Opinión Nacional

Más vale bicha conocida

Lejanos quedaron los días en los que el teniente coronel Chávez solía exhibir, en respaldo de sus actuaciones, el famoso librito azul, la Constitución bolivariana, por él bautizada la bicha. Y aunque en realidad pueda resultar ocioso indagar cuándo fue la última vez que el comandante en jefe enarboló la Carta Magna de 1999 para validar la legitimidad de su desempeño político, es obvio que en determinado momento Chávez se dio cuenta de que la bicha era un estorbo para su obsesivo propósito de perpetuarse en el poder. Por eso su empeñó en fabricar otra constitución, la bichota, a espaldas de la ciudadanía, usurpando, a todas luces, el poder constituyente del pueblo. Y es este el fondo del debate.

Empezar a discutir si la bichota dice esto o si la bichota dice aquello sobre la nueva división territorial, sobre las nuevas formas de propiedad, sobre la invención de nuevos poderes, sobre el Himno Nacional, o sobre cualquiera de los distintos tópicos que se han «filtrado» a la ciudadanía sobre la reforma (sic) constitucional que se está cocinando con el concurso de todos los representantes de los poderes públicos, pero a espaldas, insisto, de los ciudadanos, es caer en la estrategia del teniente coronel Chávez.

Empezar a discutir que si no vamos a votar en bloque la constitución que está inventando Chávez, que si vamos a votar artículo por artículo, que si vamos o no vamos al referendo, estimo es una discusión absolutamente extemporánea y que contribuye al descarado propósito de sepultar la democracia venezolana.

El artículo 5 de la actual Constitución, aún vigente a despecho del Gobierno bolivariano, consagra que «La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo». Y si bien el jefe del Estado, en su exacerbado narcisismo, utilice el eslogan de que «Chávez es el pueblo» no puede recurrir a una argucia de marketing político para usurpar una soberanía que no le ha sido transferida.

¿Qué necesidad hay de otra Constitución? ¿Acaso una nueva constitución no requiere de la convocatoria de la soberanía popular? ¿No forma parte de un plan perverso confundir ejercicio de la soberanía con votación plebiscitaria? ¿En qué impide la actual Constitución resolver los problemas de las grandes mayorías empobrecidas? ¿No están acaso consagrados derechos y garantías fundamentales en la Constitución de 1999? ¿No era acaso la bolivariana la mejor Constitución del planeta-mundo? Admitamos de todos modos que estas preguntas pueden tener un carácter retórico cuando el propósito del teniente coronel Chávez es tratar de imponernos una nueva Constitución para mantenerse en el poder mediante la reelección indefinida, continua, periódica, como se la quiera llamar. Todos los cambios propuestos, evidentemente en concordancia con un pensamiento decimonónico, anacrónico, que pretende ensayar modelos políticos fracasados que han sembrado de hambre, miseria y muerte la historia del siglo XX, forman parte de una arquitectura constitucional cuyo fin último es sancionar la reelección indefinida, continua, periódica o como se la quiera llamar del jefe del Estado.

Existe un consenso generalizado entre los historiadores venezolanos en que todos los intentos de imponer Constituciones para mantenerse en el poder ha conducido a eventos traumáticos para la salud de la república. Ninguna de nuestras Constituciones, desde 1811 hasta 1999, ha establecido la reelección indefinida de manera expresa. La reelección inmediata no se permitía desde las constituciones de 1819 y 1821. Es decir, desde 1830 hasta la aprobación de la Constitución de 1999 no se permitía en Venezuela la reelección inmediata (169 años), pues era necesario, al menos, que hubiese transcurrido un período constitucional.

El artículo sexto de la Constitución vigente, la bicha, consagra que el gobierno venezolano será siempre «democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo (sub nuestro), responsable, pluralista y de mandatos revocables». Por el contrario, el proyecto de la bichota apunta a una mayor concentración de poder y a la reelección indefinida, continua, periódica, o como se la quiera llamar, del teniente coronel Chávez. Por eso en lugar de caer en la estrategia del Gobierno, sintonicémonos con las angustias de los más humildes que ante el burocratismo, la ineficiencia y la corrupción dominantes parecen clamar: «Más vale bicha conocida que bichota por conocer».

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