Opinión Nacional

Lech Walesa y la caída del comunismo en Polonia

Por el hilo de Polonia se deshizo el ovillo del comunismo que parecía el amo incontestable de medio mundo. El sindicato Solidaridad y su líder, Walesa, fueron la clave de la libertad.

Lech Walesa nace en Popowo, un pueblo cercano a Varsovia, en 1943. De familia humilde, se educó en un ambiente de trabajadores. Su padre fue carpintero y su madre, campesina.

Nació precisamente en medio de la terrible ocupación nazi. Su pueblo era martirizado, un pueblo que no se dejó aniquilar por el totalitarismo. Y es que el patriotismo polaco va muy ligado históricamente a la Iglesia Católica. De ella nace con fuerza toda una cultura nacional, capaz de vencer al paganismo nazi y al posterior materialismo comunista.

Walesa, un joven comunista

Walesa ingresa muy joven en el partido rojo, implantado violentamente tras la II Guerra Mundial. Cursará estudios de formación profesional, especializándose en electrónica. Sus conocimientos y su habilidad para las relaciones públicas le llevaron a escalar puestos en el partido comunista. En 1960 fue comisario político en las Fuerzas Armadas.

En 1967 empieza a trabajar como electricista en los astilleros de Gdansk. Devoto católico, le conmocionó la represión de las protestas obreras en los años 70 y se puso en contacto con pequeños grupos opositores. Se casará en 1969. Tuvo ocho hijos.

Pero en agosto de 1980 su vida da un giro radical. A sus 37 años y a pesar de haber sido despedido en 1976 de sus actividades como enlace sindical, escala la valla de los astilleros para unirse a la huelga. Con su atrayente personalidad pronto la liderará, persuadiendo a los trabajadores para pasar de la mera reivindicación salarial a una provocativa demanda política: sindicatos libres, como un derecho de los trabajadores. Se convierte en el principal negociador y firmante de los «Acuerdos de Gdansk». Nace, tras dicha firma, el sindicato independiente Solidaridad, el primer sindicato libre (no alineado con el Gobierno) en un país comunista. Esta concesión era impensable años atrás. Pronto tuvo 10 millones de afiliados, siendo Walesa su indiscutible líder.

Bajo la amenaza de los tanques rusos

Durante 16 meses lucharon por encontrar un modo de coexistencia con el estado comunista, bajo la constante amenaza de invasión soviética. Walesa era astuto, impredecible, tenía un genio natural para la política, una habilidad sin par para detectar el «humor» popular y un gran poder para influir en las masas.

Walesa se describía jocosamente a sí mismo como un «bombero» que extinguía los fuegos del descontento popular. El general Jaruzelski implantó la ley marcial en diciembre de 1981, suspendió Solidaridad y arrestó a Walesa y a muchos otros líderes. Después de once meses de internamiento, Walesa fue liberado, readmitido en los astilleros de Gdansk y mantenido bajo vigilancia.

Pero Solidaridad no murió, y Walesa continuó siendo su símbolo. Con el apoyo del Papa Juan Pablo II y de EE.UU., él y sus colegas en la dirección clandestina de Solidaridad mantuvieron la llama viva. Mientras tanto, Gorbachov llegó al Kremlin.

En 1988 tuvo lugar otra huelga de ocupación en los astilleros Lenin de Gdansk, a la que se sumó otra vez Walesa. Pocos meses después, en 1989, los comunistas polacos entraron en negociaciones con Solidaridad, lográndose elecciones en las que Solidaridad triunfó. Walesa obtiene el 40 por ciento de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales democráticas. En la segunda vuelta logró ser nombrado presidente de Polonia. Pasó de liderar el sindicato Solidaridad a presidir toda la nación.

Pero tiene por delante de sí una tarea ardua: regenerar material y moralmente el país. Debió lidiar con situaciones de crisis económica y social. Así, en las elecciones presidenciales de 1995, cae derrotado por el socialdemócrata A. Kwasniewski.

Pese a esta derrota política, Walesa es considerado como el líder de la libertad polaca de los noventa. Su lucha por los derechos humanos, desde su catolicismo militante, fue premiada nacional e internacionalmente. Además del Premio Nobel de la Paz (1983), obtuvo el Premio Hombre del Año (1980), la Medalla de la Libertad (1981), el Premio Justicia Social (1983) y la Medalla Presidencial de la Libertad otorgada por G. Bush padre en 1989, entre otros.

Walesa y Wojtyla: la clave católica</b<

Junto a Tadeusz Mazowiecki, Walesa y Wojtyla se convirtieron en los líderes de la regeneraión moral de Polonia, frente al régimen totalitario comunista. Los tres intelectuales católicos protagonizaron una verdadera revolución del espíritu. La retórica comunista quedó reducida al mínimo.

El líder de Solidarnosc (Solidaridad) no ideó el sindicato en solitario. En 1978, con otros activistas, mientras sobrevivía con trabajos temporales, empezó a organizar un sindicato libre, no comunista, y participó en muchas acciones en la costa báltica. Fue puesto bajo vigilancia de los servicios secretos del Estado y frecuentemente detenido. Los «Acuerdos de Gdansk», finalmente, dieron a los trabajadores el derecho de huelga y a organizar sus propios sindicatos independientes. La Iglesia Católica apoyó este movimiento, y en enero de 1981 Walesa fue cordialmente recibido por el Papa Juan Pablo II en el Vaticano. Los contactos Wojtyla-Walesa fueron continuos en los años 80. Walesa mismo ha considerado siempre su catolicismo como fuente de fortaleza e inspiración.

La dignidad del obrero frente al poder

Se despertó así una nueva conciencia que poseen los obreros de su dignidad y de su capacidad para organizarse. Los obreros, liderados por Walesa, formaron una unidad con los intelectuales disidentes. Hablaban desde la no violencia, en lucha por los valores morales y cristianos de un pueblo sometido al materialismo oficial.

Walesa defiende la autoestima del pueblo polaco, se rebela contra la violación sistemática de los derechos humanos. Esta revolución moral de Walesa, secundada por la mayoría del pueblo, puso los cimientos para la posterior revolución social y política. Cimientos basados en dos ejes fundamentales: la nueva experiencia de la dignidad personal frente al poder del Estado y la firme decisión de no dejarse intimidar por la amenazas del totalitarismo imperante.

Según N. Davies, historiador, «la esencia de la experiencia polaca moderna es la humillación» (cf. Hearth of Europe, p. 62). Esa experiencia fue la que impulsó también el despertar de las conciencias en un pueblo adormilado por la doctrina marxista. Influido por el catolicismo polaco, especialmente por Wojtyla, el líder de Solidaridad recupera la libertad de expresión para su pueblo.

La no violencia como revolución

Walesa supo regenerar las conciencias desde el compromiso de la lucha diaria y desde la no violencia. No hubo víctimas mortales en la revolución propiciada por Solidaridad. Así se dio una lección histórica al comunismo estalinista, siempre armado con la mentira de la violencia, tal y como lo expresó A. Solzhenitsin en su discurso al recibir el premio Nobel (1970).

Lech Walesa fue capaz de impregnar la espiritualidad del Jesús de la paz en el corazón de un pueblo humillado. Se hizo la revolución sin odios, desde la paz. El sistema comunista demostró, ante el ejemplo pacífico de Solidaridad, que dependía de la violencia para sobrevivir.

El inspirador de Solidarnosc fue capaz de crear instituciones independientes, forjadas bajo los principios democráticos y católicos, aniquilando así el sistema totalitario. La Solidaridad de Walesa desencadenó la caída impensada del bloque comunista.

Más espiritualidad y más libertad

«Ha pasado el tiempo en que nos cerraban la boca con salchichas». Estas son las palabras de un poeta polaco, colaborador de Walesa en la regeneración moral polaca.

El materialismo, para estos intelectuales, no sirve para llevar la felicidad al pueblo, ya que la auténtica felicidad se halla en la libertad, que abarca la libertad moral y espiritual también.

Walesa, junto con sus compañeros obreros, plantó una cruz en los astilleros, símbolo totalmente erradicado de la sociedad por el comunismo. La espiritualidad de Solidaridad se fraguó con símbolos religiosos: la Virgen sobre la verja de los astilleros, la misa diaria de los huelguistas, que, además, hacían cola para confesarse al aire libre,…

Todo ello simboliza de forma manifiesta el espíritu de una nación que, gracias a Walesa, supo retomar el timón de su historia e implantar en su seno los derechos sociales, económicos y morales de todo un pueblo.

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