Opinión Nacional

Lecciones de este Primero de Mayo

Se equivocaron quienes esperaban la clásica marchita cetevista: cuatro pelagatos y pura melancolía. Ésta del 1 de mayo fue una extraordinaria marcha de la sociedad civil que, como siempre, ha puesto toda su fuerza y su empeño llenado el Paseo Colón, desde Plaza Venezuela a las calles aledañas a la Plaza Carabobo. Mujeres, hombres y muchachos y una nutrida representación de nuestros viejitos, que le ponen condimento y color de república a una historia cuyo desenlace permanece abierto.

Fue una marcha alegre y combativa, cívica y disciplinada, como todas nuestras marchas. Posiblemente con demasiada condescendencia: vitorear a los esbirros y mercenarios de la policía metropolitana, disfrazados de vigilantes del planeta de los simios – cualquier parecido con la realidad no es simple coincidencia – exageró la nota. Lo que daban era pena ajena e indignación: cientos y cientos de apretujadas mesnadas dispuestas a caerles a saco a quienes les saludaban amablemente. Por mí, que cuando llegue el momento, se pudran en su bajeza.

La muy nutrida asistencia se volcó tras del alcalde Antonio Ledezma, verdadero héroe de estas y seguramente de las próximas e inevitables jornadas. Un auténtico líder democrático, corajudo y sincero, dispuesto a echarle un saco de las que te conté. Como lo ha venido haciendo desde que el teniente coronel asaltara el Poder. Más ahora, cuando se quitó su careta y muestra el feo rostro del autócrata dictatorial. En gran medida es a él a quien se debe agradecer la enorme convocatoria, a su lucha sin descanso, a su permanente llamado a la Unión, a la defensa de la Constitución, al combate contra la dictadura de turno. Sin descanso, sin desfallecimiento, sin amilanarse.

Por primera vez en un 1 de mayo se marcha con el convencimiento de que éste es un régimen dictatorial. Que hay que sacar del camino cuanto antes. Si a alguien le cabía la duda, los esbirros de la PM y de la Guardia Nacional se encargaron de aclarársela. Sin mediar palabra, sin otra razón que la orden presidencial, la GN comenzó a atacar a la vanguardia de la marcha con bombas lacrimógenas y perdigones. La consigna era clarísima y provenía de Miraflores: impedir que los demócratas ocupen lo que les pertenece por derecho constitucional: el espacio público de nuestras calles y avenidas para darle al país el ejemplo que Caracas dio. Ese espacio que parece estar reservado a las focas, becarios y parásitos rojo rojitos: lacra, escoria y vergüenza nacional. Para ellos miel sobre hojuelas, pase libre, luz verde, abierta disposición de la capital. Los esbirros uniformados inclinan la cabeza y se les cuadran, así sea el malandraje motorizado del hamponato caraqueño. Para los inermes demócratas sin otro escudo que la Constitución Nacional gas mostaza y balines. A precios de liquidación y sólo por ahora, que muy pronto serán granadas y municiones 9mm.

Pues la gran lección de esta maravillosa marcha del 1 de mayo es que representa el comienzo del gran contra ataque. Cuando reviente el volcán y la clase trabajadora salga a la calle a exigir la reivindicación de sus derechos, formaremos todos los venezolanos un gran frente unitario con un solo objetivo: ponerle fin a la pesadilla. Y se lo pondremos.

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