Metrocable y magia
Un distraído visitante de Medellín que se interne en los barrios donde el gobierno de la ciudad ha instalado el sistema Metrocable (el que los “planificadores” chavistas creen haber replicado en San Agustín del Sur) puede pensar que este tiene propiedades mágicas, capaces de convertir aquellos territorios antes marginados, dominados por el crimen, las carencias y la po-breza en espacios urbanos dignos, donde ahora se palpa el progreso y se respira optimismo. Se sorprenderá no obstante de que, pese a que no todos los barrios de la ciudad cuentan con ese sistema de transporte, el cambio y las mejoras en la calidad de vida son igualmente ostensibles en todos ellos. Si se detiene unos días en la ciudad y aguza el entendimiento quizá logre comprender que la diferencia no la hizo la infraestructura, sino que ha sido el resultado de un largo y paciente trabajo de construcción de ciudadanía desarrollado por gobiernos locales autónomos con visión de largo plazo que, trabajando estrechamente con la población, fueron capaces de diseñar una imagen de futuro para la ciudad y unas estrategias para construirla a partir de la solidaridad, la tolerancia y la integración de todos los habitantes. Pero esto, evidentemente, no lo pueden entender los de camisa roja.
En el caso específico de aquellos barrios, tan parecidos a los nuestros, el Metrocable no es sino un aspecto de los denominados Planes Urbanos Integrales que, paralelamente al comba-te al delito, fueron generando equipamientos y espacio público de calidad en sectores en los que la carencia era absoluta, otorgándole además una atención especial a la educación. No en vano acuñaron la consigna “Medellín, la más educada” porque como recuerda Antanas Mockus, el ex-Alcalde de Bogotá, primero hay que desarrollar el software, que el hardware viene al final.
Lamentablemente, cuando las ideas escasean, a quienes juegan siempre a hacer negocios con las necesidades humanas no les queda más que apostar al hardware. A lo que hay que agregar que los regímenes militares son incorregibles: creen que el cemento produce milagros y que estos serán mayores mientras más dinero se ponga. Por eso no sorprende que este Metrocable, de máxima visibilidad pero discutible utilidad, costara diez veces más que los de Medellín.
