Opinión Nacional

Los indultos del usurpador

El perdón, olvido de lo pasado, amnistía, sobreseimiento y el indulto son potestades de los gobernantes desde las más remota organización social; así que cuando a Jesucristo le fue negada la gracia por un demagogo acobardado que apeló a la canalla financiada congregada en asamblea, esa facultad le estaba otorgada y pretendió evadir su responsabilidad en el asesinato, auspiciado por el sanedrín para beneplácito del representante imperial quien, impartió la “justicia” demandada por la turbamulta. Liberó al delincuente Barrabás y, de paso, instituyó la democracia tumultuaria.

Es universalmente conocido que en 1992 una mafia de militares felones, liderados por el teniente-coronel Hugo Chávez Fría, sublevó unidades del ejército que entablaron combate contra las fuerzas leales al gobierno constitucional. Antes de rendirse alfombraron las calles con cadáveres, tiñéndolas con sangre hermana. El ataque a Miraflores y la Casona con nutrido fuego de fusilería y artillería de asalto, sembró destrucción y muerte; no sólo entre soldados y personal civil de seguridad sino de transeúntes y habitantes de edificios aledaños.

 

El asalto fallido a La Casona fue de brutal criminalidad. No se trataba de una fortaleza militar. Era una residencia habitada por la pareja presidencial, sus hijas y el personal auxiliar, custodiada por guardias de honor dotados de armamento, cuyo diseño y potencia no los hace apropiados para repeler el poder de fuego enemigo que enfrentaron. Sin embargo, el coraje republicano puesto a prueba y la oportuna arengada de Blanquita Pérez, la primera dama, los mantuvo a raya hasta que el líder de la asonada tocó retirada. Pero es que, además, La Casona está rodeada por viviendas de ciudadanos del común. Lo cual tipifica la comisión de delitos contra los derechos humanos y de lesa majestad, ambos imprescriptibles.

 

En 1993 eclosionó la conjuración, de vieja data, contra la democracia moderna instaurada por Rómulo Betancourt, auspiciada por financistas de talega repleta opuestos a la Reforma del Estado, intelectuales decimonónicos, políticos frustrados desde los años 40, parlamentarios mediocres, propietarios de medios de comunicación con cagatintas a su servicio y venales magistrados de la Corte Suprema. Destituyeron, enjuiciaron y encarcelaron al Presidente Carlos Andrés Pérez.

 

Lo demás fue coser y cantar. Rafael Caldera ya senil y gagá, cargando el odio anti-adeco redivivo y enemigo acérrimo de CAP, fue reelecto Presidente. Se comentó que estuvo informado de las andanzas de los golpistas del 92 y se izo el sordo. Nadie lo comprobó y, de haber sido cierto, se llevó a la tumba el dato. Le aconsejaron que dejara concluir el juicio que se les seguía a los felones y que después de condenados los indultara, pero optó por el sobreseimiento, dejándolos libres y políticamente habilitados. Los resultados están a la vista.

El usurpador que es recipiendario del sobreseimiento otorgado por Caldera y albacea del difunto Bellaco en Jefe, se niega en redondo a conceder si quiera una medida humanitaria, mucho menos indultar al Comisario Iván Simonovis y hacer lo mismo con los otros oficiales y agentes de la extinta Policía Metropolitana, siendo que no fueron condenados por delitos de lesa humanidad ni de violación de los derechos humanos, como lo fue su legatario. En cambio indulta a 100 delincuentes comunes que ¡quién sabe si culpables de horrendos crímenes!. Pero es que en la naturaleza de los comunistas está el germen del más brutal sadismo y la innata criminalidad de la que informa Lombroso. Son como el alacrán que aguijoneó a la rana en la mitad del río.

 

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