Opinión Nacional

Las veces que se ha hecho en nuestros pantalones

Siempre he sostenido que tenemos el presidente más sincero de la historia. Todo lo que dice lo hace y muchas cosas que ha hecho a escondidas luego nos las revela. “Ese hombre si es auténtico” dicen los que lo admiran o lo medran, que a fin de cuentas es lo mismo. “Ese hombre es un demonio” decimos otros, los que él dice somos sus enemigos. Traemos esto a colación por cuanto en una reciente alocución, dentro del estilo escatológico que lo caracteriza, el teniente coronel nos relató con lujos de detalles una experiencia, muy humana por cierto, vivida por él cuando hacía de operador de una topa abriendo un túnel. Resulta que casi se hace en los pantalones por guardar la compostura, no muy propia en él, ante ministros e invitados, aduladores todos, trabajadores, periodistas y los que estábamos viéndolo por TV. ¿Quién, humanos al fin, no hemos pasado por esos abatares en algún momento de nuestro peregrinar por este mundo? Sudor frío, escalofríos, apretamiento de esfínteres. Y al final la gran arrechera si es que lo hacemos antes de llegar a sitio apropiado o el gran suspiro si lo hacemos como manda la moral y buenas costumbres. Pero en todo caso la vida continua, nos limpiamos y seguimos adelante y nadie sale lesionado. Total esa es una necesidad fisiológica, que según consejos médicos, debería hacerse después de cada comida para mantener al organismo en perfectas condiciones, desintoxicado.

En este paraninfo no voy a comentar las tantas veces que este teniente coronel felón se ha hecho cacas en sus propios pantalones debido a acontecimientos que lo han hecho “cagarse” de miedo. Lo que quiero comentar es el problema que se presenta cuando el que se defeca no lo hace en sus propios pantalones sino en los pantalones de los demás. Aquí pantalones tiene la significación de humanidad. Y eso es precisamente lo que nos ha estado ocurriendo con las defecaciones de quien hoy dirige los destinos del país. Su primera defecación la hizo en los pantalones de los miembros de aquella célebre comisión presidencial designada por él mismo para lo de la propuesta de referendo consultivo. Unos se limpiaron, otros se revolcaron en el excremento presidencial. Luego nos defecó el 4 de febrero del 99 en su primer desfile militar para conmemorar el golpe de estado del 92, delante de la propia presidenta de la Corte Suprema de Justicia. Y de allí en adelante comenzó la diarrea presidencial sobre los pantalones del país. Nos defecó con el consultivo, con la constituyente, con la constitución y con el referendo. Se defecó en los varguenses. Se defecó con todos los que de una u otra manera nos oponíamos a su conducta. Se defecó en el extinto congreso y en la nueva AN, en el TSJ, en el CNE, en las FAN, en el poder moral. Se hizo en Fedecámaras, en la CTV, en los gremios profesionales, en el magisterio y universidades y hasta en la propia iglesia. Llenó de excrementos presidenciales a PDVSA. No ha quedado institución en el país hasta donde no hayan llegado sus excretas. Embarrado todo el espectro nacional pasó al plano internacional. Diarrea del viajero que describe la medicina. Sus efluvios “vientrales” llegaron a la ONU, luego a USA, a Colombia, a Perú, a España y a su rey. Luego comenzó sus deposiciones sobres sus propios compañeros de asonada golpista, sobre sus propios camaradas. Para algunos sus humores tienen olor de perfumes caros. Para otros la fetidez se está haciendo inaguantable.

En los últimos tiempos, cuando la diarrea es “de chorro a coliseo”, como decían antes, se ha evacuado en el referendo constitucional del pasado 2D. Se hizo cacas en la cámara de Efraín Castro, camarógrafo de VTV. Embarró de mierda a todos los partidos de su coalición. Nuevamente se hace en el país todo con sus 26 leyes madrugadoras. Hay mierda para todos, ya verán. Pones la gran plasta sobre las caponas de los militares. Que mojones tan olorosos mi comandante en jefe. Pero lo más preocupante es que usa como papel sanitario nada más ni nada menos que a la propia constitución. Alguien tendrá por allí un buen antidiarreico, algo así como Loperán, Salicilato de Bismuto (este puede ser más conveniente porque tiene efectos sobre la lengua), Kaopetate o el viejísimo pero muy efectivo Enteriovioformo o el más usado en los llanos venezolanos, la tuza. Pienso que el veintitrés de noviembre podríamos darle algunas de estas medicinas, quizás no para estreñirlo sino para que se haga pero en sus propios pantalones. Parodiando aquello de que el que ríe de último ríe mejor, los que defequemos de último defecaremos mejor.

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