Opinión Nacional

“Lo de RCTV es una acción despótica”

Investigador y férreo defensor de una radiotelevisión pública de calidad, Antonio Pasquali califica de feroz la concentración de poder informativo del gobierno. Más aún “cuando Chávez no confía ni en sus ministros y acaba de ordenar la supresión de las oficinas de Prensa de todas las dependencias”

¿Cuál es su opinión acerca del caso RCTV?
Es un claro episodio despótico de retaliación política, estallido retardado y blanco selectivo (en el paredón faltó alguien que negoció previamente la genuflexión ante el autócrata, con Jimmy Carter de mediador).

Pero sirve también de escarmiento: muéstrese “políticamente correcto” o se quedará sin concesión. Un abreboca de lo anunciado el domingo 14 por el teólogo del chavismo, Willian Izarra: “Todas las comunicaciones tienen que depender del Estado como bien público, como el petróleo”.

Usted ha sido un crítico implacable del comportamiento de los medios televisivos privados, no sólo por el tipo de programación sino también como empresas.

¿Qué argumento del Gobierno encuentra razonable en este asunto?
Según ciertas visiones ingenuas o alevosas, quienes llevamos medio siglo denunciando la confiscación mercantil de las comunicaciones, un uso cultural y socialmente catastrófico de las radioeléctricas, o la morosidad del Estado en dar al país una radiotelevisión pública de calidad, deberíamos aparecer ahora en la bajadita viendo pasar el cadáver del enemigo. Eso quisieran los chavistas, pero no nos hallarán ahí porque su decisión es antidemocrática y despótica, luego inaceptable. Vivimos en Venezuela en pleno “síndrome de las Malvinas” (el de las guerras en principio justas pero libradas por un contrincante indigno con armas, principios y fines equivocados), y el caso RCTV es típico al respecto; el chavismo ha robado muchas banderas para montar su grotesca caricatura de izquierdismo! . Una cosa es imponer al concesionario privado “pliegos de obligaciones” cualitativas y promover una radiotelevisión pública de alta credibilidad que dé el buen ejemplo; muy otra es aplastar la disidencia con bota militar para imponer el silencio o la obsesiva retransmisión de la ideología oficial.

¿Pero no le concede al Gobierno alguna buena intención, no acaba éste de declarar por ejemplo que la nacionalización de CANTV es para liberar aún más unas telecomunicaciones que esa empresa tenía represadas?

Este gobierno, en mi opinión, ha hecho una sola cosa buena que ojalá perdure: convertir al venezolano –históricamente un pícaro evasor– en contribuyente. En ese amasijo de resentimientos sociales, clasistas y raciales, corrupción, militarismo, insensibilidad social (véase las cárceles), tentación totalitaria e ignorancia, es bien difícil dar con intenciones que no tengan su piquete al revés. El chavismo captó la importancia de la comunicación para el control de la estructura social, y maneja a fondo la manipulación semántica. Pregona el amor mientras practica el odio; el “poder popular” mientras centraliza totalitariamente; la libertad de comunicar mientras compra, cierra y embozala medios.

La cubanizante reestructuración administrativa en nombre de mayores libertades colectivas persigue en realidad una “devolution” al poder central de lo poco que se había logrado descentralizar.

Con la re-estatización de CANTV (otro episodio del que debiéramos regocijarnos quienes denunciamos su privatización), se quiere asegurar al régimen el control absoluto y sin testigos internacionales del espionaje telefónico y electrónico, de casi toda la telefonía fija del país, de la mejor red nacional de microonda y fibra óptica por donde transitan datos electorales, de la mejor red de celulares y del 83% de las conexiones a Internet. Más fundamentado es ahora el temor de que se nos convierta pronto en el 14º país de la Tierra con severos controles y censuras sobre Internet. Esas incongruencias recuerdan el “todo el poder a los soviet” de Lenin a la hora de dejarlos sin poder, o el procónsul Tito Quincio Flaminio quien en 196 AC. Proclamó solemnemente la libertad de los griegos en el momento de convertirlos en colonos de Roma.

¿Cómo calificaría entonces la reciente creación de un Ministerio del Poder Popular para las Telecomunicaciones y la Informática?

Es otra clonación, distorsión o caricatura de una vieja idea lanzada por la investigación venezolana en comunicaciones, separar el soporte del mensaje; pero –otra vez el síndrome de las Malvinas– para fines perversos, control ideológico de canales y contenidos, con Telecom y Comunicaciones en manos de dos connotados gaulaiter del régimen cuya fidelidad absoluta al autócrata va a menudo de consuno con su incompetencia. La concentración de poder informativo en el gobierno es feroz. Chávez no confía ni en sus ministros: acaba de ordenar la supresión de los departamentos de Prensa y Publicidad de todas las dependencias.

Los ministros sólo podrán declarar desde Miraflores y se les prohíbe contradecir al Presidente. El 11 de enero, nuestro flamante exponente del “poder popular” en Telecom comenzó a clonar y “chavizar” también la gloriosa y democrática noción de “servicio público”.

Se armó un colosal pasticho conceptual y citó como ejemplo de modelo europeo de servicio público la francesa TF1, una televisora… privatizada hace dos décadas, adquirida por la multinacional Bouygues que invierte en ella unos 3 millardos anuales de euros con ganancias netas cercanas a los 280 millones.

Pero el ministro Lara prometió la discusión pública de ese modelo.

¿Alguna vez se dio en Venezuela un debate serio acerca del papel de los medios, sus fines, comportamiento y responsabilidad frente al público?

Aunque el país no termine de asumirlo, ya vivimos en dictadura del proletariado democráticamente electa, regida por un militar déspota y continuista que ahora funda su propio partido nacionalsocialista, oficial y único. El régimen le tiene terror al verdadero debate público. De hecho, Chávez se negó a un debate televisado con Rosales; los eufemismos de “parlamentarismo popular” o “discusión pública” encubren el falso diálogo con gente resteada o adoctrinada que les aprueba todo. Citaré al chavista honesto Néstor Francia: “El Presidente dijo que el debate sobre el partido único ya se realizó.

¿Cuándo?
¿Dónde?
¿Con quién? Por los lados de mi casa no sería… .”

Históricamente, el sector privado y el público se han negado siempre a un debate público sobre comunicaciones.

Sólo en 1974, con el Informe Ratelve, se dio en el país un análisis científico y pluralista sobre medios radioeléctricos; la hegemonía de la época lo enterró. La parcialidad, resentimiento, prepotencia y anticientificismo del régimen actual excluye toda posibilidad de una genuina discusión pública.

A propósito de cientificismo, ¿cuánta seriedad aprecia en los planteamientos que ha hecho Rigoberto Lanz en pos de una “nueva ciencia” no teologizada?
–A Lanz ya le contestó Eduardo Vásquez en nombre de la inteligencia nacional. El y Farruco Sesto van camino de convertirse en los Trefim Lysenko y Boris Ponomarev del autócrata criollo.

–Si tuviera ocasión de debatir con el presidente Chávez en torno a las comunicaciones nacionales y a su idea del socialismo del siglo XXI ¿qué le diría?
–Usted bromea. ¿Cómo puede un escuálido “debatir” con quien sólo habla con Dios y los espíritus de Bolívar y Zamora? En todo caso, le hablaría de su ignorancia de la dialéctica, de que reemplazar el anterior mercantilismo extranjerizante con mensajes obsesivamente ideológicos y autárquicos es simplemente cambiar un mecanismo de manipulación y dependencia por otro; es quedarse varado en la antítesis como negación de una tesis en lugar de dar el salto a la síntesis. Le diría que su plúmbea radiotelevisión recuerda irresistiblemente la de Ceausescu, Jaruzelski, Husak, Brezhnev y Zhivkov.

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