Opinión Nacional

Más allá de una elección

   El país político no está dividido en dos mitades. Eso es falso. El país está dividido en una parte, que a su vez está dividido entre oficialismo/oposición, y otra parte que no participa políticamente de ninguno de los dos, y que además, se opone a ambos bandos.

   Esa es una de las lecturas que se desprende, una vez más, de esta última elección nacional. Cerca del 40%  de la población se abstuvo de votar. Y me atrevo a afirmar que no ha sido por desidia, desgano o indiferencia.

   Los mal denominados NINIs se han depurado y ahora, con más claridad aparecen en el escenario político con contundencia. Deben ser conocidos como Contestatarios Críticos porque se expresan exponiendo sus ideas aunque no sean una opción visible.

   Lo interesante de esto es que los contestatarios críticos están, tanto en la periferia del oficialismo como en la oposición. Son la consciencia crítica que está gravitando en ambos sectores, mientras gran parte de la dirección de los partidos los excluye del poder o los ignoran.

   Cada vez crece más el rechazo a los falsos, matraqueros, guabinosos y analfabetas gestores de la política, quienes descalifican tan exigente  y solidaria actividad.

   Ante la mirada de unos ciudadanos desprotegidos, sea por más de 40 años de gobiernos corruptos, sea ahora por un régimen militarista, autoritario e inepto, se está acelerando un movimiento social que cada vez es más real.

   Mientras el oficialismo saca sus cuentas y nota que sus militantes han disminuido sensiblemente, la oposición se enfrenta a un fantasma que le impide avanzar.

   Es el fantasma con decenas de dirigentes fosilizados que medran buscando posiciones de poder, usando los partidos como agencias de transacciones de todo tipo.

   Y en el oficialismo el desgaste de esa llamada maquinaria que ha sido su partido, muestra sus fisuras por donde han aparecido los olvidados líderes de base reclamando la eterna deuda social.

   Si lo vemos en perspectiva podemos entender que esto es un lento proceso de depuración política, que comenzó a finales de los años 90s y se ha ido acelerando en estos últimos 5 años.

   El desgaste electoral ha llevado a la población a un cansancio al percibir que después de votar es nula o muy poca la ganancia real que obtiene.

    Sin embargo, en las organizaciones y partidos políticos como en el resto de las estructuras sociales creadas por los ciudadanos, existen grupos que están construyendo un modelo de Estado y sociedad adaptado a los nuevos tiempos y donde la tradición cultural priva sobre los modelos artificiosos impuestos.

   Las ONGs que presentan modelos de convivencia para un nuevo país, o los grupos académicos que piensan la nueva república ( http://www.frentepatriotico.com/inicio/2013/11/07/parte-xxv-la-rebelion-de-las-regiones/ ) muestran la dinámica de una sociedad que lejos de adormecerse se hace fuerte en la adversidad.

   El proceso es lento toda vez que tanto el Estado, a través del actual régimen  autoritario, impide el avance de las fuerzas progresistas, sea porque la llamada Mesa de la Unidad Democrática aún no termina de cohesionarse para lograr cambios significativos.

   Lo importante es entender que es perentorio cambiar la estructura del Estado centralista y que apabulla a las regiones y entender que un sistema de gobierno basado en el presidencialismo, con el inmenso poder que ello supone, es contrario a toda convivencia democráticamente sana.

   Muestra de ello es el artículo 236 de la Constitución nacional de 1999. Ese artículo le otorga al presidente de la república poco más de 20 atribuciones. Semejante concentración de atribuciones contradice el principio de poder compartido entre las otras instituciones del Estado.

   Pero lo peor es la concepción misma del Estado desde una perspectiva de Poder centralizado cuya sede física se encuentra en la ciudad capital, imponiendo un modelo único de vida y despreciando la tradición cultural de las regiones. Esta mentalidad se ha reproducido por siglos, desde el establecimiento del gobierno colonial, con el capitán general hasta los actuales presidentes.

   Todos ellos, unos más que otros, siempre han concentrado el poder en la figura del capitán general-presidente-jefe de Estado-comandante general.

   Es posible superar esta anomalía institucional y mentalidad marginal? Sí es posible hacerlo. Con voluntad política, capacidad gerencial y autoridad moral.

(*) / @camilodeasis

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