Opinión Nacional

Las Leyes Raciales de Nuremberg

Todos los gobiernos totalitarios tienen en común la creación de un enemigo a quien culpar de todas sus desgracias y desdichas. Para los nazis fueron los judíos, para los bolcheviques, los burgueses, para Fidel Castro, el «imperio norteamericano» y los cubanos que han emigrado de la isla.

Tienen también en común el deseo de eternizarse en el poder. Y la manera de hacerlo es a través de leyes sui generis, que establecen períodos presidenciales larguísimos, reelecciones hasta la muerte, penas desproporcionadas para los enemigos, normas que callan a la disidencia y medidas que anulan cualquier oposición.

Entre 1933 y 1935, Adolfo Hitler hizo aprobar por el Reichstag, y aprobó él como «decretos del Fuhrer» una serie de leyes destinadas en su conjunto a acabar con la vida y los derechos, las costumbres y las propiedades de los judíos.

Las peores leyes, conocidas como las Leyes Raciales de Nuremberg, fueron sancionadas en tan solo medio día, cuando Hitler aprovechó un congreso de ideología nazi para que el Reichstag sesionara en Nuremberg. Esas leyes fueron tres: la Ley de Bandera Nacional, que cambió la bandera nacional de Alemania por la bandera con la svástica;  la Ley de Ciudadanía, que otorgaba ciudadanía a los arios y revocaba la ciudadanía de los judíos alemanes,  y la Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes, que establecía la definición  de los individuos, separándolos en tres grupos: «arios», «judíos» y de «raza mixta». Además, prohibían el matrimonio y las relaciones sexuales entre judíos y arios.

Hubo otras leyes terribles, que si bien no fueron aprobadas en la maratónica sesión de Nuremberg, se estudian dentro del mismo contexto. Menciono dos: la Ley Sobre la Superpoblación de las Escuelas y Escuelas Superiores Alemanas, que establecía una cuota ínfima para los niños y jóvenes judíos en las escuelas públicas, lo que impedía que recibieran educación, y la Ley para la Restauración del Servicio Civil Profesional, que destituyó a todos los judíos empleados públicos, con excepción de quienes habían servido en las fuerzas armadas alemanas durante la Guerra Mundial.

En 1932, el filósofo y planificador del partido «para la nueva construcción integral del Tercer Reich», Helmut Nicolai, escribió La doctrina jurídica de las leyes raciales. En el libro advierte que la «lucha contra el estigma racial del pueblo» es «la tarea más importante de la política jurídica». Su argumento, que «el derecho brota del alma del pueblo, sobre el cual debe tener vigencia». La excusa «del pueblo» da para todo.

La Universidad Metropolitana tiene durante toda esta semana un ciclo de conferencias, todas a las 12:30 pm,  en el marco de la conmemoración de los sesenta años de Auschwitz, que tratará sobre estos temas. Ojalá que la asistencia sea masiva: hay que tener presente los horrores del pasado, para que jamás vuelvan a suceder en el futuro.

(*): Agradezco la información a Carlos Armando Figueredo

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