Opinión Nacional

Los 30 años de Pedro Navaja

Corrían los días del año 1978. España iniciaba, tras la muerte de Franco y la aprobación de la nueva Constitución, un renacer democrático. Las salas de cine exhibían el corte imperturbable en las alturas de Superman, encarnado por Christopher Reeves, bajo la dirección de Richard Donner. Argentina era sede del Mundial de Fútbol, mientras Farol Wojtyla era elegido Papa de la Iglesia Católica, asumiendo el nombre de Juan Pablo II, y los venezolanos elegían a su vez al socialcristiano Luis Herrera Campins como Presidente de la República.

Ese mismo año, un abogado panameño en trance de cantante, compositor y poeta, de la mano de un trombonista newyorkino y ascendencia boricua, le regalarían al mundo de la música popular latinoamericana, y más específicamente, a los seguidores de la salsa, una de sus creaciones más emblemáticas, celebradas, cantadas y recordadas.

El album “Siembra”, editado por el sello Fania Records, representó innegablemente la consagración de Rubén Blades como el creador e interprete dentro de la salsa, de canciones que combinaban los tradicionales ritmos y sonoridades del género, con letras empapadas de un poesía descarnada y mordaz, que transmitían un mensaje de crítica social, retratando la realidad del barrio y sus personajes, su cultura, sus sueños y decepciones, y especialmente, el reconocimiento y celebración de una conciencia latinoamericana.

El tema de inicio del disco, “Plástico”, anuncia la innovación en los arreglos, y el dinamismo que la genialidad de Blades le imprimía a su manera de hacer salsa: su introducción, de música disco, en pleno furor de los “BeeGes”, Travolta y fiebre del sábado por la noche, íconos de la inofensiva frivolidad de peinados, botas anchas y bailes, da paso precisamente a un tema que crítica muchos de los valores del materialismo y la pobreza espiritual del mundo desarrollado.

“Buscando Guayaba”, “María Lionza”, “Ojos”, “Dime” y “Siembra”, son los otros temas del álbum, pero fue otra canción la que definitivamente marcaría un antes, y un después dentro de la salsa: “Pedro Navaja”.

Inspirada quizá en elementos de la ópera de los tres centavos de Bertol Bretch, y en la balada “Mack the Knife”, el tema narra la historia de un guapetón, de un truhán, malandro, de un personaje macabro y misterioso de los que pululan en cualquier barrio, en cualquier ciudad de América Latina o del mundo, con un diente de oro, un sombrero de ala ancha de medio lado y la mano siempre dentro ‘el gabán, que se enfrenta a una mujer, en lo que se deduce es un ajuste de cuentas, en la penumbra de una avenida de Nueva York.

El éxito del tema, en su momento, rompió buena parte de los paradigmas salsosos, edificados sobre solo temas cortos, guapachosos, de líricas fáciles y repetitivas y sin mayores ambiciones más allá de echar un pie. Más de 7 minutos de duración, una narración plena de misterio y suspenso entre dos personajes de la noche, de cualquier noche, que va in crescendo, a la par del aumento de la cadencia y la intensidad de la interpretación, son solo aspectos de una canción que, según fuentes de la red, es el sencillo más vendido en la historia de la salsa (algo más de tres millones de copias), que ha dado pie a obras de teatro, musicales, óperas-salsas y miles de páginas de comentarios y análisis semiótico-literarios.

Grabaciones posteriores de Rubén Blades marcarían una evolución progresiva de temas de simple humor y vacilón narrativo (Madame Kalalu, Ligia Elena), denuncia social y política (Tiburón, el Padre Antonio y el Monaguillo Andrés, Desapariciones), de ideales permanentes (Patria, Buscando América), la experimentación con ritmos típicos y agrupaciones noveles de Panamá y el Caribe, hasta lo que promete ser su regreso el próximo año con todos los hierros a su estilo inicial (Canciones del Subdesarrollo).

Poeta que glosa en tono de salsa, o salsero que canta un son en clave poética como ninguno, el Blades multifacético, con maestría en Derecho Internacional en Harvard, con unas cuantas películas y participaciones en Hollywood, dejó una huella con “Pedro Navaja” que hoy, muchos siguen y evocan.

En algún rincón de mi niñez, recuerdo vividamente en una tarde de juegos de fines de los 70 y principios de los 80, escuchando el L.P. de vinil en la sala de mi casa, tratando de dramatizar con una larga chaqueta de cuero y un sombrero que me tapaba casi todo la cara “el tumbao que tienen los guapos al caminar”.

Hoy, 30 años después, ya el Superman que inmortalizó Christopher Reeves vuela en el cielo de los fallecidos. La democracia española en su más reciente cita electoral, confirmó en el gobierno a José Luis Rodríguez Zapatero. Argentina, hace rato que no gana un Mundial. El Papa Benedicto XVI aun no ha podido (¿podrá?) borrar el indeleble recuerdo del carismático Juan Pablo II, y Luís Herrera Campins fue también llamado, recientemente, a esa otra dimensión vital en el más allá. Rubén Blades es ministro de Turismo de Panamá del gobierno de Omar Torrijos, y enfrenta una querella judicial con su otrora pana del alma, Willie Colón, por supuestas deudas no canceladas.

Pedro Navaja cumple 30 años de existencia salsosa y musical, y su diente de oro, sin duda alguna, seguirá brillando en la avenida del tiempo melómano, por muchos años más.

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