Opinión Nacional

Llegó el momento

El editorial del diario El Universal, Nuestra Tribuna, del pasado domingo 8, contiene uno de los más responsables análisis hechos sobre la realidad venezolana. Más allá de toda retórica inútil y de repeticiones ociosas por sabidas, concluye en que falta muy poco para llegar a la dictadura abierta. Es decir, no a un proceso verdaderamente revolucionario, sino a una grosera concentración totalizante del poder en el presidente de un régimen totalitario que liquida la vigencia de los principios generales del estado democrático. Comparto ese análisis en la forma y en el fondo, pero voy un poco más allá. La raya, esa línea bien definida que separa la democracia de la dictadura ya fue traspasada por el régimen. Lo ha hecho aún antes de aprobar, así sea de manera fraudulenta e inconstitucional, el marco legal de la dictadura constituido por los seis proyectos de ley que simultáneamente maneja la disminuida Asamblea Nacional con carácter de urgencia y los 49 decretos producto de la habilitación legislativa que logró el presidente en 2001. Hugo Chávez controla a su antojo todas las ramas del poder público. El ejecutivo, el legislativo, el judicial, el mal llamado poder ciudadano (Fiscal, Contralor y Defensor del Pueblo) y mantiene bloqueada la posibilidad de contar con un poder electoral independiente, verdaderamente autónomo que pueda actuar sin interferencias políticas o económicas. Para ello ha tenido que olvidarse de la Constitución, de las leyes fundamentales y violados los reglamentos que regulan los procedimientos internos de los distintos poderes. En esa misma dirección asume el control de otros centros de poder e intenta destruir lo que considera obstáculos para mantener vivo al régimen, así tenga que hacerlo a sangre y fuego.

Algunos pensarán que de ser cierto lo que digo no hay más nada que hacer. Perdimos y punto. Él ganó y, en consecuencia, navegaremos hacia el “mar de la felicidad” a la cubana, que sigue prometiendo. Opino todo lo contrario. Los zarpazos del régimen para doblegar a la oposición, las violaciones sistemáticas al orden jurídico, el hiperquinetismo ineficiente que demuestra junto a una incontinencia verbal cada día más insolente e inaceptable, solo reflejan desesperación, miedo y una espantosa soledad. Concentra el poder y pierde el respeto de la nación. Asume la dictadura convencido de que en democracia no puede gobernar. Primero porque no sabe hacerlo. Segundo porque su proyecto es incompatible con la libertad y el pluralismo. Estamos en los tiempos finales. La oposición no puede ni debe vacilar en esta lucha feroz. Tampoco agotarse únicamente en un referéndum revocatorio incierto que, en caso de realizarse, estaría condicionado por un presidente incurable, enfermo de tiranía. Con los caminos electorales bastante obstruidos es legítimo insurgir. Este hombre, con ya casi cinco años en el gobierno, le ha hecho más daño a Venezuela que todos los gobernantes de los últimos dos siglos.

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