Opinión Nacional

Las opciones frente a la crisis

Para nadie es un secreto que la década de los años ochenta, buena parte de los países de la región experimentaron un proceso de transición y de reinstauración de la democracia, siendo los pivotes y protagonistas de dichos procesos las organizaciones partidistas. Después de algo más de dos décadas de instauración de la democracia en buena parte de los países de la región, y de más de cuarenta años en nuestro país y sistema, encontramos un panorama y contexto saturado por la presencia excesiva y deformada de los partidos políticos, siendo la gran paradoja en Venezuela, el hecho de que si bien es cierto que los partidos políticos se presentaron como los grandes artífices de cambio y democratización, y los principales canales de canalización de demandas y representación de los diversos intereses de nuestras sociedades, hoy se presentan en algunos casos casi como obstáculos del desarrollo de la democracia en todo su sentido.

Los partidos políticos y la clase política, ciertamente hoy acusan y atraviesan una fase de agotamiento, desgaste y dentro de las aristas de la crisis de los partidos, destaca la crisis de representatividad, dichas organizaciones han dejado de ser los principales actores de producción de representatividad, al margen de estos, estamos observando el surgimiento de nuevos actores, tanto colectivos (nuevos partidos, movimientos emergentes, Ong, etc.) como individuales (nuevos caudillos, outsider) que intentan competir y presentarse como instrumentos de representación y de cambio frente a las organizaciones tradicionales. El mejor ejemplo lo constituye el actual escenario político latinoamericano, desde Alberto Fujimori en el Perú, pasando por Hugo Banzer en Bolivia hasta Hugo Chávez en Venezuela, conforman ciertamente una nueva ola de liderazgos altamente personalistas y de corte absolutista.

El problema no radica simplemente en que al margen de los partidos que hemos tenido surjan otras formas de representación, sino la mayor inquietud esta dada en que hasta que punto de vista real, estas nuevas agencias de representación logren verdaderamente canalizar las demandas y expectativas de la sociedad, y en nuestro caso además contribuir a la profundización de la democracia y generar condiciones y un ambiente de gobernabilidad democrática, de desarrollo, progreso y plena tolerancia.

Es decir, la idea a discutir esta referida a plantear sí la informalización que caracteriza a los nuevos caudillos y movimientos emergentes en Venezuela (Desde Patria para Todos – pasando por el Movimiento V República hasta Izquierda Democrática ) se presentan como un nuevo modelo o alternativa de representatividad. Partiendo de que la idea o tesis original de la representatividad como idea de mandato y delegación ha sido erosionada tal vez por el disfuncionamiento de nuestras principales instituciones de la democracia (partidos, sindicatos, parlamentos) y por la marcada separación entre lo social y lo político, entre el Estado y la sociedad, entre los actores sociales y actores políticos.

La realidad de hoy, caracterizada por la crisis de la política y principalmente de los partidos políticos y la clase política tradicional y emergente (vieja y nueva) como máximas expresiones de la representación, junto a la crisis del Estado como protagonista de las grandes reformas sociales e institucionales, ciertamente exige por un lado una reforma global de la política (la forma de concebirla y practicarla), en segundo lugar una labor de reingeniería política que presupone repensar y rediseñar nuestras instituciones políticas buscando su funcionalidad y mayor eficacia dentro de los nuevos escenarios que impoene el nuevo milenio y las nuevas condiciones globales, regionales y nacionales.

Las demandas y retos que imponen e implican la crisis de la forma partido, acompañada de la crisis de representación y de gobernabilidad (legitimidad + eficacia) junto al agotamiento de los modelos de gestión tradicionales en la esfera actual, nos colocan en una incertidumbre, y nos preguntamos más aún, hasta que punto podrán ser resueltas sin una reforma más global de pensar y hacer la política como tarea inaplazable de los ciudadanos y de quienes nos han de conducir en los próximos años.

La principal demanda inobjetable, es que necesitamos una nueva dirigencia comprometida con los grandes proyectos y un nuevo tipo de partido, ambas agencias deben ante todo estar en sintonía con los recientes procesos de fermentación social y política que observamos en nuestras sociedades, además de que deben garantizar la representatividad de nuestros ciudadanos. No olvidemos que si algún papel cumplen las instituciones es dar sentido a la sociedad y restringir los modos de formación de preferencias de los ciudadanos.

Por ello cuando las instituciones entran en crisis o cambian, los individuos reciben estímulos y perciben un mundo diferente de posibilidades, de cursos de acción, lo que ciertamente origina alteración de sus valores, juicios y preferencias. De allí que cuando el ciudadano común no percibe fiabilidad, certidumbre y representación de sus principales instituciones (partidos principalmente) opte por la búsqueda de nuevos actores políticos.

Venezuela en las elecciones de 1998 dio un claro ejemplo de este fenómeno de cambio, dada la incertidumbre e insatisfacción de parte de nuestros ciudadanos con la forma de hacer política tradicional y con unos actores que dejaron de canalizar las expectativas y los grandes proyectos de sociedad y de país, de manera que el descontento y la perdida de credibilidad en nuestros principales actores políticos y dirigencia, conforman la principal hipótesis para explicar el apoyo de la opción trasnochada y regresiva a nuestro modo, de Hugo Chávez Frías.

A un poco más de un año de haber elegido al nuevo caudillo bolivariano, la incertidumbre e insatisfacción siguen estando presentes en las grandes mayorías, incluso algunos de los problemas sociales y económicos que hemos registrado, se acentuado considerablemente, con lo cual las expectativas y esperanzas puestas en el muchacho de Sabaneta se han venido a menos, y muchos comencemos ya no sólo a dudar de la propuesta revolucionaria de Chávez, sino que estemos firmemente decididos a optar en la venideras elecciones del 28 de mayo por la figura y opción de Francisco Arías Cárdenas.

Regionalmente en los distintos municipios y estados, existen algunas personalidades y liderazgos de diversas corrientes que merecen nuestra confianza, destacando los candidatos a alcaldes Antonio Ledesma (Alcaldía de Libertador); Alfredo Peña (Alcaldía Mayor); Francisco Paco Cabrera (Valencia) y como candidatos a la gobernación destacan Manuel Rosales (Zulia); Jesús Rondón Nucete (Mérida); Enrique Mendoza (Miranda); Andrés Velásquez (Anzoátegui); Enrique Salas Feo (Carabobo); José Curiel (Falcón); Francisco Visconti (Barinas); Sergio Omar Calderón (Táchira); Eduardo Lapi (Yaracuy) por nombrar algunos.

Finalmente en un sentido cualitativo, la necesaria reinvención de las instituciones, apunta claramente a la introducción ( complementaria a la reforma de las instituciones de la democracia representativa y participativa existentes, y no en ruptura con ellas) de mecanismos de conexión entre los nuevos espacios de deliberación en la sociedad civil y el Estado. Venezuela hoy reclama un proceso de reinvención de sus instituciones, proceso este que sólo es pensable y será posible si detentamos verdaderos líderes, con sólidos compromisos y proyectos de cambio y readecuación de la política, la democracia y con ella sus principales instituciones. Nacional y regionalmente ninguna oferta es desdeñable, sin embargo la crítica al momento de seleccionar nuestras preferencias nunca estará demás.

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