Opinión Nacional

Miguel Otero Silva

Simpático, divertido, inteligente, Miguel Otero Silva nació en Barcelona, la de Venezuela, en 1908. En el Liceo San José de Los Teques se hizo amigo de Arturo Uslar Pietri y de los hijos del general Gómez, y en el Liceo Caracas de Isaac J. Pardo, Rafael Vegas, Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt. Fue una de las grandes estrellas de la Generación del 28, y quizás el mejor inventor de apodos para sus compañeros de lucha. Varias veces exilado, siempre fue activo y luchador como pocos. Humorista de primera, fundó “El Morrocoy Azul” donde publicaban sus trabajos, entre otros, Kotepa Delgado, Isaac J. Pardo, Aquiles Nazoa y otros grandes del humor. Su padre, que se había hecho riquísimo por las famosas concesiones petroleras y por la Electricidad de Barcelona, le regaló “El Nacional”, que Miguel supo convertir en uno de los mejores diarios de la América Latina. Se destacó en la lucha contra la dictadura de Pérez Jiménez, y en la democracia llegó a ser el “hombre congreso”. Amigo de figuras como Pablo Neruda, Alejo Carpentier, etcétera, fue por derecho propio un excelente novelista, de los más importantes de su tiempo. Como humorista sus obras también fueron muy buenas. Dueño de una sólida fortuna personal, siempre fue de izquierda, y supo disfrutar de lo mejor de dos mundos. En agosto de 1985 la muerte pudo engañarlo y Venezuela perdió un hombre magnífico, un renacentista que había tenido, entre otras cosas, un pequeño castillo en las colinas de Arezzo.

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