Opinión Nacional

Las manifestaciones no ganan elecciones

Una de las mayores manifestaciones de calle en Caracas –si no la mayor después de la del 11 de abril de 2002- fue el famoso “Caracazo” de Copei en apoyo a la candidatura de Lorenzo Fernández, en 1973. La masa compacta de gente llegó desde la gran tarima frente a las torres del Centro Simón Bolívar prácticamente hasta el Hilton, y se prolongó ya más dispersa hasta el Jardín Botánico. Días después Copei perdió las elecciones con cerca de un 20 % de diferencia.

Lo que realmente demuestra un mítin o una manifestación de calle, es la capacidad de organización del o de los partidos en cuestión. Porque organizar una toma de calles no es sólo cuestión de entusiasmo ni del cacareado “poder de convocatoria”, es algo mucho más complejo. Es toda una organización disciplinada, activa, experimentada y entusiasta, que transforma el entusiasmo, la fe y la esperanza, en asistencia al mitin. Es una estructura muy costosa por los gastos de transporte, viáticos, traslados de organizadores, etc. Muchos o pocos autobuses no es una cuestión relevante, todos los partidos los han utilizado siempre. No basta el dinero, es fundamental el entusiasmo y la capacidad de cientos de organizadores que forman una maquinaria que sólo tiene dos opciones: o funciona bien, o funciona mal.

Grave es que un grupo de partidos de gobierno, con un líder carismático como Chávez, no logre llenar la Avenida Bolívar en Caracas. Llamativo es que la mayoría de los actos públicos del chavismo se desarrollen en sitios cerrados que se llenan de camisas rojas pero que disponen de aforos limitados. Un partido en Caracas, que no logre llenar hasta los topes al Poliedro, simplemente no existe. La grandeza de la oposición –del antichavismo, digamos mejor- y la angustia del gobierno y su equipo político, es que no hay en la oposición ni uno ni dos partidos capaces de organizar manifestaciones de magnitud. Las asistencias masivas que ha logrado la oposición se debe a la sumatoria de cientos de pequeños asociaciones, ongs, grupos de vecinos y los mismo partidos, que han sido capaces de actuar coordinadamente para llevar a sus ciudadanos a esas maniestaciones, y a miles de ciudadanos que se organizan con amigos, compañeros de trabajo, parientes y vecinos. Por eso han sido acertados los nombres de “Coordinadora” Democrática y de “sociedad civil organizada”.

Pero más allá de los actos públicos, la verdadera procesión política está en las casas de la gente, en sus sitios de trabajo, en los lugares de esparcimiento, viendo televisión, oyendo radio, leyendo periódicos y, especialmente, comentando con amigos, familiares y vecinos, donde se va cociendo el verdadero caldero electoral. Es allí, poco a poco, recibiendo ingredientes sucesivos que van enriqueciendo el sabor, oyendo a los jefes, comparando con los compadres, criticando a los iguales, quejándose de las promesas incumplidas, donde se va espesando una sopa fuerte cuyos aromas intuyen algunos, pero cuyo verdadero sabor sólo se probará el día de las elecciones.

* Director del diario El Globo

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