Opinión Nacional

Las bases de la intolerancia

Pensar la triste realidad que vivimos en estos momentos, por el déficit de la democracia en Venezuela, es pensar y reflexionar sus orígenes, sus debilidades para darle ciertas explicaciones y tratar de buscar las soluciones posibles a tan desaforado proceso de contra punteo entre conflicto y conflicto para ocultar la realidad.

Pasa mucho con esas personas que creen tener la razón en sus manos, dando píe a una desmedida caricatura de sabiduría, de honradez cínica que no poseen, suelen ser personas “embestidas” de mesianismos crónicos como los supuestos portadores de la única verdad.

Es precisamente por esas ínfulas y pretensiones, bajo un personalismo autoritario, en donde se generan las bases de la intolerancia para el libre desenvolvimiento de las palabras, las ideas, las reflexiones como bases para que la democracia plural prospere como condición básica de entendimiento entre los ciudadanos.

Todo proceso revolucionario ha tratado y buscado, imponer sus “únicas verdades” como supuestos de salvación a la patria, dando cabida al no entendimiento entre las partes en conflicto. Pasan sus opositores de ideas, a ser perseguidos y vilipendiados, pasan a ser tratados como enemigos del proceso y no como adversarios en el debate democrático.

Se genera así la violencia verbal, corporal, moral, de buscar a toda costa calumniar al oponente, sólo por el gran merito de decirles las verdades en la cara y no dejar que la mediocridad y el conformismo como forma de vida se impongan a la mayoría.

Ver las condiciones en que se encuentra la institucionalidad en Venezuela da pena, escuchar los bocajarro provoca regurgitar, mirar las pésimas condiciones morales del cinismo da asco. ¿Cómo explicarles a las generaciones futuras un deslinde histórico tan deplorable? ¿Cómo mejorar las condiciones de vida bajo el pesimismo generalizado hacia la prosperidad y el desarrollo? La única vía posible es aplicando el respeto al oponente, saber que se cometen errores, pero que eso es parte del crecer como ciudadano entorno a su cultura política.

Porque si bien es cierto, en un momento de desesperanza generalizada se votó a favor de un cambio que no llegó nunca, una gran mentira que poco a poco ha demostrado su talante autoritario y militarista, dejando por fuera las condiciones básicas para que la democracia funcione arropados en un neopopulismo derrochador de los recursos básicos del Estado.

En tal sentido, y como lo analizó Pierre Bourdieu; “El espacio social se presenta, bajo la forma de agentes provistos de propiedades diferentes y sistemáticamente ligadas entre sí: los que beben champagne se oponen a los que beben whisky, e infinitamente mas los que beben vino tinto, de tener muebles antiguos, de practicar golf, equitación, de frecuentar el teatro de bulevar, etc… Dicho de otra manera, a través de la distribución de las propiedades, el mundo social se presenta, objetivamente, como un sistema simbólico que está organizado según la lógica de la diferencia, de la distancia diferencial”. (Pierre Bourdieu, Cosas Dichas, Gedisa Editorial, Barcelona-España, 1996)

En pocas palabras, las bases para recuperar la tolerancia en las democracias, es aceptando las diferencias entre los ciudadanos, y sobre todo, sentarnos frente a la mesa de la racionalidad para evitar confrontaciones mayores de cobardes ocultos.

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