Opinión Nacional

Libertad y punto

Quiebra la lógica, la razón y el sentido común observar no pocas voces, muchas, contradictoriamente, del mundo del periodismo, de la cultura y del intelecto, que no pueden existir sino en libertad, pontificando sobre las deficiencias de la democracia, sin el menor intento por separar el perfectible sistema que pauta el equilibrio entre la libertad y la autoridad, y los desastres económicos de sus gobiernos, causantes real de la miseria y de la corrupción en estas empobrecidas latitudes. Por ello hay que dilucidar la diferencia sustantiva entre democracia y “gobiernos en democracia”, que son los culpables de la injusticia que afecta el cuerpo social, por su corrupción, ineficiencia y sectarismo, perversiones que se exponencian en los gobiernos totalitarios por su natural criminalidad contra los derechos humanos. Porque todo dictador es un asesino. Pinochet o Fidel son dos entre tantos ejemplos.

No es posible que sigamos confundidos, y confundiendo a los menos informados, cuya ignorancia es sustento de las peores angustias sociales de la humanidad, permitiendo que voraces apetencias de poder se justifiquen con la supuesta incapacidad de “la democracia” para solucionar los graves problemas de supervivencia del pueblo, que debe comenzar a asumir de una vez por todas, si en verdad quiere salir de su miseria estructural, que es a través de desarrollo individual de sus potencialidades, bajo la tríada trabajo, estudio, responsabilidad, como se alcanza el progreso y que solo en democracia es factible ese desarrollo, para detener la cada vez más extendida pretensión de mantener hombres providenciales en el poder, como es el caso de Rafael Correa, los hermanos Castro, Daniel Ortega o Evo Morales. Cuando la política se concentra exclusivamente en la apetencia de poder, cuyo único interés es el voto del ciudadano, descuida a propósito la formación intelectual del pueblo, para dominarlo o seducirlo por su ignorancia. Y los gobiernos deben también asumir que su función en democracia es generar el bienestar colectivo, no con dádivas populistas que producen pan para hoy y hambre para mañana, sino con oportunidades ciertas y permanentes de crecimiento individual, en democracia y en libertad, con la familia como fin último del trabajo, para que el trabajo estable no derive en miseria familiar, por los vicios y la irresponsabilidad.

Libertad o servidumbre

Los pueblos con sus voluntades sometidas por la supervivencia atada a los caprichos del Estado mutado en gobierno, pierden su capacidad de discernimiento y no pueden distinguir lo verdaderamente posible por su propio esfuerzo del peligro liberticida de las ofertas engañosas de las modernas formas de tiranías, pivotadas en el electoralismo fraudulento de las reelecciones indefinidas, tipo Mugabe. En democracia el hombre es su propia responsabilidad, por ello los pusilánimes y cobardes le temen, porque en libertad cada quien debe vivir del cultivo incesante y progresivo de sus potencialidades y eso produce vértigo a los inservibles que adosan su destino a Dios, al gobierno o a su papá. El estruendoso fracaso del socialismo en el mundo, aunque pervivan dictaduras horrorosas de ese corte, como la china, que es comunista para reprimir al individuo pero capitalista para lo económico, y el costo que para la humanidad ha tenido esta infame experiencia política, nos impele a difundir el sistema de libertades que privilegia los derechos humanos, políticos y sociales, y a exigir a la escuela que lo introyecte en la juventud estudiosa, que la enseñe a pensar, a ser crítica y a razonar, no como en Cuba que el adoctrinamiento comunista ha sido tan exitoso que es el único pueblo de la tierra que vive sin trabajar: millones de parásitos sociales, vegetando en un agónico desgaste orgánico, delirando por la eternidad de la satrapía que les echa de comer cuando hay, o como en Venezuela que el 56% de la población opina que vamos hacia el desastre pero el 58% cree que Maduro lo “está haciendo bien” – estupidez o locura. Es inaudito que este país siga generando individuos, formados en democracia, que deseen la imposición de un sistema totalitario para acceder a los privilegios que su inutilidad, flojera o sinvergüenzura les niegan. Todo se puede lograr con la libertad, nada sin ella, como exaltara Albert Enstein, ante los horrores del socialismo nazi: «Cada avance del conocimiento y la invención se lo debemos a la libertad individual, una libertad sin la cual no vale la pena vivir». Aquellos que propugnan la igualad por encima de la libertad son fariseos que no están dispuestos a permutar la suya. Y aquí es necesario recordar a Alexis de Tocqueville, 1848: «La democracia extiende la esfera de la libertad individual, el socialismo la restringe. La democracia le da todo el valor posible a cada hombre; el socialismo hace de cada hombre un simple agente, un número. La democracia y el socialismo no tienen nada en común sino una palabra: igualdad. Pero observen la diferencia: mientras la democracia busca la igualdad en la libertad, el socialismo busca la igualdad en la restricción y la servidumbre».

Aduldolescencia y tiranía

La aduldolescencia, esa adolescencia tardía de los pueblos latinoamericanos, y del llamado Tercer mundo en general, se refugia cómodamente en el populismo que segregan los tiranos, que se convierten en “el padre” necesario – el “padrecito” Stalin, el “taita” Boves, la “madrina” Eva Duarte – a cuya vera y autoridad, reforzadas por la ignorancia, medran legiones de pobres mentales, de oficio y tradición, reducidos a la esclavitud derivada de la sumisión por hambre a medio saciar, para la perpetuación del tirano en el poder; convertido por esa devota masa mendicante en una especie de estampa del perpetuo socorro para anatema de los hombres de verdad, los que solo podemos subsistir en libertad. Sale pa´lla´.

 

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