Opinión Nacional

Las milicias universitarias

El discurso pronunciado por María Egilda Castellanos, rectora de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV), el pasado sábado 22 de mayo en la sede de ese centro de estudios (utilizo con laxitud la palabra “estudios”), encendió las alarmas de la comunidad universitaria que se preocupa por el lugar de la enseñanza superior dentro de la sociedad, y que entiende la vida académica como un espacio para el desarrollo de la investigación científica, el ejercicio de la docencia y la confrontación de ideas de todas las corrientes del pensamiento universal. La profesora Castellanos, jubilada de la Facultad de Humanidades y Educación (¡vaya paradoja!) de la UCV, prestó los locales de la UBV para que el sector guerrerista (y guevarista) del chavismo realizara un encuentro, cuyo objetivo era captar voluntarios para formar grupos civiles armados y definir las primeras acciones de un supuesto plan de defensa de la revolución, en caso de una hipotética agresión del “imperialismo norteamericano”; aunque en realidad de lo que se trata es de organizar la facción más agresiva de la “revolución bonita”, para que ataque a la oposición democrática durante y después de los reparos, e impida que se realice el revocatorio. De acuerdo con las informaciones de prensa, estuvieron presentes los Comandos Populares Bolivarianos, los Defensores de Puente Llaguno, elevados al rango de “héroes de la patria”, los Tupamaros y una agrupación llamada Frente Unitario, que no sabemos si es otra más, o la que reúne al resto de las organizaciones paramilitares. Al evento estaban invitados los generales Mario Arveláez y Raúl Isaías Baduel quienes, tal vez por vergüenza, no se presentaron. El que no se perdió el convite fue el consejero de la Embajada de Cuba, Rafael Hidalgo, para quien “el poder no se negocia”.

Las palabras exaltadas de la profesora Castellanos rivalizaron con las de Richard Peñalver y Rafael Cabrices, los pistoleros de Puente Llaguno. Según la crónica de El Nacional, la rectora llegó a decir: “La alianza cívico-militar es un hecho (…) Esta revolución no tiene vuelta atrás. O nos consiguen muertos o triunfantes”. Cuando habla de “muertos” no sabemos si se incluye a sí misma. La verdad es que la profesora Castellanos, de finas maneras, no está para andar entrenándose para la guerra con un fusil al hombro. Lo que sí sabemos es que los universitarios de todo el país tenemos que condenar con firmeza el uso de las instalaciones educativas para formar grupos paramilitares, y para inculcar en los jóvenes estudiantes ideologías que elogian la violencia como formas de dirimir los conflictos sociales. Que una rectora graduada en humanidades y educación se exhiba junto a gatillos alegres incitando a los jóvenes para que usen las armas como argumento, y no para que utilicen el diálogo y la persuasión, muestra cuál es el verdadero propósito de la UBV, situada justamente al frente de la UCV.

Los intentos de utilizar la educación como aparato ideológico a favor del proceso bolivariano, se remontan a la aprobación del Decreto 1011. En aquella oportunidad se dan los primeros pasos para aplicar el Proyecto Educativo Nacional, mediante la figura de los supervisores itinerantes del Ministerio de Educación. La resistencia de los ciudadanos impide que el PEN avance al ritmo que sus diseñadores habían previsto. La consiga “con la educación de mi hijo no te metas” se convierte en la bandera de lucha contra el régimen de Chávez y en el punto de partida de la resistencia a sus propósitos totalitarios. La reacción de la sociedad es tan fuerte que obliga al Gobierno a retroceder. Después vino el allanamiento a la UCV. El brazo ejecutor fueron los “tomistas”: Utopía y el M-28 (llamado así en conmemoración del 28 de marzo de 2001, día que asaltan la sede del Consejo Universitario), entre otros minigrupos apoyados por el Gobierno.

Todos los ensayos realizados para doblegar la UCV y otras universidades importantes como la Universidad de Oriente, la Universidad de Carabobo y la Universidad del Zulia, se han estrellado contra la muralla levantada por los profesores y estudiantes que asumen el acto educativo como un proceso orientado a formar profesionales de alto nivel, capaces de agregar valor, competir en mercados laborales exigentes y contribuir al desarrollo nacional a través de un pensamiento crítico, que no se somete incondicionalmente a ninguna ideología, ni admite liderazgos autoritarios.

La intención de formar milicias a partir de jóvenes modestos que asisten a la UBV, debería provocar la protesta airada del fiscal Isaías Rodríguez y del defensor del pueblo, Germán Mundaraín, pues se trata de fanatizar una población vulnerable y cautiva, fácilmente coaccionable, como la que se ve obligada a asistir a esa “universidad”. Sin embargo, se sabe que a Rodríguez y a Mundaraín lo único que les falta es formar parte del Comando Ayacucho, para demostrar su activa militancia en el “proceso”. A falta de instituciones que condenen y detengan esa aberrante práctica, corresponde a los universitarios denunciar e impedir que los centros de enseñanza, se conviertan en centros en los que se envenena la mentalidad de los jóvenes y se les inculca principios colocados en el extremo opuesto del saber universal, la ciencia, la convivencia pacífica, la excelencia académica y todos los demás valores de la universidad democrática. La UBV está sirviendo como laboratorio para ensayar métodos que le permitan al régimen asumir el control de la educación superior. Las milicias universitarias representan un botón de lo que ocurriría si ese objetivo se llega a alcanzar. El detalle está en que ¡no pasarán!

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