Opinión Nacional

Las listas de candidatos

La escogencia de personas para integrar las listas de candidatos a la Junta Directiva de un  condominio o de diputados al Parlamento de la República, históricamente ha desatado un furor que, en tiempos de la democracia liberal, se denominó “planchitis”.

No hubo dirigente con aspiración de obtener la representación su entidad, que no formara equipo y se desplazara por la jurisdicción que pretendía liderar. De modo que la candidatura, cuando llegaba a la instancia superior, era simiente germinada en el suelo fecundo de la militancia.

Así, cada quien ponderaba sus cualidades de dirigente al servicio de la democracia y el partido, dando a conocer su bagaje doctrinario como aval para un previsible accionar parlamentario. Esos debates se dieron a lo interno de los partidos, sin imposibilitar su trascendieran a la luz  pública. La necesidad de figuración, la salud del sistema y el deber periodístico de informar se conjugaban para que el ciudadano estuviera enterado de cuanto ocurría.  Nunca hubo más de una “trompada estatutaria”, previa a la escogencia definitiva. No se rompió la unidad interna.

Por supuesto que cuanto hoy está en la mesa es mucho más complejo. No son los cientos de “compañeros de partido” en disputa del liderazgo, y mire que aquello nunca fue fácil. Hoy a la mesa confluyen corrientes del pensamiento que, si bien animados por similares angustias y propósitos, sustentan disímiles conceptos en cuanto se refiera al modus operandi para la consolidación del modelo político-económico a implantar y, en ese particular, es de suponer que ya bastante adelantado debe andar el proyecto legislativo de la Mesa de la Unidad.

Siempre, que yo recuerde desde 1947, estuvo en el primer plano del debate el método de escogencia. Y se enfrentaron quienes propugnaron la elección por la base o la designación por consenso. De suerte que la pólvora ya fue inventada y, en ocasiones, estalló con mucho ruido. Por eso acogemos la fórmula aprobada por la Mesa de la Unidad. Escoger en “elección primaria” donde características y circunstancia lo aconsejen. Es menester dejar margen indispensable a la dirigencia política para colocar fichas con peso específico. No olvidar que el juego es político.

Vale decir que apena observar a jóvenes con pasta y futuro de líderes exitosos, encallejonados en una única opción y que, con alguna elegancia pero sin recato, denostar de la Mesa de la Unitaria por la fórmula elegida.

Finalmente, es sano y oportuno, recordarles que los culpables de las inhabilitaciones no son la nación ni la oposición que lucha por salvarla y que esas posiciones, al borde del personalismo resentido, no hacen bien a la unidad democrática y menos a quinees las sustentan.

 

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