Opinión Nacional

Maduro, el fabricante de peines

El difunto tenía entre sus ventajas competitivas y habilidades mañosas el sacarle provecho hasta sus últimas consecuencias a los errores y disparates de la oposición. Si bien Joseph Goebbels parece haber sido el creador de la frase según la cual una mentira repetida 1.000 veces (por las 415 radios comunitarias, por las 62 plantas de televisión regionales, por la propaganda abusiva de las cadenas infernales, por VTV, ANTV, TVES, por las más de 500 vallas de propaganda exterior) se convierte en verdad, una verdad igualmente repetida no 1.000, sino 500.000 veces se convierte en una maldición, un anatema, un axioma; eso fue lo que hizo el exánime en relación con aquel golpe de Estado bufo, en el cual un empresario corto de estatura y gordo de agallas trató de asir el poder burlándose de medio mundo, dejando, de paso, con los crespos hechos a los representantes del mundo sindical y del mundo político, que habían pactado con el susodicho un triunvirato hasta la celebración de las elecciones.

El fallecido marcó, remarcó, machacó, remachacó durante más de 10 años las acusaciones de golpistas contra la oposición. Le sacó un provecho infinito, ordeñó ese error de la oposición hasta dejar la ubre de la realidad seca como un corcho. ¡Ah hombre fino para sacarle punta a una bola de billar! Pues bien, su heredero, por cierto, Maduro formó una alharaca por el asunto del heredero de corona inglesa olvidándose que él mismo celebró y requetecelebró haber sido escogido por el difunto como su sucesor, el receptor del imperio rojo-rojito, y que además todas sus cuñas, propagandas, panfletos, anuncios, vallas y demás vainas repetían incansablemente las palabras del fallecido diciendo que su voluntad era que Maduro fuera su sucesor, su heredero.

Volviendo al asunto, decía, pues, que Nicolás quiere seguir los pasos de su progenitor político. Sacarle provecho a los errores de la oposición; sin embargo, los grandes resbalones opositores de antaño parecen no repetirse, eso lo angustia y, en su defecto, de vez en cuando, señala las mismas pamplinas de su antecesor diciendo que lo quieren matar, que lo quieren infectar con un virus maligno y mortal, que si patatín que si patatán. Procurando, entonces, provocar a la oposición ha desarrollado una serie de “peines” a ver si algún líder de la oposición lo muerde y le pone en bandeja de plata un buen argumento para utilizarlo por lo menos durante los seis años de su reinado.

Estaban agazapados con las órdenes de allanamiento, las boletas de encarcelación, los testigos, los fiscales, los tribunales, la policía, la Guardia Nacional y demás yerbas esperando nomás que Capriles llamara a una movilización contra el fraude electoral para desatar un enfrentamiento sangriento, seguramente con víctimas fatales, y culpar a los principales líderes opositores de los desafueros preparados y articulados por ellos mismos. Era un claro peine que, a pesar del llamado a la protesta pacífica, todavía la pelo amarillo de la Fiscalía anda buscando testigos para demostrar la culpabilidad de Henrique por los supuestos muertos por la violencia electoral opositora.

Luego le montaron varios peines a Henri Falcón. Pedro el Carroña lo ofende, le tiene una persecución diabólica y enfermiza. ¿Quién sabe si Pedro “el terror de las cantinas militares” no alberga otros sentimientos, digamos más íntimos con Falcón? Más tarde, Izarrita, atacado por una crisis histérica, bien penosa por cierto, lo interrumpe en un programa de televisión mientras preparaba una emboscada para arrebatarle la Flor de Barquisimeto y el aeropuerto. Por otro lado, Maduro acusa a Liborio Guarulla de cuantas cosas se le ocurren, y llega incluso a decir que el gobernador de Amazonas estaba conspirando contra él y su mejor amigo Santos. Y pare usted de contar. Como dice el dicho popular: “Peine que no has de morder, déjalo correr”.

 

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