Opinión Nacional

Los estudiantes: la democracia cuenta con ellos

Los estudiantes venezolanos le resultan muy incómodos al gobierno del comandante. Son difíciles de encallejonar y predecir. Se parecen a la trama de las novelas de la famosa trilogía Millenium, del sueco Stieg Larsson, que causa furor en el mundo literario Cuando lucen adormecidos, urgidos por el peso de los exámenes o anestesiados por la modorra de las vacaciones, resulta que brotan de la maleza armados de valor e imaginación para propinarles un certero golpe en la mandíbula al Presidente de la República y a la manada de obedientes y ramplones funcionarios que le siguen.

El caudillo se llevó la primera gran sorpresa con motivo del cierre de RCTV. Luego de su resonante triunfo en las elecciones de diciembre de 2006, cuando le ganó a Manuel Rosales, pensó que podía hacer lo que le viniese en gana porque poder sin contrapeso era el que le sobraba. Se imaginó que podía clausurar el canal de Bárcenas, el más popular y antiguo del país, sin que le ocurriese nada; sin incurrir en ningún costo político. Esto a pesar de que las encuestas mostraban que la medida era antipopular. Los estudiantes, luego de un prolongado letargo, aparecieron para recordarle que esos datos que recogían los sondeos de opinión no eran ficciones, sino una viva realidad. El error de cálculo y la soberbia lo llevaron a sufrir la importante derrota del 2-D.

Como suele ocurrir en todos los países del mundo, los estudiantes se movilizan en torrentes aluvionales. Luego del episodio de RCTV y de rechazada la reforma constitucional el 2-D, los jóvenes comenzaron a retraerse y a regresar a sus cuarteles de invierno, las aulas escolares. Allí es donde estudian y se forman. Este es el espacio que los agrupa y define como actores sociales. Por un tiempo ese ejército de reserva estuvo alejado del fragor del combate contra el régimen autoritario e inepto presidido por el comandante. Este aparente adormecimiento indujo al jefe del Estado a cometer el fallo de imaginar que su triunfo el pasado 15-F le daba licencia para prohibir, reprimir y criminalizar las protestas de todos los sectores sociales, incluidos, desde luego y en primer lugar, los estudiantes. Otro error. Los estudiantes volvieron a levantarse, y esta vez con mayor fuerza. La excusa fue la detención y encarcelamiento de Julio César Rivas, novel dirigente que exhibe una pasta envidiable de líder.

La prisión de este joven estudiante desató la huelga de hambre que dejó tan aturdido Chávez, que se vio obligado a ordenar su libertad para tratar de impedir que la protesta estudiantil se sumase a la lucha de los trabajadores de la Costa Oriental del Lago y de Guayana, y convirtiera la nación en un polvorín. El desconcierto fue mayor aún cuando Rivas, en vez de irse tranquilo a disfrutar la paz de su hogar, se fue para la sede de la OEA a sumarse a la huelga de sus compañeros.

Gracias a la inteligencia y tenacidad de los estudiantes, el drama de los presos políticos, la situación de los derechos humanos y la satanización de la protesta pacífica, alcanzaron dimensión nacional y, progresivamente, se convirtieron en noticia más allá de nuestras fronteras. La opinión pública internacional se enterándose de que en la Venezuela de Hugo Chávez, a pesar de lo que este le dijo a Larry King, sí hay presos políticos a quienes se les violan sus derechos humanos y se les niega el debido proceso, aunque el primer mandatario fue tratado con guantes de seda por la democracia, luego del fallido golpe cruento del 4-F. La OEA -muy presta a discutir el reingreso de Cuba al organismo (sin que los tiranos de la isla hubiesen formulado ninguna solicitud), a presentarle disculpas a Fidel Castro por haberlo expulsado hace 50 años y a ensañarse contra la modesta Honduras- se ha visto obligada a escuchar la voz de los estudiantes y atender, aunque solo sea parcialmente, sus solicitudes.

Los estudiantes no solamente le perdieron el miedo al régimen -sensación que el Gobierno trató de introducir en los cromosomas de los jóvenes cuando propuso condenar a nueve años de prisión a Julio César Rivas-, sino que se han convertido en una fuerza motriz de la recuperación democrática que aspira un amplio sector del país y en una fuente de esperanza para quienes han llegado a convencerse de que Hugo Chávez es invencible e imperecedero.

La huelga estudiantil finalizó sin que se hubiesen alcanzado todas las metas que los estudiantes se habían propuesto al inicio. Aún siguen detenidos los comisarios, los trabajadores de la Alcaldía Metropolitana, Richard Blanco y Gustavo Azócar, entre muchos otros venezolanos castigados por disentir. Aunque los resultados obtenidos fueron significativos, al final probablemente les faltó modelar un diseño de salida que elevara el alcance de la victoria conquistada. El momento de suspender la huelga se aproximaba y no se les podía pedir que se inmolaran o que se arriesgaran a sufrir daños físicos que podrían afectarlos por el resto de sus días.

Lo fundamental reside en que se anotaron un éxito trascendental frente a un gobierno que, para someter a la oposición, aplica la estrategia del miedo basada en el uso de los cuerpos represivos y en la acción de los juristas del terror, tal como en su momento hicieron Hitler y Fidel Castro.

Los estudiantes han sido un ejemplo de dignidad, valentía e inteligencia. La democracia cuenta con ellos.

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