Opinión Nacional

Los lunares de la revolución

Es indiscutible, que los cambios violentos involucran acciones también violentas, toda vez que las acciones, si no toman impulso se acomodan a la inercia y tienden a la continuidad. De los cambios violentos y en cantidad, surge el aforismo, “cambiar todo para que todo siga igual”, porque el que mucho abarca poco aprieta y con poca saliva se traga poca harina. La nueva (%=Link(«/bitblioteca/anc/constitucion1999.asp»,»Constitución»)%) y los actos que han surgido de ella, dan tanto de que hablar, que nos es difícil, a los tercos de las letras, escoger el tema sin caer en lo baladí.

Algunas personas nos critican porque solo referimos las cosas malas, es decir, los lunares de la revolución. A ello salimos al paso indicando que, la revolución, según los revolucionarios, fue emprendida por “los malos 40 años de la democracia puntofijista podrida”, sin valorar ni aceptar como bueno nada de lo que en esos 40 años se hizo. ¿Hay razón?. La perfectibilidad solo persigue cambiar o mejorar lo malo, sin que consciente y racionalmente nos detengamos a reconocer lo bueno, ya que el mundo siempre gira sobre su base. He ahí el origen de la perfectibilidad, la cual parte del análisis crítico para proseguir lo bueno, sin que perdamos tiempo en inventariarlo. Es de tontos hacer diagnósticos comparativos entre lo sano y lo enfermo, ya que siempre lo malo corromperá a lo bueno.

Pensamos entonces, que tocar las variables lunáticas, dará vigor a la “revolución”, ya que solo con pensamiento crítico podremos mejorar lo malo y recuperar lo bueno que hayamos perdido. Ninguna revolución puede partir de nada.

Un tema en genérico es el del Estado que, aunque estático por nominación, el nuestro no deja de ser tan dinámico como se lo imaginan los revolucionarios, quienes piensan que para reconstruirlo hay primero que destruirlo y ojalá que esto no ocurra, porque al igual que el agua derramada o los pedazos de un cristal roto, será muy difícil recogerlos y mas difícil rehacerlo. Es por ello, que se le analiza como un organismo viviente. Se le sustenta en sus órganos que, según la teoría organicista, fundamental en la de los sistemas, tiene cada uno su función específica y especializada, cuyo reemplazo por otro sin especialización solo puede hacerse en emergencia, de hecho, temporal y de reemplazo inmediato para no correr el riesgo de que se produzca un cambio monstruoso, que de al traste con las funciones y los fines que antes cumplían los órganos y los organismos sometidos a la terapia.

Un símil es lo que viene ocurriendo en Venezuela, por la insensatez con que se produjo el instrumento constitutivo reformista, que por lo extenso y atípica normativa, obliga a la reforma y elaboración de muchas nuevas leyes y al empleo de una lógica, consciente e intelectual técnica legislativa, que no se aprende ni adquiere en coloquios ni en conclaves multitemas, ya que sin ser de gran dificultad, forma parte del contenido y desarrollo del derecho que, quiérase o no, es hoy por hoy la principal herramienta del Estado. Conste, que nos referimos al derecho y no a los abogados, ya que no solo a ellos pertenece la ciencia de la formalidad conductual. Ni es de ellos la patente de corso para la formulación jurídica, auque se supone que tengan -presunción juris tantun- la mayor formación científica para la formulación y la técnica jurídica.

En el proceso revolucionario, varios son los síntomas de la ajuricidad que se avecina, ya que es grande la incompetencia de los escogidos para la transformación del cuerpo normativo legal, resentido por la inconstitucionalidad creada por las nuevas normas constitucionales y por la intransigencia de los entes gubernamentales, que se resisten a la convocatoria plena del colectivo intelectual para que ayuden en la empresa del cambio sin el trauma que causará la falta del derecho en el Estado. No es de sabio, creer en la autosuficiencia y mucho menos pregonarla. Vale recordar lo que en los siglos siempre ha sido el verdadero valor de la sapiencia: “Yo solo sé que no sé nada” y el recurso del testarudo: “Errar, es de humano”, pero no es de humano la irracionalidad con que se atiende a la verdad, que no es propiedad de nadie.

Los que durante mucho tiempo estuvimos incitando la reforma constitucional mediante una asamblea constituyente, creemos que se está desaprovechando la oportunidad para reconstruir el Estado o al menos mejorarlo. En ello tiene mucho que ver el oportunismo y la falta de criterios armónicos entre los actores revolucionarios, quienes han demostrado una clara orientación aluvional, sin sentido y sin probidad, donde cada cual, mientras no es desautorizado o avalado, marcha con su propio ritmo y a su antojo, sin interesarle ni aceptar los pensamientos e ideas que no le sean compatibles, o que no sean de su agrado.

Casos vemos: la falta de criterio en la conformación, jurisdicción y dirección de la Policía Metropolitana y la desorientación regional sobre esta materia que siempre siguió sus pautas; el enredo y la intriga surgidos en la designación y conformación de los Poderes del Estado no elegibles, quienes contra viento y marea luchan por la independencia institucional; las inconsistencias e incertidumbres en los procesos electorales y, el menosprecio a la responsabilidad de la megatorta electoral y a la magnitud de su costo; las discrepancias y disconformidades sin sentido entre las autoridades de los diferentes órganos públicos nacionales, regionales y municipales; la exaltación del “Jun Bimba” adeco, hoy “soberano”, que ha creado una peligrosa división entre: “pobres y ricos”, “los que no tienen y los que tienen”, “los incultos y los cultos”, “los patriotas y los que no son patriotas”, “los civilistas y los militaristas”, “los revolucionarios y los antirrevolucionarios”; la fijación antipuntofijista y anti adeco-copeyana; los vaivenes en la política internacional y su acomodo a los liderazgos tutelares con rezagos tercermundistas; la inconsistente política fronteriza y la indefinición en el conflicto subversivo colombiano; las incoherencias ministeriales en políticas comunes; el desinterés en los legisladores; la intolerante desviación mimosa y antijurídica del Tribunal Supremo de Justicia; la constante perorata cívico-militar y civilista como escudo político; el renacer del caudillo en el liderazgo político; la dispersión e inobjetividad programática y las incoherencias entre instituciones y, planes nacionales y regionales; la peligrosa tolerancia esperanzadora del pueblo para lograr trabajo; la falta de protagonismo y las incongruencias para la coordinación en el manejo de la seguridad pública; la lucha por el protagonismo en el poder; el exceso de autosumisión gubernamental y de individualismo protagónico; las locuras de una ley de inteligencia que subordina a ella la seguridad nacional; un programa educativo que confunde la moral y la cívica con lo militar y, lo patriota con la xenofobia; la interpretación popular con lo populachero, la dádiva y el nacionalismo mestizo, xenofobito y antiemigrantes; la transformación de los trabajadores en microempresarios; los organismos juveniles que, con el manto protector y guía del Ministro de educación, promueven la exaltación del “Che Guevara” y la ejemplarización de su ideario como guía juvenil y “democrático”; la exaltación impensada de algunos revolucionarios, quienes han vislumbrado la idea de transformar la OPEP en un “club” o “cartel” de productores exportadores (con himno y símbolos patrios), creyendo enfrentarla a los consumidores, (limitándolos al grupo de los 7 u 8), olvidando que todos los países del mundo son consumidores de petróleo y luchan por precios bajos; las decisiones impensadas de abastecer de petróleo a los países del Caribe (estamos de acuerdo con ello), a cambio de bienes y servicios (productos agrícolas), en contra de la política ya anunciada, de desarrollar la producción agropecuaria nacional (¿Qué vamos a hacer con el excedente y con los bajos precios por la sobreoferta?). Estas y muchas otras interrogantes, surgen como lunares de la revolución, que ojalá y no se transformen en un hueco negro para la democracia.

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