Opinión Nacional

Lo que hay que hacer

A mediados de enero publiqué un artículo en el que anuncié que el destino del país estaba en manos de los jóvenes. Algunos lectores rechazaron la idea, en particular uno que me dijo que si él fuera joven me respondería que los muchachos no tienen que sacarnos las patas del barro, porque no fueron ellos los que las metieron. A fines de mayo brotó un bello movimiento de los estudiantes universitarios que anuncia cosas muy buenas. Pero para que esas cosas buenas se cumplan hay mucho trabajo por hacer. Y ese trabajo no se puede hacer desde una poltrona, o frente a una computadora, o asistiendo de vez en cuando a marchas o sentando cátedra frente a las cámaras de la televisión o los micrófonos de la radio. Como quiera que adivino que más de uno me dirá que estoy haciendo exactamente lo que digo que no hay que hacer, me adelanto a responderles que tengo dos razones incontestables para no poder hacer lo que hay que hacer: la edad y la salud. Hace ya doce o trece años que estoy jubilado, y siete que estoy pensionado, lo que demuestra que ya no estoy en edad de andar haciendo piruetas. Pero si me sintiera con ganas de hacerlas, un cáncer de colon (superado gracias a mis excelentes médicos, Vicente Lecuna, Armando Martín Vegas y, en especial, Esther Arbona, pero con secuelas nada gratas) y la diabetes me impedirían hacerlas. De modo que estoy obligado a permanecer casi inmóvil frente a una computadora, moviendo apenas las manos, los ojos y las celulitas grises de Monsieur Poirot. Pero, además, lo importante es que sean los jóvenes los que hagan, los que tomen las iniciativas, los que se encarguen de llevar adelante al país, de sacarlo del estancamiento y el atraso en que lo han sumido los decimonónicos y obsoletos socialistas del siglo XXI, que están descubriendo la pólvora y el agua tibia, y son incompetentes.

Lo que hay que hacer es buscar soluciones reales, ofrecer proyectos viables y concretos en materia de seguridad, de empleo, de vivienda, de educación y de todo lo que la mayoría de los venezolanos realmente necesita, y llevar esas ideas y esos proyectos a los barrios, a las aldeas, a las urbanizaciones, a donde quiera que haya gente, especialmente esa gente que fue engañada por los demagogos del siglo XXI.

Lo que hay que hacer es organizar verdaderos partidos políticos, no partidos “únicos” seudoleninistas, sino partidos democráticos que se manejen con honestidad y ofrezcan a esa población engañada, alternativas reales, posibilidades de progreso. Por el lado de la centroderecha (y uso la nomenclatura “derecha” e “izquierda” a falta de una mejor), parecería que la cosa va bien. Copei renace, y renace en manos de gente joven que sabe lo que quiere. “Copei Partido Popular” es un acto de valentía. Es la primera vez desde que terminó la Guerra Federal, en la década de 1860, que un grupo humano asume posiciones de derecha, de una derecha moderna, y eso hay que celebrarlo y tiene porvenir. Por el lado de la centroizquierda la cosa es más complicada. Acción Democrática y el MAS son cadáveres insepultos. Cometieron demasiados errores y es casi imposible, aunque no imposible, que se reivindiquen. Debe nacer otra fuerza, otro partido socialdemócrata, con gente joven, con plena consciencia de lo que se propone. Con ideas muy concretas y gran capacidad de trabajo y de maniobra.

Y ambas fuerzas, la de centroderecha y la de centroizquierda, deben aliarse por un tiempo prudencial, como lo hicieron los partidos democráticos venezolanos en 1958, para garantizar la gobernabilidad en manos de las fuerzas democráticas. Y esa alianza debe ir a los barrios, a los cerros, a las aldeas, a las urbanizaciones, a llevar un mensaje de futuro y demostrarle a la gente que ha sido engañada, que ha sido estafada por un grupo que traicionó la confianza de la mayoría. Pero, sobre todo, a ofrecerles esos proyectos sensatos, viables, que pueden sacar al país del infierno en que está y orientarlo hacia un porvenir para todos.

Eso es lo que hay que hacer ahora que la alegría de los estudiantes nos devuelve el optimismo. ¡Que vivan los estudiantes!

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