Opinión Nacional

María Corina Machado y la estrategia ambigua de la MUD

En nuestra crónica anterior decíamos que entre cuatro decisiones fundamentales que debe tomar un candidato para organizar una campaña electoral está la de decidir si el enfoque de su esfuerzo debe ser positivo o negativo, entendido este último como el dirigido contra su oponente.

MUJER VALIENTE

Por razones que no están muy claras la estrategia que impuso la MUD a los precandidatos opositores es tan poco convencional que no se puede decir que los precandidatos forman parte de una contienda electoral. Para la MUD la unidad, más que un medio, parece un fin. Antes del “asalto” de María Corina Machado se podía decir que la oposición carecía de oponentes dentro y fuera del espectro político venezolano.

Así lucen los precandidatos Henrique Capriles, Pablo Pérez y Leopoldo López, quienes presuntamente encabezan los estudios de opinión de las cuestionadas encuestadoras venezolanas. Los tres parecen haber adoptado el conocido “modelo Downosiano de equilibrio” en el cual se apela a la media de las preferencias de los votantes. El modelo tiene sentido en democracias funcionales pero en una sociedad polarizada la “moderación” que demanda la penetración del campo adversario bien pudiera enajenar votantes de su propio nicho. Un enorme riesgo.

AMBIGÜEDAD ESTRATÉGICA

Teorías sicológicas sugerieren que el ser humano prefiere estar en estado de “cognitiva consistencia” de modo que un

votante prefiere creer que está de acuerdo o en desacuerdo con las políticas de un candidato que le gusta o le disgusta por razones no relacionadas con sus posiciones políticas. Esto ocurre porque el votante distorsiona su percepción del candidato “rechazando” las políticas de aquellos que le disgustan y “acogiendo” las del que le gusta.

Esto lo llaman los sicólogos ‘proyección’ y puede ser positiva o negativa. Si se asume que las percepciones de los votantes no son contrastadas con la realidad es un incentivo, sostiene el politólogo Thomas Jensen, para que algunos candidatos adopten posiciones ambiguas como es el caso de Capriles, Pérez y López.

En una Venezuela polarizada, con enormes problemas y una agresiva estrategia militar como la del presidente Chávez, es poco probable que los votantes no contrasten a los candidatos o sus políticas con la realidad. A la estrategia de la ambigüedad se le critica también que no resalta los valores y características personales de los candidatos sino que enfatizan en programas que los votantes tienden a desestimar. El votante, cuando favorece las condiciones personales del candidato, no lo relaciona con las políticas o programas que ofrece, por malas o buenas que estas sean.

En virtud de esta percepción el candidato oficialista tiene la ventaja porque no solo les resulta más familiar al electorado sino que es un producto probado y conocido. Para descontar esta desventaja la dinámica de las campañas presidenciales indica que el candidato opositor es el más probable que decida atacar al gobernante de turno y así promover sus cualidades personales. Con la excepción de Diego Arria en el campo opositor, la ofensiva ha sido parte de la estrategia del presidente Chávez. MCM demostró cuan vulnerable es el líder bolivariano y su entorno a un ataque por sorpresa, especialmente cuando se hace con un “timing” perfecto y con una gran convicción.

NEGATIVO ES POSITIVO

Si se analizan con objetividad algunos de los factores de avance que la oposición se atribuye es fácil advertir que más que los méritos de una estrategia bien concebida es el resultado de desaciertos del presidente Chávez y en estos casos tiende a recuperar el terreno perdido.

Independientemente de las teorías lo convencional entre profesionales de las campañas electorales es que el ataque al oponente funciona. El contraste de MCM con los candidatos que aparentaron solidaridad y especialmente con otros diputados fue tan ostensible que debería obligar a la MUD a rectificar.

El mensaje negativo que generalmente es rechazado por los electores es aquel que es percibido como desproporcionado e injusto. Difícilmente en un país donde el jefe de Estado ha calificado de borracho, genocida, corrupto, mafioso o burro a otros gobernantes y donde el TSJ sentencia que llamar “hijo de p…” a alguien no es un insulto, difícilmente la intervención de MCM puede ser considerada desproporcionada.

El presidente Chávez está tan comprometido con la ortodoxia militar de la concentración de fuerzas y a la ofensiva a ultranza como estrategia militar-electoral que luce cuesta arriba que la respuesta sea la estrategia ambigua o de equilibrio en la Venezuela bolivariana radicalizada.

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