Opinión Nacional

Las 128 maletas de Makled

Poco o nada se sabía de Walid Makled el día en que la policía mexicana halló un avión procedente de Venezuela en el que, a falta de pasajeros, viajaban 128 maletas repletas de cocaína. Lejos de algunos corrillos de Valencia, su nombre era casi el de un perfecto desconocido. En Estados Unidos ahora se le imputa por ese mismo vuelo del que en este lado del hemisferio, la justicia venezolana acaba de resolver que no encuentra responsables.

El 10 de diciembre de 2006 aterrizó en la Ciudad del Carmen, México, un avión modelo DC-9 en el que se encontraron 5,5 toneladas de cocaína. La aeronave, de siglas N900SA, originalmente iba a la ciudad de Toluca pero en el camino reportó una emergencia, que prendió las alarmas de las autoridades mexicanas.

Las crónicas policiales de esos días dan cuenta de la fuga de uno de los dos pilotos involucrados, así como de una cadena de irregularidades que empiezan dos días antes, cuando otro avión modelo Falcon estacionó en el hangar de enfrente con el objetivo de relevar -en Ciudad del Carmen- el viaje de las maletas.

El crimen de los Faddoul estaba fresco en esos días: entre las misas de Semana Santa y el shock del secuestro y asesinato de los tres hermanos y su chofer, fue poco lo que se dijo del tema. En México, sin embargo, advirtieron que por primera en mucho tiempo se volvía a ver tanta droga fletada en un avión y, en medio de la sorpresa, quedó en entredicho el nombre del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía.

Nadie sabe…
El entonces presidente de la Oficina Nacional Antidrogas, Luis Correa, garantizó dos semanas después del hallazgo que la aeronave había salido de Maiquetía sin las famosas 128 maletas. En declaraciones a la prensa, explicó el 25 de abril de 2006 que la cantidad de combustible que registraba la nave para el momento del despegue no era suficiente para cumplir el viaje que había anunciado a Toluca, en el centro de México. Presumió, además, que el desperfecto que las autoridades de ese país reportaron en los cauchos del avión era señal de que pudo haber cargado las maletas en alguna pista clandestina.

Es difícil saber el momento preciso en que la carga que iba en las 128 maletas negras, que la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York le achacan a Makled, entraron al avión. En esta historia, hay versiones encontradas. A diferencia del caso mexicano, en Venezuela no hay responsables: el Tribunal Primero de Juicio del Estado Vargas absolvió el pasado 16 noviembre a los tres procesados por el caso.

El personal de guardia, que esa noche despachó el avión, fue dejado en libertad plena. Más de dos meses después de la decisión, la sentencia no termina de aparecer en la base de datos central de los tribunales. Ya se sabe, de cualquier modo, que la jueza Rosalba Muñoz dejó constancia en el expediente WP01-P-2009-001821 de que «no ha quedado demostrado en el debate oral y público la relación causa y responsabilidad de los ciudadanos».

Una noche de desencuentros
El Ministerio Público nunca pudo probar que esas famosas 128 maletas fueron puestas en el avión cuando estaba estacionado en la rampa número 7 del terminal auxiliar de Maiquetía, pero lo que queda claro es que -cuando menos- esa noche no se respetaron los protocolos del aeropuerto principal de la República Bolivariana de Venezuela.

Si en algo coincidieron los argumentos de los fiscales y defensores es en una cadena de irregularidades, que comenzó desde el momento en que los nombres de los dos tripulantes registrados en Maiquetía no cuadraban con el de Miguel Vásquez, un piloto venezolano que la policía de México apresó la noche en que encontraron 128 maletas igualitas con una leyenda que decía «Privato».

Ni siquiera se encontraron registros migratorios de la salida de Vásquez a México, a pesar de que para embarcar un avión en el terminal auxiliar de Maiquetía es necesario pasar por un punto de control del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería.

«Antes del despegue se debe llenar la planilla ‘General Declaration’ indicando el nombre completo de la tripulación y pasajeros si los trae, número de cédula de identidad en caso de ser ciudadanos venezolanos, o pasaporte si son extranjeros e igualmente deben indicar la fecha de nacimiento», explica el expediente del caso en el escrito de la audiencia de presentación. «Este documento también tuvo que ser presentado en la Jefatura de Vuelo Internacional al momento del despegue, lo cual no se cumplió».

El mismo avión ya había despegado dos veces antes de su último vuelo; unos supuestos desperfectos lo obligaron volver siempre al mismo lugar. Esa situación levantó las sospechas del Ministerio Público. «Teniendo hasta 10 minutos de vuelo pudo ir a otro aeropuerto, pero para ese avión era de imperiosa necesidad volver a este porque era donde tenía garantizada la no revisión de la aeronave», concluyen los fiscales en los argumentos que el pasado 16 de noviembre quedaron registrados en la sentencia del caso.

Cerca de Rampa 4
En esta historia, sea como sea, no hubo manera de establecer la responsabilidad de los procesados; la sentencia indica que no se pudo demostrar su participación. En los pasillos del Palacio Judicial de Vargas hay quienes preguntan, aun así, qué juez de la República Bolivariana de Venezuela podría echarse encima una sentencia que reconozca 5,5 toneladas de cocaína rodando por el aeropuerto más grande del país.

Más aún, en la rampa número 7 de Maiquetía, situada a escasos metros de una garita de la Guardia Nacional, así como del terminal que la Misión Milagro reserva a la delegación cubana y, más cerca aún, de la famosa rampa 4 donde se encuentra el hangar presidencial.

Los 5.500 kilos de droga distribuidos en 128 maletas dan cuenta de equipajes de casi 43 kilos cada uno, lo que va en contra de cualquiera de las normas que fijan las aerolíneas comerciales. ¿Cómo habrán subido semejantes bultos? Algunos hasta terminaron viajando en primera clase.

«El rey de los capos»
En el juicio quedó claro que hicieron falta más de tres personas para instrumentar una operación como esta. La defensa de los acusados advirtió que si la carga entró en Maiquetía, al menos se necesitaron camionetas o vehículos que cargaran las discretas maletas de 43 kilos.

En este caso, de cualquier modo, Makled no había salido a relucir. Su nombre ni siquiera sonó en las audiencias; algunos de los testigos del juicio fueron los más sorprendidos cuando el fiscal estadounidense, Preet Bharara, lo imputó en la Corte del Distrito Sur de Nueva York, a través de un documento que se hizo público el pasado 4 de noviembre, en el que lo señala de haber coordinado ese y otro envío aéreo con destino a la isla de Utila, en Honduras.

«Makled García es un rey entre los capos. Presuntamente coordinó una gran organización internacional de tráfico de drogas y estos cargos enfatizan nuestro compromiso de perseguir a aquellos que inunden los Estados Unidos con veneno para su propio beneficio económico», declaró Bharara el 4 de noviembre.

Pero la réplica ha venido poco a poco desde Colombia, donde Makled se encuentra preso y a la espera de una extradición. «Mañana no voy a estar yo solo parado frente a un jurado. Si una vez soy extraditado a Estados Unidos ¿voy a ser la única persona juzgada en un estrado? No puede ser», dijo esta semana al diario La Verdad en la última entrevista que ha ofrecido.

«Acuérdate que el Gobierno norteamericano me está acusando a mí de que yo saqué un avión DC-9 con cinco toneladas y media de cocaína hacia México, hacia la ciudad de Campeche, del Aeropuerto Internacional de Maiquetía y salió de la rampa cuatro que es la rampa presidencial. Si eso es verdad yo no lo pude haber hecho solo», agregó en la entrevista.

La bola de nieve
Conocido hasta en la imputación que se le hace en Nueva York como «El Turco» y «El Árabe», Makled es uno de los hijos de un inmigrante sirio que progresó en Valencia, gracias a una tienda de electrodomésticos. El bajo perfil que acompañó a su familia durante años fue desapareciendo en los últimos años. Ya en 2008 era difícil no saber de su hermano Aldala, quien repartía lavadoras y electrodomésticos en el preámbulo de una campaña electoral por la Alcaldía de Valencia, que no cayó muy bien a lo interno del Partido Socialista Unido de Venezuela y en el propio presidente de la República, Hugo Chávez.

Durante el paro de diciembre de 2002 y enero de 2003, Walid Makled cedió al Gobierno nacional una flota de 74 camiones para transportar la escasa gasolina que hubo en esa temporada. Ahora reniega de los camaradas a los que ayudó entonces: «Nosotros creíamos en el Proceso, pero este es un Gobierno traicionero».

El panorama definitivamente es otro: en Venezuela antes se le asociaba con algunos círculos del Gobierno, ahora se le espera para que responda ante un tribunal por las casi 4 toneladas de cocaína que aparecieron el 14 de noviembre de 2008 en un fundo que tenía alquilado en Tocuyito, estado Carabobo, así como por el asesinato del periodista Orel Sambrano y el veterinario Francisco Larrazábal.

La extradición a Venezuela está en marcha y, entretanto, Makled ha venido amenazando con una bola de nieve mientras se concretan los trámites. «El traficante que dice saber demasiado», tituló la agencia AP en un perfil sobre el personaje.

«Con lo que yo tengo, yo tengo para que intervengan a Venezuela», anunció Makled en declaraciones a RCN en la primera entrevista que dio desde que se encuentra preso en Colombia. «Con la corrupción que hay en Venezuela, el narcotráfico de la corrupción que hay. Con sólo lo que tengo en la mano, yo lo muestro al gobierno norteamericano y ellos pueden intervenir en Venezuela inmediatamente».

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