Opinión Nacional

Las hallacas de la ira

E lena de Brito está vendiendo hallacas para sobrevivir. Sí, Elena, la viuda de Franklin Brito. En el trabajo la acompaña su suegra, la madre de Franklin «que llora todos los días», como dice Elena con su voz bajita, arrastrando una tristeza que no puede ni sabe ni debe esconder. Confieso que en muchos años de ejercicio profesional nunca había vivido un momento similar, pujando para no soltar las lágrimas frente a una entrevistada que es la imagen viva de la desolación: una mujer humilde sometida, junto a sus hijos, a cientos de días de sufrimiento («llevamos tres años sin Navidad»), víctima de una injusticia mayúscula y aun así, todavía puede susurrar en medio de su dolor que sus hallacas son orientales, que llevan huevo, que las hace de acuerdo al gusto de quien las encargue («les pongo cochino o pollo… también hacemos bollitos… cuestan 30 las hallacas y 25 los bollos…») y que acepta encargos, así sea de dos hallacas porque la necesidad manda.

En una libretita anota minuciosamente quién le pidió cuántas hallacas y el teléfono del interesado pero, eso sí, hay que ir a buscarlas al Colegio La Consolación, en Las Palmas, donde la han acogido las monjitas y en cuya cocina se faja a hacer el guiso y el resto de aquel trabajón, con la ayuda de dos amigas fieles, aunque dentro de poco se incorporarán sus hijas, quienes regresaron «a volver a hacer su vida» a su pueblo natal, a echarle pichón a los estudios y seguir adelante, si es que cabe la metáfora luego de semejante historia.

No sabe Elena de Brito si la acusación de «incitación al suicidio» que le querían endilgar a su familia luego del fallecimiento de su esposo, ha seguido su curso. Con la cartera pegada contra las costillas, responde en monosílabos y hubo que recurrir a todas las herramientas aprendidas en años de oficio para sacarle algunas pocas frases, incluido el tema que nos ocupaba: que Elena, viuda de Franklin Brito, está haciendo hallacas para sobrevivir.

Mientras Elena balbuceaba su oferta, no pude evitar hacer una cuenta mental.

En un fin de semana, nos dijo, ha vendido cien hallacas. Unos 1.500 bolos de ganancia, digamos, considerando el gasto en los ingredientes. Y menos pude evitar imaginar lo que debe gastar la señora Fiscal en cada visita a la peluquería.

Cuánto suma cada decoloración, cada nueva coloración rubio platinado, cada corte o manicure y pedicure, necesidades básicas que en cargos como el suyo seguramente ameritarán una visita quincenal al salón de belleza porque, eso sí, la Fiscal siempre anda impecable en ese orden de ideas. ¿Cuánto gastará: 800 mil bolos cada quince días, más otro pelín en propina? ¿Y Cilia Flores, quien de vez en cuando se cambia al rojo rojito, cuánto dejará en la caja registradora de su peluquera de confianza? O más lógico aún, ¿cuánto gastarán las encargadas de la justicia nacional en su cena navideña y en regalos a Su Eminencia? En fin, cuántas hallacas le podrían comprar a Elena de Brito, la viuda de Franklin Brito, con el dineral que van a gastar en estas navidades, aunque sea para aliviar la culpa que, espero, no las deje dormir en paz mientras carguen consigo el no haber hecho absolutamente nada para que la familia Brito celebrara una Noche Buena como toda la gente.

Aunque en este país Hecho en Socialismo, no toda la gente es igual a otra. Entre ellas Elena de Brito, hoy tan distinta de la que antes fue.

Si la quieren ayudar, llamen al 0426 – 7953044 para que prueben sus hallacas orientales, las mismas que le hizo a su esposo durante años, las mismas que Franklin se negó a probar durante tres navidades seguidas.

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