Opinión Nacional

Leyenda sin Historia

Ernesto Guevara es testimonio de una leyenda. Pero el Che no es un hacedor de historia. ¿Que queda después de cuarenta años de su muerte? Una boina convertida en símbolo mundial de algo muy parecido a la inconformidad y a la protesta pero no es programa, ni proyecto concreto de progreso humano, sino pura rebeldía, empinado gesto más parecido a la gallardía que a la eficacia. El espacio boliviano donde murió es tan pobre como ayer y la concretísima experiencia cubana es modelo de frustración, de derrota en el inexorable balance del desarrollo histórico. De la autoproclamada revolución cubana quedarán más recuerdos por su brutal represión e identificación con la muerte que muestras vitales de aproximación al futuro. ¿Valió la pena la nombrada revolución? ¿Es la frustración del mismo tamaño que la ilusión?
Guevara es pasado. No porvenir. Pero como toda vida humana tiene su explicación y su contexto. Y uno de los componentes del juicio histórico es que su inconformidad y su protesta se alimentaron en un momento decisivo de la frustración que en Hispanoamérica provocó la inaceptable intervención de los Estados Unidos en el derrocamiento del Gobierno de Jacobo Arbens en Guatemala por una acción armada al servicio de los intereses de la United Fruit Company, muy vinculada a las miras de John Foster Dulles, Secretario de Estado de los Estados Unidos y su hermano Allan Dulles, simultáneamente Director de la CIA. Mucha gente en América pensó que los caminos de la democracia estaban cerrados y que no quedaba otro que mirar hacia Mao y la revolución asiática para ver que se podía aprender de esos procesos. Generaciones muy valiosas de jóvenes de la época fueron inmoladas en este trágico dilema. Otros pertenecientes a tiempos anteriores siguieron creyendo en las posibilidades de la democracia, como es el caso de Alberto Lleras en Colombia y Rómulo Betancourt en Venezuela. Esta opción coincidió con el aire fresco estimulado por el triunfo de John Kennedy en Estados Unidos quien se dispuso a corregir los errores que Harry Truman y particularmente Eisenhower cometieron en Ibero América. Época tenebrosa la de Eisenhower cuando la politica exterior y la diplomacia norteamericanas estuvieron inspiradas en el espíritu rudimentario de John Foster Dulles, Secretario de Estado. Las consecuencias de esta orientación las pagó nuestra familia de pueblos con precios muy altos por las dictaduras militares de los años cincuenta del pasado siglo XX. El derrocamiento de Rómulo Gallegos, entre otros ejemplos, fue parte de esta tragedia, cuyas consecuencias y circunstancias trato de analizar en mi libro próximo a aparecer “Memorias de Ida y Vuelta”.

Lo múltiplemente trágico de todo esto tiene parte de su resumen existencial en el trágico destino de Ernesto Guevara, argentino en Cuba, militante de un movimiento insurreccional donde el líder y jefe era otro, Fidel Castro. Cualquier modesto ejercicio plutarquiano conduce a una conclusión elemental: la convivencia entre estos dos destinos era imposible. Guevara desde ese momento integró el campo de los perdedores pero le encontró una salida hacia afuera, aunque no ventajosa. Se convertiría en líder y símbolo de algo tan difuso como la revolución mundial, territorio dialéctico donde han perdido todos los que tomaron esa opción como bandera, desde León Trotzky hasta ahora. Tomar el planeta en las manos, es decir todo el globo en azul, es más fácil para la imaginación que para la acción. Los que se quedan en casa, como Stalin y Fidel, son los favorecidos de la suerte. Y antes, doscientos años atrás, Napoleón Bonaparte imaginó reconstruir el Imperio de Occidente, vacante desde Carlomagno. Testimonio intenso, mágico, pero de corta vida.

Guevara, ciudadano argentino, hubiese tal vez podido ocupar el podio de Perón, pero esto exigía paciencia y equívocos resultados políticos. Los que se fugan hacia delante no son más sabios que los que se quedan. Las circunstancias hicieron de Fidel líder conocido en el mundo lo cual no equivale a decir líder mundial. Este es un espacio muy exclusivo reservado para Franklin Delano Roosewelt, Winston Churchill, Lenin y tal vez Charles de Gaulle. ¿Quién o quienes se fueron detrás de Fidel? Mejor no enumerarlos. Dejemos esto para la lenta elaboración de la historia.

Por estas complejas circunstancias y otras no fáciles de enumerar y analizar Ernesto Guevara no hizo historia. Es una leyenda donde no sobrevive ninguna idea seriamente discutible sino una imagen llena de color a la cual pueden acudir los que quieran alimentar una ilusión para cambiar el mundo pero no para gobernarlo.

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