Opinión Nacional

Los refugiados colombianos y los desastres del Catatumbo

Dos de las situaciones más preocupantes que se originan en Colombia y se padecen en Venezuela son, una, la creada por los refugiados colombianos que escapan al trágico escenario de la violencia y la otra, la producida por los atentados continuos y crecientes contra el equilibrio ecológico de la cuenca del río Catatumbo, principal afluente del Lago de Maracaibo. Problemas que preocupan a Venezuela pero que es el Zulia la región que los siente de manera más viva y directa.

En relación con los colombianos desplazados de su área de residencia que han buscado o buscan refugio en Venezuela, hemos dado la respuesta que corresponde a la tradición venezolana de solidaridad humanitaria. La violencia se esta incrementando y es posible que aumente el número de desplazados dentro de Colombia y que muchos de ellos traten de buscar refugio en Venezuela. Es verdad que el Presidente Andrés Pastrana ha iniciado un proceso de paz que cuenta con el apoyo de la mayoría de los colombianos y que en la comunidad internacional hay la mejor disposición para ofrecer a Colombia los apoyos necesarios y Venezuela ha declarado explícitamente su voluntad de contribuir al logro de la paz en la medida y forma que el Gobierno colombiano lo crea conveniente. Conscientes como estamos de que lo que le sucede al pueblo colombiano nos afecta directamente por ser ambos países miembros de la Comunidad Andina de Naciones y por los múltiples vínculos que nos unen, no podemos ver con indiferencia la tragedia que agobia a Colombia.

Esa solidaridad tiene que comenzar por la atención a los refugiados para lo cual los gobiernos de Colombia y Venezuela deben solicitar la participación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). No se trata solamente de los problemas logísticos y financieros que genera este tipo de situaciones, sino también la atención a todos los demás aspectos relacionados con estos desplazamientos masivos de población, especialmente su retorno al país de origen, incluyendo la garantía del respeto a los derechos humanos acá y allá, dentro del cumplimiento de las normas de derecho humanitario y finalmente la restitución de por lo menos las mismas condiciones de vida en que se encontraban en el momento que se vieron obligados a desplazarse en busca de refugio.

Pero debemos tener muy claro que el proceso de paz en Colombia llevará mucho más tiempo del que todos desearíamos. Es una negociación en la cual la paciencia es el principal ingrediente y la impaciencia su peor enemigo. Posiblemente se tome unos años más, pero por mucho tiempo que se lleve es muy probable que en la primera década del próximo siglo el pueblo colombiano habrá alcanzado la paz y estará unido con una misma voluntad de progreso y bienestar para todos. Y para entonces los desgarramientos del tejido social colombiano se habrán curado y no quedarán signos dada la capacidad de recuperación del pueblo colombiano.

No podemos decir lo mismo de lo que esta sucediendo en la cuenca del río Catatumbo. Los desastres que allí se están produciendo han causado daños irreparables al ambiente. La destrucción en los parques nacionales, el proceso de erosión en las laderas de la cordillera oriental, la contaminación de las aguas, la contaminación del aire, son algunos de los mas graves síntomas de la destrucción del ambiente y de la ruptura del equilibrio ecológico. Como se trata de un río y una cuenca internacional esa destrucción se extiende desde Colombia hasta Venezuela, desde el Departamento Norte de Santander hasta el Estado Zulia. desde las nacientes del río Catatumbo hasta las profundidades del Lago de Maracaibo. Los manantiales que surgen cristalinos y llenos de vida en las nacientes del Catatumbo llegan al Zulia con una carga mortífera que esta acabando aceleradamente con la vida del Lago.

Si permanecemos indiferentes frente a este deterioro continuo, permanente y creciente de los recursos forestales y acuíferos de la cuenca del Catatumbo, cuidado si en un futuro no muy lejano las poblaciones desplazadas hoy por la violencia en Colombia, no son reemplazadas por nuevos contingentes de desplazados, no sólo en Colombia, sino también en Venezuela, en busca de tierras y aguas para poder sobrevivir. La lucha no seria por conquistar posiciones estratégicas de combate para el dominio de un territorio, sino por el agua sin la cual no hay vida por muy extenso que el territorio sea.

En Colombia se ha hecho un diagnóstico que deja constancia de los graves daños a la cuenca que se originan en su territorio. Entre otros; destrucción incontrolada e irreversible de las importantes áreas boscosas en las partes altas; en el Alto Catatumbo(Cuenca Río Algodonal) alto deterioro de los suelos e intensos procesos erosivos que demandan un proceso inmediato de recuperación a través de programas de reforestación y recuperación de suelos. Las cuencas del río Zulia (Pamplonita y Táchira) presentan las más altas densidades de población donde se ha producido una sobreexplotación de los recursos causando daño; por lo tanto deben ser las zonas que conjuntamente con el Alto Catatumbo requieren una inmediata ejecución y formulación de proyectos específicos ya que la biótica del Lago depende fundamentalmente de lo realizado en el sector colombiano (Ponencia presentada por el Gerente General Dr.Germán García Durán, el Jefe de la División de Cuencas Hidrográficas David Ojeda Awad y el Coordinador Pridecu Norte de Santander, del Instituto Nacional de los Recursos Naturales y Renovables y del Ambiente de Colombia en el V Congreso Venezolano de Conservación celebrado en San Cristóbal del 10 al 15 de Diciembre de 1989) A ese diagnóstico hay que añadir el daño causado por la contaminación del carbón y los derrames petroleros, así como los desechos tóxicos de las miles de hectáreas de cultivos de amapola en las subcuencas de los ríos Zulia, Sardinata y Catatumbo, que se ha acelerado en los últimos diez años.

Ante ese desastre ecológico, surge la obligación de reparar el daño causado para lo cual se impone una acción coordinada de ambos países dentro del marco de los nuevos principios desarrollados por el Derecho Internacional con instrumentos como el Convenio de Río de Janeiro de 1992 sobre la Protección de la Biodiversidad y el Convenio Marco sobre el derecho al uso de los cursos de agua y aguas internacionales para fines distintos a la navegación, aprobado por las Naciones Unidas en 1997.

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