Opinión Nacional

Los nietos de Goebbels

No estaba muy seguro de cómo titular este artículo sobre la Asamblea caraqueña de la SIP y su contraparte portátil, o el foro sobre «terrorismo mediático» patrocinado por el Minci, pero una entrevista dominguera al director del diario La Prensa de Nicaragua, Jaime Chamorro Cardenal, me resolvió el problema.

Dijo Chamorro que Daniel Ortega ataca a los periodistas críticos llamándolos «hijos de Goebbels», en alusión al legendario ministro de propaganda del régimen nazi. Y resulta que el argumento valdría exactamente al revés: son los gobernantes despóticos quienes suelen poner en práctica los principios de la manipulación goebbeliana, empezando por el de «transposición» o el cargar sobre el adversario los propios defectos y errores.

Al fin y al cabo, fue el Dr. Goebbels quien inventó el concepto de «terrorismo mediático» por allá en los años 30 del siglo pasado, y no para identificar su política al frente de la «hegemonía comunicacional» del Tercer Reich en Alemania, sino para tratar de desacreditar en lo interno a la gran prensa de los países democráticos de Occidente que denunciaba las atrocidades del sistema hitleriano.

Y es lo que hacen el señor Chávez y sus principales voceros: vituperar a los medios independientes de Venezuela, Colombia, EEUU, España, México, Brasil y de dónde sea, acusándolos de todos esos males que ellos mismos han perfeccionado a través del aparataje propagandístico de la «revolución bolivariana».

La nuez del asunto es que Le Monde de Paris, El País de Madrid, la BBC de Londres, el Tiempo de Bogotá, el Washington Post y hasta la Radio Vaticana, para no hablar de los medios vernáculos, estarían confabulados en una conspiración imperialista para derrocar al gobierno de Chávez y por eso se la pasan publicando o transmitiendo noticias fabricadas en los laboratorios de la CIA.

En otras palabras, la creciente imagen negativa del régimen venezolano no tiene nada que ver con los hechos de la realidad, sino que es producto de una «guerra mediática» que es planificada y ejecutada desde las entrañas del Imperio con el concurso de la massmedia de América, Europa, Africa, Asia y Oceanía.

Por qué será que esta misma cantaleta es la que repite Robert Mugabe en Zimbabue, o el bielorruso Lukashenko, o el camarada Kim Jong Il, o el vivo de Daniel Ortega. Igualita a la que recitaban Milosevic en Serbia y otros finados como Saddam, Somoza, Pinochet y el cuasi embalsamado Fidel Castro.

Por una razón muy sencilla: los jefes de regímenes despóticos, desde satrapías de derecha hasta dictaduras totalitarias de izquierda, odian a la prensa libre y la consideran el peor enemigo. Algunos consiguen eliminarla o acallarla en sus respectivos países, y otros se empeñan pero no terminan de lograrlo. Y además ese rencor visceral se extiende más allá de las fronteras y de allí la manoseada «doctrina» del terrorismo-mediático-imperialista con todos sus etcéteras.

Qué faltos de imaginación son los corifeos rojo-rojitos. Siempre predecibles en su medianía. Y la SIP, que es una institución respetable pero también criticable en diversos aspectos, le fue de maravilla en Caracas gracias, entre otros motivos, a estos no ya hijos sino más bien nieticos de Goebbels que harían enternecer a tan notorio antecesor.

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