Opinión Nacional

Las viejas mañas del nuevo PSUV

Mientras el país se estremece con los alaridos de guerra contra Colombia del Presidente de la República, Jorge Rodríguez y Diosdado Cabello, arman, ante el descontento de cientos de delegados, la directiva del Partido Socialista Unido de Venezuela. Las trapacerías han sido de tal magnitud que, ha salido a la luz pública, un documento de protesta, redactado por un nutrido grupo de delegados, representantes de más de 10 estados.

El escrito de marras, destaca la poca “transparencia”, la falta de ética y honestidad, de los responsables del tinglado, para escoger a la directiva provisional de esa “levantisca” organización política. Resulta ser que, dirigentes con una altísima votación, como Juan Barreto y Jesús Montilla, fueron descabezados de un plumazo, sin tomar en consideración la voluntad expresada por los integrantes del congreso fundacional.

La perversa consigna de “lo que diga Chávez”, mutila cualquier posibilidad de respeto a los liderazgos regionales. Ni hablar de Luis Tascón y la “comandante” Lina Ron, “autoexcluidos” de las filas peseuvistas, por el iracundo dedo del supremo comandante de la menguada comparsa bolivariana. El descontento en las filas chavistas se torna, cada vez, más ostensible. Las imposiciones están a la orden del día. Así se construye el recién nacido movimiento revolucionario. ¡Qué dirá el camarada Lenin desde su tumba!

Marx, en su obra, Miseria de la filosofía, plantea la sustitución de la antigua sociedad burguesa por una asociación que excluyera a las clases y su antagonismo. Los nuevos comunistas del PSUV, en cambio, proponen, como parte del socialismo del siglo XXI, la novedosa derecha endógena, borracha de privilegios derivados del dominio político, económico y militar. Allí milita activamente la boliburguesía reaccionaria de los nuevos tiempos, compuesta por los Kauffman, los Antonini Wilson…

Uno de los exegetas del “proceso”, el general Müller Rojas, se lava las manos, y le echa el ganso a Chávez, al afirmar sin pestañar: “la escogencia de los candidatos fue un trabajo exclusivo del presidente Chávez”. Menuda perla, ¿no? O sea, nadie puede chistar… Entonces, ¿para qué hacer la payasada de un pretendida elección democrática, si el iluminado de Sabaneta ya tenía todo cocinado? Esto demuestra, a las claras, el temor de los autoproclamados líderes chavistas a la democracia interna de las organizaciones políticas. Amén, de su poco o ningún liderazgo en las bases del PSUV. Enmudecer a los delegados, sofocar el debate y la autocrítica, fueron las tareas fundamentales de los cancerberos del legado mesiánico de Hugo Chávez.

El cepo impuesto para la selección de la directiva transitoria, es un claro indicio de la decadencia y poca vitalidad política del nuevo instrumento de los caprichos del mandamás de Miraflores. Nunca será un partido revolucionario, porque no surge de una ruptura de las estructuras precedentes. Más bien, se convierte en una caricatura trágica de los males del pasado. En realidad, por debajo del Presidente, existe una pelea, a veces sorda, otras no tanto, por el control de los resortes del poder. Aun cuando, esta guerra deja varias bajas en el camino, el caudillo, sigue soñando con quebrantar el orden establecido. Un axioma elemental dice: no puede haber revolución sin verdaderos rebeldes llenos de mística, dispuestos (en tanto dure la lucha) a realizar verdaderos sacrificios.

En fin de cuentas, el PSUV nace chucuto, dividido, sin la consistencia necesaria para impulsar un verdadero cambio en el país. Nace viejo, plagado de los mismos vicios que dieron al traste con los principales partidos venezolanos. Lleva plomo en el ala, pues…

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