Opinión Nacional

Las tablas del Pastor (I)

Como quiera que la única victoria de un criollo en Fórmula Uno ha exacerbado los pareceres de tiros y troyanos, utilizaré una frase de la narración hípica para, “pegado a la baranda rematar en los finales” y aportar algo en procura de la “baja” de la cotización de las acciones verbales descalificadoras de los mortales en la cual se sume constantemente la criolla sociedad. ¿Cómo hacer para evitar una “suba” de esta descalificación permanente? Quizás Rafael Briceño debiera aparecer y pronunciar su famoso “chito” con su acostumbrado acento andino.

¿Cuáles son esas tablas del Pastor? Tenga la certeza que no son las de Moisés. Su contenido tiene que ver con la F1, pero se desarrollan tantos aspectos que decidí dividirlos en dos partes, con la finalidad de ahorrar espacio al portal emisor y de que el respetado lector sienta eso, respeto, en la animación de la lectura de un tema de conocimiento deportivo. Por favor, lea.

Primer punto referencial. Cada vehículo desplazándose a 100 Km por hora, cubre el espacio de 100 reglas de 30 cm, de las mismas que se usan para dibujar el margen de los cuadernos escolares, en un segundo; la cantidad aproximada es 27,78 metros en un segundo. Si multiplica por 2 y por 3 la rapidez mentada, entonces habrá cubierto la distancia de 55,56 y 83,33 metros en el mismo tiempo, es decir un segundo, uno solo. Deduzca pues, que un kilómetro, o sea, mil metros se recorren en el mismo segundo. ¿Algunos de los críticos sabe lo que son 1.000 metros en tan breve lapso?

Segundo punto referencial. La velocidad de la luz es de 299.800 metros en un segundo. A esa prontitud a un vehículo interplanetario le faltarían 84,20 kilómetros para llegar a la Luna. Tenga la certeza de que al Sol, no les envío porque no llegan ni las cenizas.

Tercer punto referencial. Un vehículo de Fórmula tiene un peso reglamentado. Cuando están en movimiento, están sometidos a las acciones de fuerzas laterales y de empuje, de frenadas y aceleraciones, de mezclas de combustible. Todo eso, lo maneja un “carricito” sentado en un ínfimo espacio, lo suficiente para colocar un pie sobre el freno y el otro sobre el acelerador, girar con precisión un volante cargado de coloridos botones activadores cada uno, de una función específica del vehículo. Ese “muchachón” debe escuchar las recomendaciones enunciadas desde los palcos, estar “mosca” con los otros “infantes” no sea que le atropellen y estar “cachando” quien es más lento que quien, para sobrepasarlo de una vez y, además, estar “oído avizor” cuando la caja pide secuencia de cambios y pulsar la paleta detrás del volante para producir una manifestación real de esa solicitud de variables. En conclusión, la “tareíta” exige concentración, ánimos y coraje.

Cuarto punto referencial. ¿Cuánto tiempo dura un periplo competitivo de F1?  El máximo son dos horas, pero una carrera en un día de límpida atmosfera, cielo despejado y  brisa de ensoñación, no consume 1 hora y tres cuartos, o sea, 1,45 horas, salvo en Monte Carlo. En fin, no es más de 105 minutos o 6.300 segundos.

Ya ustedes han tenido referencias de Fidel Castro, y de otros que se les parecen, hablando consecutivamente más de 8 horas, lo cual es una jornada de trabajo diario para cualquier “hijo de vecina”, es decir, 480 minutos o 28.800 segundos. ¡Que molleja!  En ese lapso de tantos segundos,  la luz recorre tanta distancia como 990 carreras de F1. ¡No se le ve las peloticas de caucho y mucho menos el polvo!

Quinto punto referencial. Gana o supera a los otros quien más rápido ande. Así, se requiere una memoria espacial de significativa capacidad de recordación para que un piloto calque cada vuelta ideal. Esa vuelta ideal no es más ni menos que la realizada en un circuito cualquiera, en el menor tiempo posible, tomando en cuenta las masas de los aditamentos y mejoras de los mismos, y del combustible añadido.

Quien quiera ganar debe pasar los cauchos de su carro siempre por la misma trilla, tantas veces que no se equivoque, no sea que, pisando la grama u otra clase de superficie “se pele la ruta” y  salga como “corcho de champaña” de la competencia. Si esto llega a acontecer surge lo inevitable como es la pérdida de los puntos propios, los de la escudería del patrón, la no exposición de los patrocinadores y la descalificación gratuita de los “pilotos de tribuna” que, al igual que los managers de beisbol del mismo sitio, siempre “dicen lo que hubieran hecho y no hicieron por no estar allí tomando decisiones, sino otro”. Al ritmo del ciudadano Castillo: ¡No es fácil! ¡Otra llamada más!

Hasta aquí. Espere el próximo capítulo. No más, escriba otras 800 palabras terminaré con las tablas del Pastor.

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