Opinión Nacional

Las verdades en sí mismas

Las leyes naturales proveen a los hombres de ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la persecución de la felicidad.

Los Gobiernos han sido instituidos entre los hombres para asegurar estos derechos, derivando sus justos poderes del consentimiento de los gobernados, cuando cualquier forma de gobierno se hace destructiva de estos fines, el pueblo tiene derecho a alterarla o a abolirla, y a instituir un nuevo Gobierno fundado en tales principios y organizando sus poderes en la forma más idónea posible para llevar a cabo su seguridad y felicidad.

Por consiguiente, todo lo que no se adapte racionalmente a los fines requeridos carece de justificación y legitimidad, y por consiguiente también, el Estado ha de organizarse de la forma más adecuada a la consecución de dichos fines.

En los gobiernos lógicamente hay una simbiosis, entre estos, y los individuos que detentan el poder, ósea que la personalidad de los gobernantes juegan un papel significativo en el desarrollo de los mismos.

El ex-presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, pasó a la historia como el hombre que libró muchas guerras, incluida la última, contra sí mismo. Como ocurre tan frecuentemente con los autócratas, Milosevic perdió el sentido de la realidad. Ahora es un condenado, y un perseguido. Estuvo en la cresta del huracán que destruyó la antigua estructura de su país, hasta verlo reducido a la mínima expresión. Prefirió la guerra al diálogo.

¿Quién es este hombre? (%=Link(«http://www.pbs.org/weta/dictator/otpor/ownwords/popovic.html»,»Srdja Popovic»)%) suele hacer referencia a un ensayo de Wystan Auden sobre Yago, el personaje de Otelo, para dilucidar la personalidad de Slobodan Milosevic. Yago encuentra en las intrigas y en los conflictos que provoca a su alrededor una razón para vivir, no puede soportar que esa gente viva tranquilamente y, sobre todo, que finjan ser capaces de tener grandes sentimientos. Sabe que en el fondo de sus almas yace la debilidad y tiene que hacerla subir a la superficie. Auden considera que Shakespeare creó un personaje que no tenía más motivación que hacer el mal por el mal, y que este perfil humano es especialmente actual en el mundo contemporáneo.

A la gente normal le cuesta mucho identificar este tipo de personalidades, ya que no pueden imaginar que alguien utilice sin ninguna razón sus fuerzas sólo con el único objetivo de hacer el mal y de hallar la paz gracias al sufrimiento de los demás. Por eso, sus malas acciones siempre tienen éxito. Al final del drama, Yago es desenmascarado. Cuando le preguntan ¿por qué?, responde: «No me preguntéis nada. Sabéis lo que sabéis».

Los problemas de Venezuela son arduos. Nosotros no nos escapamos de los gobiernos y gobernantes autocráticos, con similares rasgos de personalidad a la del personaje siniestro de Otelo.

Estos problemas van desde la ingobernabilidad, pasando por los desequilibrios sociales, la pobreza, el desempleo, los dilemas fiscales y hasta los preludios de una desobediencia civil con fuerza Constitucional. El contexto internacional es poco propicio, los riesgos son evidentes. Es el momento adecuado para asumir un acuerdo nacional. Reconocer su urgencia y sus posibilidades es un modo de despejar nuestro propio camino. A la democracia se le abren grandes desafíos, pero sólo la democracia puede resolverlos.

(*): Profesor de Derecho Constitucional

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