Opinión Nacional

Los jóvenes frente a la tentación autoritaria

Hace días se nos acercó un estudiante preocupado ante la escalada del autoritarismo en nuestro país. El joven, en sus preguntas y reflexiones, se hacía eco del fragor de la protesta contra la serie de atentados contra los derechos civiles. Ante nosotros no era sino otra fiel expresión del nuevo sentido patriótico que vienen enarbolando los universitarios a favor de la estructuración de un nuevo orden social, sobre todo del testimonio de una diáfana posición en contra de los desafueros del pasado y los atropellos del presente. En otros términos, esta nueva generación, por la voz de este estudiante (al igual que las rebeldes voces de crítica constructiva expresadas con vehemencia –en los últimos días- por millares como él, a lo largo y ancho del país), se nos presenta como la cabal demostración y evidencia de un nuevo liderazgo que no está dispuesto a retroceder ante los desmanes provocados por una pretendida “redención social” que no ceja en “afincarse” en esquemas ideológicos harto anacrónicos e inviables.

Se trata de una nueva visión del país, realmente fresca, abierta y honesta que se prepara para dirigirlo en los nuevos tiempos del siglo XXI, pero –eso sí- con planteamientos e ideas actuales (los propios de sus circunstancias), echando las bases para un futuro en el que –según sus palabras- se desechen y se excluyan, de una vez y para siempre, no solo los diversos signos de explotación del hombre por el hombre, sino cualquier otro intento encaminado a cercenar la libertad en toda su extensión.

La inquietud de estos jóvenes, a nuestro modo de ver, nos refleja que no todo está perdido en cuanto a la genuina comprensión de los más caros ideales de la democracia, la libertad y el pluralismo. En principio, hemos observado que con su lenguaje diáfano y desprovisto de toda mácula oportunista, expresan una clara idea de la libertad. Para ellos, la libertad no es una dádiva del gobernante y mucho menos de quienes han demostrado sobrada improvisación e ineptitud en el manejo de los asuntos públicos. La libertad no es, para estos jóvenes, una consigna hueca pronunciada por quienes con gritos destemplados se jactan de corear (cual borregos) loas a la muerte..! La libertad no es un don que nos viene del poder entronizado por una camarilla de adulantes y usufructuarios del ejercicio del gobierno. La libertad, incluso, no es compatible con el control político. Preguntémonos, a título de ejemplo: ¿cómo puede haber un verdadero espíritu de libertad si se trata, desde el poder, de regimentar la asociación gremial o sindical, e incluso la dirección de los movimientos estudiantiles, con no disimulado empeño para colocarlos al servicio sesgado de los planes oficiales, en los que están ausentes la disidencia y los pareceres divergentes en función de una auténtica participación de todos los sectores sociales en el tratamiento de los problemas que atañen a todos los componentes de la colectividad?
Para el ímpetu autoritario constituye un estorbo el que haya elecciones libres en los sindicatos, en los centros de estudiantes, en los gremios profesionales y hasta en las juntas vecinales. Se cierra el paso a la real expresión de la soberanía popular cuando se impone, desde las alturas del poder, “esquemas de dirección” que propenden a la “creación” de “cuadros serviles y sumisos a la voz del amo…” Los estudiantes, en su protesta, no solo han demostrado clara posición en contra del cercenamiento y atentados contra los derechos cívicos, en entre ellos la libertad de expresión, sino que se oponen –con la fuerza de sus planteamientos y la límpida convicción de sus ideales juveniles- a los intentos que se asoman para aniquilar la verdadera esencia de la autonomía universitaria.

Para las expresiones patrióticas de los jóvenes de hoy la libertad no emana de la necesidad. Los Derechos Humanos son fueros y prerrogativas inmanentes a la persona humana y propenden al amparo y respeto de su dignidad. La libertad, repetimos, no es una dádiva del gobierno. La actitud asumida por la juventud venezolana en estos días no nos revela sino un signo de cabal ejercicio de los derechos constitucionales: los jóvenes están demostrando que conocen el valor y trascendencia de sus derechos civiles; saben lo que ellos significan como instrumentos para el progreso social integral; advierten que vulnerar esos derechos atenta contra la esencia de la democracia y la libertad. Por ello, no están dispuestos a tolerar más desmanes contra los Derechos Humanos ni avalar acciones encaminadas a cercenar la libre expresión de la disidencia, el pluralismo y la autonomía universitaria.

La libertad y los derechos civiles que le son correlativos proceden de las personas en tanto entes reales y tangibles, dotados de esa singularidad como poseedores de un espíritu que tiene la misión de continuar la obra de la Creación, personas, tanto individualmente consideradas como agrupadas en instituciones (religiosas, deportivas, culturales o de cualesquiera otra índole cívica y lícita), asociaciones civiles, partidos políticos, sindicatos, gremios, juntas vecinales, corporaciones sociales, cooperativas y demás formas asociativas constituidas de acuerdo con la ley en función e la Justicia Social y el Bien Común. La proverbial rebeldía juvenil no puede, en consecuencia, estar de acuerdo con la grave crisis que acosa la Nación. Por ello, no puede quedarse callada ante los grandes problemas que afectan el país: el creciente desempleo, la ineficacia en la prestación de los servicios públicos indispensables para el normal desenvolvimiento de la comunidad, la inflación que se cierne como una espada de Damocles sobre esos jóvenes que quieren prepararse para formar nuevas familias, establecer hogares dignos, tener un trabajo estable y desarrollarse en paz. Ante este cuadro crítico y preocupante, es lógico entender cómo los jóvenes extienden su protesta ante la inseguridad que campea impunemente a talante por todos los rincones de la patria, debido a la ausencia de un gobierno responsable.

La libertad, así mismo, es elemento indispensable y primordial para el cabal funcionamiento de la empresa privada en todas sus expresiones, claro está, con las limitaciones pautadas por la Constitución y las leyes para fines de utilidad pública e interés social. La libertad, pues, es un elemento que motiva la forja de una sociedad solidaria. En ello haya sentido la existencia y perfeccionamiento de la democracia como forma de gobierno y sistema de vida cívica. Por consiguiente, sólo en la democracia el poder (y toda autoridad, en sentido general) proviene de la libertad, de la vida bajo la plena vigencia y respeto de los Derechos Humanos. Esta concepción, por su naturaleza y características, es antinómica con el empeño autoritario y los ímpetus totalitarios de todos los signos. Para la mentalidad absolutista y arbitraria la detentación del poder debe concentrarse –lo más que se pueda- bien en un solo individuo o una camarilla, para imponer (aún por la fuerza) un modo de vida que sólo satisface al caudillo o centro exclusivista de dominación.

Es propio de la democracia que el poder surja de la libertad. Fijémonos, a modo de síntesis en esta explicación, para el modelo totalitario y autocrático es prioritario imponer al conjunto de la sociedad “un modo específico de entender la libertad”… tremendo desbarro y despropósito! De ahí la “necesidad” de establecer un partido único o un solo sindicato, fiel no a los intereses de los trabajadores sino a los dictados del aparato oficial de dominación; o bien, controlar los medios de comunicación, ahogar todo amago de disidencia y, en esencia; y establecer un pensamiento que no admita disconformidad ni discusión de ninguna naturaleza; todo con el propósito de lograr una visión unívoca y una perspectiva que asegure la dominación de un pueblo en función de los caprichos de un hombre o los intereses de un sector exclusivista de la sociedad.

La democracia no descansa en el hecho de “participar” en los cortejos y escenas de espectáculo colocadas en los escenarios del “gran teatro” oficialista o concurrir a los mismos para “hacer bulto” y servir como “tontos útiles” en las comparsas planeadas como expresiones de pan y circo. La democracia tampoco debe ser entendida como la medida de dominación de un determinado modelo político-ideológico que, poco a poco, vaya uniformando las estructuras y funciones institucionales. La verdadera esencia de la democracia radica en la presencia, cada vez más robusta y creciente, del pluralismo. Este punto es comprendido de modo cabal por los jóvenes universitarios en sus manifestaciones de protesta: ellos están claros en la conveniente exposición de alternativas para que cada persona elija la que mejor le guste o convenga según su libre apreciación y valoración. De este modo, no tiene asidero la ligereza con que voceros del gobierno tratan de descalificar la valiente posición de nuestros jóvenes en la justeza de sus planteamientos orientados, sin duda alguna, hacia la conquista de un mundo mejor que el presente. La juventud está demostrando claridad y firmeza en su convicción defensora de los Derechos Civiles. La equivocada actitud reflejada en las caducas expresiones del oficialismo, ante la opinión de los jóvenes manifestantes y contestatarios, no hace sino corroborar la necesidad de profundizar el camino hacia nuevas formas de existencia, en las que la libertad y el pan sean obtenidos al mismo tiempo, esto es, un sistema en el que hombre sea –real y efectivamente- el centro y meta de toda acción política; y que, por tanto, se deseche todo género de explotación y dominación de cualquier signo.

He ahí el verdadero significado de la palabra libertad..! En la voz de estos jóvenes que expresan -con coraje, humildad y sencillez- un genuino planteamiento a favor de la justicia, se denota un diáfano espíritu de esperanza.

Es expresión de madurez, máxime en el terreno de la acción política, que se respete la disidencia, que se fomente el diálogo e intercambio de ideas, habida cuenta la diversidad de opiniones y los pareceres contrastantes propios de la vida democrática. Hacer lo contrario, esto es, insistir en uniformar el pensamiento y la actuación de los ciudadanos, como que si la Nación fuera un cuartel descomunal, significa –con toda evidencia- preparar el camino para implantar un nuevo modelo esclavista. Como universitarios no vacilamos en solidarizarnos con el sentimiento patriótico de los jóvenes en su justa lucha por la defensa de la democracia.

*Abogado, Politólogo y Profesor universitario

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