Opinión Nacional

Los amuletos no funcionan

El diccionario de la real academia de la lengua española, define a la palabra amuleto, como: “Figura, medalla, o cualquier otro objeto portátil a que supersticiosamente se atribuye virtud sobrenatural para alejar algún daño o peligro o para propiciar algo.”; dos de los más conocidos en el mundo cristiano son el escapulario, y la pata de conejo.

Sin embargo, las propiedades supuestamente sobrenaturales de dichos objetos, no existen realmente, como tampoco la suerte (buena o mala), porque esta última es gobernada por las leyes matemáticas de las probabilidades—que los seres humanos sólo pueden inclinar a su favor, conociendo como funcionan esas ciencias y adoptando sus comportamientos para actuar intentando conseguir algo con las mayores probabilidades de ocurrir—y aún así siempre existirán probabilidades en contra, que ningún amuleto puede hacer desaparecer “como por arte de magia”.

Por ejemplo, si lanzamos una moneda al aire, cada una de sus caras tendrá siempre un 50 por ciento de probabilidad de caer al suelo en la posición que podamos ver sus detalles—y esto siempre es así, todas y cada una de las veces que lancemos al aire dicha moneda—lo que no quiere decir, que ello haga imposible que la moneda caiga más de una vez, y hasta varias veces consecutivas, con el mismo lado hacia arriba, pero mientras más caiga de un lado, se hace más probable (pero nunca más allá del 50 por ciento), que caiga con el otro lado hacia arriba.

Algo similar ocurre cuando lanzamos un dado—el que al ser un cubo con sus características seis caras, cada una de ellas, siempre tendrá un 16,67 por ciento de probabilidades de caer hacia arriba—y un 83,33 por ciento de probabilidades de que caiga hacia arriba cualquiera de sus otras restantes cinco caras—y ningún amuleto tiene la capacidad de cambiar esos hechos gobernados por las leyes matemáticas de las probabilidades.

El extremo de las probabilidades es definido por el Principio de Incertidumbre de Heisenberg, que establece que la velocidad y la posición de una misma partícula no pueden ser determinadas con precisión simultáneamente, ya que mientras más precisamente determinemos su posición, menos precisamente seremos capaces de determinar la velocidad a la cual se desplaza, (y viceversa)—como por ejemplo, un electrón orbitando alrededor del núcleo de un átomo—y sólo podemos conocer esos datos basándonos en las probabilidades características a su naturaleza.

Y al igual que las monedas, los dados y los átomos; todo objeto o comportamiento natural, posee sus probabilidades características—que ningún amuleto será capaz de alterar; por ejemplo, mientras más estudiemos antes de presentar un examen de matemáticas, mayores serán las probabilidades de obtener una buena calificación (y viceversa)—y similares características probabilísticas están presentes en los hechos más complejos, como prepararse para una entrevista que podría otorgarnos la oportunidad de obtener un empleo; o lograr la; o las metas, que nos tracemos en las aventuras, eventos deportivos, relaciones sociales, y sueños de progreso y de éxito en el cual nos embarcamos casi diariamente los seres humanos. En conclusión; ni “la pava”, la “mala suerte”, la “buena suerte”, ni “el destino”, existen, y por ello no pueden ser propiciados o impedidos por los amuletos. Para lograr colocar los chances a nuestro favor, lo que tenemos que hacer, es profundizar; no sólo el conocer a fondo las leyes matemáticas de las probabilidades, sino todo otro conocimiento científico a nuestro alcance, ya que las supersticiones y la magia, no son más que creencias primitivas que heredamos de nuestros antepasados. La mejor actitud de una persona actual; hembra o varón, es tener confianza en sí mismo, y prepararse concienzudamente para alcanzar los éxitos que deseemos—ninguno de los cuales está reservado para “súper dotados” ni “genios”—todos poseemos el cerebro más desarrollado que existe en la naturaleza, y nuestro raciocinio—basado en hechos científicos comprobables, son; sin duda, nuestra mejor apuesta.

No son los amuletos—sino usted mismo—el o la que logra que las cosas sucedan. Sólo hay que empeñarse en ello; y nunca “tirar la toalla”—porque si usted se cae, puede volver a levantarse y comenzar de nuevo.

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