Opinión Nacional

Lecciones para el fracaso

Algunas lecturas suelen depararnos grandes sorpresas, por ejemplo aquella que nos dice: «la revolución nacional debía ser social y no meramente política» para alcanzar «un tipo de Estado nuevo, antiimperialista y socialista, instrumento del pueblo para la realización de la justicia social», propuestas, para nada cuidadas o melindrosas o crípticas, todo lo contrario, abiertas, francas, retadoras y bien escritas y de cuyo fundamento y tino era difícil dudar. Lo único era que quien las exponía, además de temple debió poseer un profundo gusto por el peligro. Albur, cuyo destino, después de esta declaración, era verdaderamente incierto, pues quien esto refrendaba estaba seguro de que en ello le iba su vida. Apuesta cuyo destino era incierto, hoy la historia, estimo, no puede menos que reconocerlas en justo rigor. Su autor era un miembro de la generación del 28, y aunque para nada comparta lo que fue su obra política posterior, este gesto del año de 1931, merece respeto y por eso las presento.

Hoy, algunos gimnastas y trapecistas del discurso político. Caricaturas del oprobio y amancebados de los programas de esta asqueante y decadente televisión venezolana, han tenido el desatino, y la mucha ignorancia, para calificar a los bien nutridos jóvenes marchistas, como grupo de relevo de la despasada generación de estudiantes que hizo frente contra Juan Vicente Gómez. Grupo que hoy, a lo mas que pueden llegar a aspirar es a calificarse de aspirantes a graduarse de yupies e irredentos príncipes del consumismo. Digo consumismo por que quien redactó el texto antes revelado, venía de las filas del partido comunista, única doctrina que para el momento del año 20 tenía la fuerza para motivar compromisos del calibre que en su momento profirió el joven Rómulo Betancourt, a riesgo real de apostar a su sacrificio. Pues enfrentarse al ese régimen era algo serio y él lo sabía, nada que ver con las aventuras, que nuestros rollizos combatientes a tiempo bien parcial, de hoy, realizan con sus estudiadas contorsiones y adiestradas voces y escogido vestuario frente a las cámaras de televisión. Allí se les ve en exposiciones bien medidas con engominadas y sutilísimos y cuidadosos y elaborados peinados para estar frente a las cámaras de los estudios que día a día los enardecen y miman hasta el paroxismo. Este es realmente el máximo ó único nivel exposición al peligro que alguno de ellos pueda permitirse. Pues salen a la calle, después de ser impulsados y agitados en fogosos ambientes paternos. Furor que es luego amplificado por aquello que son sus profesores, para que se completa el cúmulo de la inflamación, que los bota a la calle, para ir a enfrentarse a policías qué para contradicción de su febrícular estado de excitación, no poseen ningún tipo de armas de fuego. Solo escudos plásticos y un elemental rolito.

Quienes para el momento del 28 formaban parte de grupo generacional, estaban en capacidad de elaborar un texto en cuál era previsible encontrar mas de dos ideas, conectadas y con sentido de lo propuesto. Algunos de esos textos aún tienen sentido vigencia. Sería un estrepitoso y desaconsejable ejercicio de improductivo resultado, pedirle a estos young boys del o tarzánes del mall San Ignacio, que nos dieran por escrito, algo, qué cómo mínimo, refleje una brizna de sus elementales motivaciones y posturas filosóficas o políticas del partidismo que dicen representar. Menos aún, que nos ofrezcan, por elemental que sea, una exigua explicación de las razones por las cuales combaten la reforma. Hasta ahora solo los he visto y oído repitiendo de forma exagerada y precaria una sarta de desconectadas palabras, que fácilmente recuerdan el verbo de ese filósofo de la política del Zulia, alumno de un tal Monteskiu, cuya dureza de cráneo ya crea alarma a nuestros médicos y sus novedosos aparatos de electroencefalografía.

Si grave, por insensato, y falto de juicio, es hacer comparación entre la generación del 28 y estos mañosos estudiantes de hoy, no menos terrible, es escucharlos –sin el mas mínimo rubor-, autocalificarse de herederos de ese antidiluviano proyecto político y peor aún, que traten por medio de la reiteración de los rituales de la palabra mediatizada de convencerse de tamaño desaguisado. Es ignorancia, pura ineptitud y sobrada baratija política.

Toda esta y trági-cómica pieza cuadra perfectamente dentro del nuevo teatro que ahora están ensayando esos aerolitos del fracaso, cuyos rostros e inexistentes planes, ya habíamos visto en la anterior edición de ese esperpento llamado la Coordinadora Democrática. Hoy sin el mas mínimo rubor y con la sola excusa de su auto corrupción, vuelven a mostrar sus desencajados e impúdicos rostros. Como si nada hubiera pasado. Cinismo mezclado con impudor. No contentos con la añagaza (según el Drae, señuelo para coger aves) que ya nos montaron con ocasión del golpe de estado del 2002, pretenden ahora, con su mas precario y duro rostro querer reeditar el esquema. Si la vez anterior fracasaron, con entrega incondicional de poderosísimas armas de sedición, tales como ese baluarte de sus mas sacrosantos sueños económico-golpistas que reprsentaba PDVSA o haber organizado la exposición con retiro asegurado de un grupo de militares, que para conformar la farsa colocaron en Altamira, o lograr la estrepitosa dolencia que le causaron por sécula seculorom a la desvencijada CTV, hoy vuelven en cómica letanía a insistir en el desafuero. Conozco mucha gente de la oposición y se de sus cordura, por tanto acredito que debo temer que no estarán en nada de acuerdo con la reedición y puesta escena de ese thriller de horror que están ensayando.

Si grave es fracasar peor aún es volver a utilizar una metódica cuyos productos desasistidos de éxito, hoy nos quieren vender, pues ni los jóvenes estudiantes de hoy tienen nada que ver con los de la vetusta generación del 28, ni en conocimiento ni formación ni fortaleza ni consistencia para colocarlos a la vanguardia como lo hacen, ni menos aun, podrán asegurar algún mínimo éxito si su apuesta va a ser afianzada con ese ejercito de iluminados que es el desenterrado y poco brillante destacamento o «Armada de Brancaleone» de la Coordinara Democrática. En La Armada Brancaleone -aquella fabulosa película del año 1967 con Vittorio Gassman, Gian María Volonté- Brancaleone y su ejército de payasos, bandidos y bufones intentan una rocabolesca y burda acción contra los sarracenos cuyo fin, como era de esperarse es sencillamente brillante como humorada y vehiculo para evidenciar lo previsible del fracaso que alcanzan.

Sin pretender verme como pitoniso, es obvio que su nuevo fracaso, ya está mas que anunciado y visualizado.

Termino citando la novela de Onetty «Juntacdáveres» (1964) cuyo titulo pareciera cuadrado para bautizar el aire que se siente al ver actuar a la Coordinadora de hoy, y evidenciar, lo que son, sencillamente unos «Juntacadáveres». La primera página de la novela se abre, a la manera de secuencia de apertura de un film antiguo, cuando el tren que proviene de la capital, llega a la estación deshabitada del desvencijado pueblo de Santa María. Desde allí desciende todo un varón con pinta de príncipe decadente y estudiados movimientos, que aluden a una elegancia inexistente o precaria, aparece Larsen, es un extraño cuarteto. La profesión de Larsen es ser cafiche, se le ve portando un triste y raquítico ramo de flores y va junto a tres prostitutas. A él lo apodan Juntacadaveres, pues se dedica a la explotación de putas viejas, en este caso cuenta con la autorización municipal y la cámara de comerciantes de la ciudad para instalar un prostíbulo, que luego, será identificado como «la casa de la costa». Triste y lánguida secuencia y no digo mas.

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