Opinión Nacional

Llueve sobre mojado

Se agudiza la situación de las lluvias en Venezuela y vemos como un país entero se detiene por no estar preparado para la contingencia. Hay algo positivo, y es que reafirmamos esa solidaridad que nos caracteriza y hemos salido al paso, sorteando cualquier tipo de barreras, para aportar nuestro grano de arena en tiempos difíciles.

Llueve sobre mojado en una revolución que no deja de empaparse de ineficiencia. Llueve y se moja el rancho presidencial, dejando en evidencia la gran cantidad de goteras de un gobierno superficial que destruye, en otros casos remienda y muy pocas veces construye.

Llueve descuido y desinterés sobre los más necesitados, quienes a diario sobreviven a derrumbes y montañas de basura como su principal paisaje.

Llueven palabras de un discurso obsoleto que ya no causa la «magia» que causaba en sus inicios. Un discurso de palabras vacías y de incontables mentiras y promesas incumplidas.

Llueve intolerancia hacia aquellos que prestan su apoyo solidario sin vestir una de esas camisas rojas que son la visa necesaria para cruzar cualquier alcabala en nuestro país.

Llueve y pesa como ropa mojada, cada unos de los gramos de esas miles de toneladas de comida que se perdieron gracias a la ineficiencia revolucionaria y que tanto necesita nuestra gente.

Llueve sobre «los techos de cartón», eso de los que hablaba Alí y que años más tarde siguen siendo parte de la realidad de muchos venezolanos. Llueve sobre un sistema que no ha procurado apuntar sus esfuerzos a resolver el tema habitacional de nuestro país.

Llueve sobre la oficina de esos asesores comunicacionales que te dijeron que lo de las fallas eléctricas era producto del “fenómeno el niño”. Ahora con tanta lluvia imagino que estarán inventando una nueva excusa que te permita engrosar tu alijo de mentiras.

Llueve demagogia y populismo sobre las 25 familias que encontraron un refugio en el despacho presidencial, aun cuando sabes que son miles las que se encuentran afectadas.

Llueve sobre las esperanzas de todos nosotros, sobre las propias y sobre las que le hemos empeñado a líderes que no terminan de cuajar.

Llueve y capaz no deje de llover hasta 2012, pero estoy seguro que esta situación va cambiar, porque si algo nos ha dado Dios, es un paraguas gigante para resguardar nuestro orgullo y nuestras ganas de seguir adelante. Es momento para que la solidaridad trascienda las palabras y se convierta en hechos.



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