CNE reconocería un triunfo mayoritario opositor.

Por otra parte, algunos, absurdamente señalan que no podemos permitir que el oficialismo se apodere de una mayoría calificada, pues si eso sucede – a decir de los absurdos- Chávez hará todo lo que le venga en ganas debido a que se aprobarían todas las leyes que al oficialismo les ocurra. La pregunta que debemos hacer entonces: ¿es que acaso no han aprobado cualquier cantidad de leyes; aún aquellas que para su aprobación se requiere una mayoría calificada. Por ejemplo, la ley del TSJ y la ley Resorte? ¿Es que acaso, a los que predican ingenua o engañosamente la necesidad de la unificación de la oposición se les ha olvidado que existe un Tribunal Supremo de Justicia integrado por magistrados -en su mayoría- afectos al régimen?. ¿O es que tampoco han pensado que cada vez que los diputados opositores encuentran algún método para alargar las discusiones en la Asamblea Nacional, los diputados oficialistas reforman el Reglamento Interior y de Debates?

El asunto no es de unidad sino de credibilidad. No sólo del arbitro, sino que tampoco la tienen los que pretenden presentarse como líderes de la oposición; y la manera de recuperarla no es precisamente asistiendo nuevamente a una farsa electoral. La confianza la recuperarán cuando pongan por encima los fines colectivos antes que los privilegios individualistas.

La verdadera unidad opositora no debe consistir entonces, en la escogencia de los candidatos a la Asamblea Nacional, sino que ésta debe estar orientada hacia el acuerdo colectivo en no presentarse a ningún proceso eleccionario hasta tanto exista un arbitro confiable; esto es, nombrado de acuerdo a la Constitución; lo que implica en consecuencia: que sea confiable, transparente, autónomo e independiente.

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