Opinión Nacional

Llegaron las caraotas ¡Yupi!

(%=Image(7124295,»L»)%) El pasado domingo, en el supermercado, viví una experiencia psicotomimética y, a la vez, representativa de la densidad de la «revolución socialista Siglo XXI» (sic) que padecemos. Como es usual visitaba por cuarta vez en la semana los anaqueles tratando de completar el menú del desayuno. Fui confiado en el pitazo de un vecino de que había suficiente cereal en los estantes y me sentía cómodo porque una amiga me había reservado un litro de leche que había logrado en el supermercado de su zona. Me dirigía de lo más tranquilo hacia la caja rápida, sólo hasta 10 productos, cuando una señora a mi lado mirándome fijamente gritó: “Llegaron las caraotas” y se me vino encima. Su expresión era como la de Ródrigo de Triana cuando anunciaba “Tierra, Tierra”. Por unos segundos no supe que hacer y volví la cabeza buscando una vía de escape, pero del otro extremo del pasillo ya venía una cantidad de gente ansiosa que avanzaba rápidamente y no me quitaba los ojos de encima. Sin poder moverme, impávido, pude ver como se vaciaba en segundos el anaquel de los granos que yo, evidente, distraído e inocentemente, obstaculizaba.

Cuando aquello quedó desolado, entendí, más allá de toda conceptualización sociológica, el drama diario de toda familia venezolana ante el problema de la escasez de alimentos. Pero no pretendo disertar sobre una materia sobre la que no tengo competencia, cuando además, están disponible las lúcidas intervenciones de Carlos Machado Allinson, sólo para mencionar uno de los especialistas en este asunto y, crítico, de lo que el gobierno gusta llamar soberanía alimentaria. Quiero, más bien, relacionar este drama cotidiano de conseguir alimentos para la dieta diaria, la angustia permanente de los padres cuando sus hijos salen a una fiesta, el stress que nos genera la creciente sensación de inseguridad, el incremento de enfermedades como dengue y malaria, el genocidio carcelario, la masacre hamponil en los barrios de nuestras ciudades, con la única preocupación del presidente de la república de imponernos otra Constitución para garantizar su permanencia vitalicia en el poder.

Puedo entender que alguien, sobre todo si es partidario del régimen, considere traída por los pelos esta extrapolación, pero no tengo ninguna duda de que los problemas de los venezolanos son unos, muy claros y concretos, absolutamente relacionados con nuestra calidad de vida y nuestra supervivencia, y otros muy distintos y cada vez más distantes, las preocupaciones y prioridades del jefe del Estado. Frente al hambre, la inseguridad, la falta de servicios médicos y hospitalarios adecuados, el desamparo de los niños de la calle, la obscena corrupción, el teniente coronel y todos los poderes públicos sometidos a su absoluto arbitrio, están dedicados a elaborar otra Constitución. Es decir, en lugar de hacer factibles y efectivos todos los derechos y garantías consagrados en la actual Carta Magna relacionados con el derecho a la vida, a la educación, a la vivienda digna, a la salud, el presidente y los poderes públicos se ocupan en redactar de noche y a puerta cerrada otra Constitución sólo por el obsesivo empeño de introducir la reelección indefinida del primer mandatario, presidente del partido único socialista, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Jefe de la Reserva y de la Guardia Territorial, y líder único de la revolución. La sociedad democrática debe oponerse con firmeza a este atentado a la institucionalidad democrática de nuestro país. La nueva Constitución, bautizada “La bichota”, en el mejor estilo chavista, consagra un perverso fraude constitucional.

Estamos ante un momento histórico excepcional que nos ofrece una plataforma para la unión de todas las fuerzas sociales en torno al rechazo a esta usurpación de la soberanía popular. En el “No a la reforma” puede lograrse la conformación de un vasto movimiento nacional de donde surja una alternativa auténticamente democrática al designio militarista del gobierno del presidente Chávez; para construir colectivamente una visión compartida de país, incluyente, solidaria y abierta a la reconciliación de todos los venezolanos.

Donde comerse un plato de caraotas sea un acto cotidiano y no una gesta heroica.

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