Opinión Nacional

Lo que nos espera…

Chávez se salió con las suyas, pero a un costo muy alto, altísimo… Tuvo que apelar a los más despreciables expedientes antidemocráticos para conseguir su tan ansiada reelección indefinida. Algo resulta prístino como el agua: la sociedad democrática no ha cedido ni un ápice a los requerimientos totalitarios del teniente coronel. Todo lo contrario, sigue plantada como roca granítica, inamovible, a pesar de las feroces embestidas de un militarismo rayano en la más pura barbarie y retroceso. Las cosas se hacen porque sí con el apoyo de todas las instituciones del Estado, frente a ciudadanos dotados de profundas convicciones republicanas. Sin embargo, a pesar de las dificultades, esa misma sociedad ha aprendido, a cal y canto, que el camino del voto popular, es la opción más favorable a los intereses nacionales. La otra vía, la de la violencia, significaría un derramen de sangre que muy pocos, estarían dispuestos a pagar. Además, sus consecuencias serían de carácter impredecible, sin ningún tipo de garantías.

En el aspecto político, de Chávez no se puede esperar nada distinto, más de lo mismo: insultos, amenzas e intentos profanos de acabar con la disidencia civil venezolana. Los llamados al diálogo sin condiciones rechinan como simples palabras huecas, de quien debería ser, por el bien y el progreso de la nación, el promotor del mismo. Pero, eso sería como pedirle peras al olmo. Para que haya la posibilidad de un gran encuentro es menester el reconocimiento franco del otro. Hace falta un espíritu conciliador en aras de un futuro sin discriminaciones, ni exclusiones. ¿Es eso posible con este régimen? Cada quien, saque sus propias conclusiones…

De otra parte, en materia de potenciar el desarrollo, la revolución bolivariana, perdió la oportunidad de oro. Por ello nos encontramos nuevamente a las puertas de una profunda crisis, causada por el desplome del valor internacional de nuestro único producto de exportación. Retorna, como siempre, el fantasma impenitente de nuestra dependencia umbilical del precio de éste. Somos, más que nunca, un país monoproductor. Se repite la ecuación perversa: altos precios del crudo, mayor gasto público, corrupción desenfrenada y despilfarro de nuevo rico. En la época de las vacas flacas, se le exige al pueblo y a la clase media ( a los pendejos, pues) apretarse el cinturón, para seguir manteniendo al voraz, poderoso y corrompido petroestado revolucionario.

Lo anterior resulta una dolorosa contradicción si tomamos en cuenta el desbordamiento de los ingresos petroleros de los últimos años. El precio promedio de exportación se incrementó de 10,57 dólares el barril, en 1999 (cuando Chávez llega al poder), a cerca de los 100 dólares promedio en 2008. ¿Qué se hizo esa monumental suma de dinero? ¿Cómo vamos a enfrentar los aprietos económicos y financieros? El militar de Sabaneta, saboreando muy bien esta “bonanza”, ha hecho uso y abuso de ella, de forma discrecional. Ha transitado el desvencijado camino del facilismo populista de “repartir y regalar” lo que no es de él, sin crear, al mismo tiempo, las fuentes de trabajo y el capital productivo (privado y público) que permita sostener, en el tiempo, un nivel de vida aceptable para todos. Ha malgastado, dilapidado, los ingresos provenientes de nuestra principal riqueza, sin generar una economía fuerte, competitiva. Más bien, viendo por el espejo retrovisor, se ha centrado en reflotar el fracasado e improductivo capitalismo de Estado de los años 60. Todos los indicadores económicos apuntan hacia momentos muy duros para los venezolanos. ¿Se termina el “estado de gracia” o luna de miel entre el pueblo y la revolución?

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