Opinión Nacional

Medidas para el cambio

No habían terminado de acallarse los bullicios de las celebraciones decembrinas, cuando el Presidente Chávez anunciaba las medidas que marcarían un nuevo rumbo para la economía venezolana y sin que terminara de proclamarlas, surgían las voces de quienes habían clamado por ellas, pero que eran súbitamente estremecidos por la declaración presidencial. Como era de esperarse, el sopor producido por los excesos festivos solo les permitió advertir la porción cambiara del cúmulo de disposiciones que signarían nuestro futuro, dejando de lado el conjunto de la notificación gubernamental.

Sin mediar asimilación alguna, salieron de inmediato a manifestar su disconformidad. El desconcierto fue tal que parecieron olvidar el carácter político de cualquier disposición económica, aunque no ignoraban la necesidad de corregir las alteraciones de los precios relativos que exhibía el país que lo había llevado, incluso, a mostrarse como el más caro de la subregión Suramericana. Solo las autoridades disponen de la información requerida para determina el momento de hacer públicas sus disposiciones y así lo demostró la noche del segundo viernes de la década que apenas despunta.

En pleno sobresalto centraron sus comentarios, más bien críticas, en el impacto inflacionario de la corrección cambiaria, cuando son conocidos en demasía que sus efectos sobre los precios solo se verifican en los momentos inmediatamente posteriores a su instrumentación, diluyéndose en la medida que la economía va ajustándose a la nueva estructura de costos que lleva implícita la aplicación de las nuevas paridades cambiarias. De esta manera, dejaban de lado las verdaderas razones que explican el origen del proceso inflacionario presente en el país.

La inflación consigue sus raíces, por una parte, en la conducta especulativa del sector empresarial determinada por la ansiedad de alcanzar el mayor nivel de ganancias sin asumir mayores riesgos que hasta fechas relativamente recientes, eran solapados por las innumerables prebendas que disfrutaban. Por la otra, en factores estructurales que originan el déficit de oferta para atender a una demanda que experimenta una constante expansión resultado, entre otras causas, de las políticas económicas y sociales puestas en práctica durante la última década.

Ambas vertientes encuentran respuesta en el cúmulo de políticas que fueron debidamente anunciadas, pero olímpicamente ignoradas. Rigidizar los controles hasta llevarlos a los extremos de la expropiación no es un acontecimiento ajeno a la creación del Fondo Bicentenario sino que por el contrario, son complementarios. Al interrelacionar dos de los elementos básicos del modelo político puesto en marcha en el país -la distribución y la producción- bajo diversas modalidades de propiedad, donde la social prevalece por encima de cualquier otra, se delimita el camino que recorreremos en el futuro.

El Fondo constituido con 3 millardos de Bolívares, estará destinado a financiar los programas de sustitución de importaciones y de fomento a las exportaciones, los cuales tienen como objeto acelerar el tránsito de una economía rentista a una productiva que, además, encuentra apoyo en la corrección cambiaria adoptada. Alcanzar ese fin dependerá, fundamentalmente, de la calidad de la gestión para administrar los recursos y aplicar los criterios que regirán su asignación, los cuales deberán apuntar a reducir la heterogeneidad de la economía a través de la articulación de cadenas productivas originadas en los sectores estratégicos identificados por el estado: alimentación, energía y minería.

Esa determinación implica, entre otros aspectos, que el programa de sustitución de importaciones deberá orientarse hacia el incremento de la complementariedad al interior de las funciones de producción, concediéndole al programa un carácter intrasectorial antes que intersectorial como sucediera en el pasado. Ello, a su vez, será la única garantía para inducir a un cambio en el patrón de comercio exterior del país, lo cual lleva a presumir que en el plan de estímulo a las exportaciones se priorizará el financiamiento pre-embarque por encima del exigido por el post-embarque, debido a que el impacto de este último es de índole comercial antes que productivo.

En síntesis, el sentido de las medidas recientemente instrumentadas por el Gobierno no tiene como finalidad atender una situación coyuntural como se desprende de los múltiples análisis con que se han nutrido los medios de comunicación, sino que las mismas persiguen atacar las raíces estructurales que han determinado la evolución de la economía nacional a lo largo de numerosas décadas. Ahora sí nos encontramos frente a la posibilidad de asistir, por lo menos, al inicio del cambio estructural que muchos pregonaron pero que no fueron capaces siquiera de diseñar. Ojalá que la brecha existente entre la decisión política y la capacidad de ejecución no se transforme en un obstáculo insalvable que obligue a postergar, otra vez, las posibilidades de crear un país plagado de justicia y bienestar para todos.

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