Opinión Nacional

Mala leche y leche mala

En un artículo publicado en un blog bajo el título ¿Qué es la mala leche? se nos explica el significado de la expresión en España y en Venezuela. Para los españoles quiere decir mal carácter. En la madre patria se dice que fulano está de mala leche cuando manifiesta los aspectos negativos de su carácter. Para nosotros, en Venezuela, mala leche es significado de mala suerte, de lo que también llamamos “pava”. Se dice que estamos de mala leche o que estamos “empavados”.

Hay muchos males que nos ocurren que atribuimos a la mala leche sin considerar que esos males muchas veces son causados por nosotros mismos. En el blog comentado se cita una supuesta frase de Dick Cheyney atribuyendo mala suerte al hecho de que Hugo Chávez haya nacido en Venezuela y no en Perú pero no se piensa que la destrucción de Venezuela a la que nos lleva el “comandante” no tiene que ver con el lugar donde nació sino que se debe a nosotros los venezolanos que hicimos todo lo necesario para que la bota militar pisoteara el país.

No puede atribuirse la crisis en el suministro de energía eléctrica a la “mala leche” del fenómeno meteorológico conocido como El Niño”. Se debe a la falta de previsión de las autoridades responsables de ese suministro.

El título de este artículo es “Mala leche y leche mala”. En inglés sería “Tough luck and bad milk”. La mala leche es la mala suerte a la que nos referimos y la leche mala es la que se nos está vendiendo a los venezolanos. En efecto, la mayoría de nuestros compatriotas, por considerarla más barata, consumen leche en polvo. La leche pasteurizada ya casi no se consigue en los anaqueles de los abastos y la leche de larga duración (UHT) es demasiado cara. Pero con la leche en polvo vemos que ya casi no es producida con la que se ordeña a las vacas que aún quedan en el país. Ahora se importa de cualquier país —pasando, según se dice, por Cuba, para que los Castro cobren su comisión— para ser envasada aquí y venderla bajo cualquier marca, sin que haya mucha preocupación por su calidad. Así vemos como incluso marcas reconocidas ya son prácticamente intomables —parece que se les hubiera añadido alguna harina. Si a eso se añade que muchos, para ahorrar dinero, le ponen más agua que la indicada no es de extrañar que su poder nutritivo para los niños llegue a niveles inaceptables

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