Opinión Nacional

Lenguaje, buenos deseos y realidad

Lenguaje

Entre las muchas contradicciones que observamos en esta Venezuela descoyuntada, anímica y materialmente de la V República, no puedo eludir algún comentario sobre el lenguaje de los protagonistas, no obstante mi reiterada desconfianza en la semántica, en un país donde ésta constituye el cómodo burladero y el resultado final de todos nuestros cambios y revoluciones de opereta.

Resulta por lo menos cómico –si nos abstraemos de la delicada situación planteada- la peculiar sensibilidad que exhibe el gobierno del presidente Chávez, a través de su único vocero y responsable en el plano internacional –además del propio Jefe del Estado, desde luego-, mi respetado amigo el canciller José Vicente Rangel ante cualquier declaración adversa o simplemente crítica, hecha por un periodista, un político o un parlamentario extranjeros –desde su propio país- que independientemente de su jerarquía o filiación partidista roce, aunque sea con el pétalo de una flor, al régimen o al líder del proceso venezolano. El sábado 21 de agosto, inclusive llegó el bueno de JVR a declarar, (en el tono entre benevolente y displicente que empleaba aquel embajador del Autócrata de Todas las Rusias, quien en El Congreso de Berlín, y ante unos divertidos Disraeli y Bismarck -¡dos querubes!- y de los demás plenipotenciarios europeos, esperaba que todos temblaran cada vez que en tono amenazador con tremolo y todo pronunciaba la palabra «Czar»), que «por la paz se soportan todos los desaires». San Carlos, específicamente ha sido cuidadoso en extremo, mientras en injustificable paralelo JVR olvida con frecuencia el estilo a que lo obliga su condición, su capacidad de comprometer al país, y utiliza un léxico periodístico o coloquial totalmente inapropiados, así, cuando Colombia denunció un presunto sobrevuelo de aviones militares venezolanos, el canciller muy sonreído declaró que quizá vieron unos ovnis, no se le ocurrió –aunque ha debido pensarlo- a su colega neogranadino responder que no, que el error vino porque se habían confundido con un cardumen de inversionistas que volaban hacia Venezuela en aviones fletados exprofeso. Pocos meses antes y refiriéndose al inefable filósofo político y mentor intelectual Norberto Ceresole, había dicho, en un programa de televisión, algo así como: con una prepotencia típicamente argentina. No hablemos del vocabulario, forma y contenido del verbo «zamorano» del Jefe del Estado, ya los europeos dieron con un calificativo sutil y minus valorativo a un tiempo: pintoresco.Viejo y sabio adagio aquel según el cual de buenas intenciones esta empedrado el camino del infierno, los venezolanos que se resisten a aceptar como cierto lo que ven, sienten, escuchan y sufren cotidianamente, están empeñados en creer en pajaritas preñadas, así vemos con más sentimiento que real preocupación actitudes y declaraciones de elementos democráticos, algunos de ellos de elevada calificación intelectual, que rozan el candor. Recientemente Manuel Caballero y Freddy Muñoz exhortaban a nuestro común y admirado amigo Teodoro Petkoff a no llamarse a engaño por las expresiones merodeclarativas -que dirían los abogados- de la filiación democrática, la vocación plural y la muy elogiada «buena intención» que encierran todos y cada uno de los actos autoritarios, caudillescos, militaristas y demagógicos de nuestro émulo de Juan Domingo Perón (me permito reiterar para algún lector poco informado que el peronismo fue posible y quizá necesario en una sociedad fuertemente estratificada en lo social y económico y en un país que poseía él solo el 69% de las reservas de oro y divisas de toda América Latina, pudo sin embargo arruinarlo). Los hechos mandan, en Venezuela hoy por hoy no existe el estado de derecho, una denominada Asamblea Nacional Constituyente, electa por el 47% de los votantes, ha asumido violando el ordenamiento jurídico que la hizo posible la totalidad del poder, se ha creado el peor de los regímenes conocidos en la historia del hombre «el gobierno de asamblea» que siempre y en todas las latitudes ha conducido al totalitarismo y el terror. El Marat de esta Revolución Francesa con 200 años de desface histórico, es el propio presidente de la República dedicado con constancia digna de mejor causa a la siembra cotidiana de odios sociales, a la división creciente del país, al atizamiento de resentimientos y revanchismos. Hoy por hoy –y sinceramente espero estar equivocado- no le veo salidas incruentas y menos aún institucionales al caos en el cual nos hemos sumergido.Tampoco sirven las «buenas intenciones» para crear una política económica inexistente ni equipos humanos de los que se carece en el núcleo gobernante. De allí que ni el alza sostenida de los precios petroleros se haya reflejado para nada en la situación de miseria que nos acogota: cifras de desempleo que constituyen récords mundiales; 30% de caída en las exportaciones no tradicionales; más del 50% de baja en el consumo de alimentos para niños y disminución alarmante del consumo de alimentos en general; paralización del aparato productivo; crecimiento exponencial de la delincuencia; reiteradas y estimuladas invasiones a la propiedad privada rural. Todo ello con la mejor intención del mundo, los venezolanos preferiríamos un poco de eficacia.

Esta es la visión que transmite Venezuela para cualquier observador sensitivo y entrenado, menos escatológica que las descripciones dantescas a que se abandona con frecuencia el comandante-presidente, no obstante no es él, sus acciones, sus omisiones, sus palabras y sus hechos quienes le «crean mala fama al país en el exterior», esos somos nosotros y los comentaristas independientes que desde el extranjero se inclinan sobre este lacerante galimatías en que ha devenido la Patria de Bolívar. Así lo ha dicho El Jefe.

Analista político
Catedrático de la Universidad Central de Venezuela.

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