Opinión Nacional

Míiiiiiiiiiii

En estos diez largos y pesados años del gobierno chavista he escuchado, tanto voluntaria como involuntariamente, muchas hipótesis que intentan explicar su pésimo desempeño y la manía presidencial de casi siempre escoger y mantener a colaboradores que lucen evidentemente ineptos para sus cargos. Los argumentos van desde un odio profundo hacia el país hasta un mágico cálculo, malintencionado e inescrutable, producto de una mente diabólica que planifica incluso sus obvios errores y derrotas para avanzar en el sometimiento de Venezuela a su proyecto totalitario. Esta última es una difundida leyenda urbana alimentada gustosamente por Chávez, quien se ha atrevido a decir que hasta el episodio de su derrocamiento en abril de 2003 fue proyectado por él para desenmascarar a los conspiradores. Y abunda quien le crea.

Personalmente, estoy convencido de que el Presidente está totalmente incapacitado para el puesto (no es un insulto, sólo una simple observación; semejante a decir que yo no estoy capacitado para lanzar en las Grandes Ligas). Eso explica, entre otras cosas, por qué ha usado la aparente fidelidad a su persona y a su “proyecto” (que no ha logrado definir aún) como criterio único para seleccionar a los candidatos para cualquier cosa. Por eso hemos tenido una médico como Ministra del Ambiente, un diplomático como Ministro del Interior, un veterinario como Ministro de Cultura, militares en cualquier cosa y un grupito que ha rotado (y fracasado) en las más diversas asignaciones.

Esa condición (su incapacidad) también explicaría por qué en lugar de intentar gobernar se ha dedicado a salir en televisión y a viajar (actividades para las cuales sí muestra alguna facilidad), dejando el país en manos de saqueadores que lo desmantelan mientras todo se desmorona.

La más reciente actuación de uno de sus comodines, quien hasta hace dos meses ocupó la Gobernación de Miranda sin resolver ninguno de los problemas del estado y ahora es Ministro de Infraestructura, es una demostración clara del estilo chavista de “gobierno”. Ante una propuesta del Gobernador Capriles para aliviar el tránsito que tradicionalmente atormenta a los usuarios de la carretera Panamericana, una de las responsabilidades que debió haber atendido cuando estaba becado en la Gobernación, el ahora diligente Minpopo rápidamente reacciona ordenando a la Guardia Nacional que sabotee la iniciativa. No hay análisis del problema ni medida alternativa; simplemente un bloqueo armado, que es lo máximo que parece permitirle su preparación castrense. Debe haber sentido una patada en el redoblado trasero burocrático cuando la gente comenzó a colaborar con el plan Pico y Placa voluntariamente. Supongo que ahora intentará obligar a los empleados públicos a que congestionen la carretera en las horas pico.

Como respuesta al ataque a la sinagoga de Caracas, y reemplazando las pruebas con irresponsabilidad y cursilería (otros dos de sus fuertes), el Primer Mandatario responsabilizó a la oposición y “agregó que «la oligarquía es la violenta», pues «ella es la que mata, la que conspira, la que amenaza con incendiar Caracas, la que quema el Ávila, la que utiliza jóvenes sin alma» a los que lanza «como carne de cañón a buscar hechos de violencia».( Tal Cual 2/2/09). Si eso está tan claro ¿cómo se explica que no haya enjuiciados y condenados por hechos tan graves? El Presidente escupe hacia arriba.

Nada más apropiado para conmemorar una década de incompetencia autoritaria que un día de parálisis e improductividad anunciado horas antes y con amenazas de sanciones para quien no lo cumpla. El aspirante a eternizarse en el cargo se cree su propia publicidad y decide declarar sus epopeyitas personales feriados nacionales.

A pesar de su antisemitismo, Chávez decretó su versión personal del Sabath. El país inmóvil para celebrar su ausencia de logros reales. Inmóvil como los taladros que se pararán porque desde hace seis meses PDVSA les debe $100 millones a los contratistas que los alquilan y los manejan.

En sus estudios sobre la incompetencia, los investigadores de la Universidad de Cornell, David Dunning y Justin Kruger han encontrado que la gente que hace mal las cosas tiende a sobrevalorar sus habilidades. Una de las razones que dan a este fenómeno es que las mismas habilidades que se necesitan para actuar competentemente en un área son las que se requieren para reconocer un desempeño eficiente. Es decir, mientras más incompetente se es menos idea se tiene de lo que significa actuar adecuadamente.

En el caso del presidente Chávez, las evidencias son tan abrumadoras que él y sus seguidores ya deberían haberse dado cuenta. Pero no, aquí estamos nuevamente, discutiendo si puede seguir eternamente tocando la lira en cadena nacional mientras el país se consume.

La complicidad de los colaboradores que lo saben incapacitado pero contribuyen a mantenerlo en el poder está bien pagada. Será difícil que ellos le hagan ver sus desatinos. Queda de parte de los mandatarios de la oposición mostrar lo que es una gestión eficiente. Por eso resulta tan necesario el sabotaje a las autoridades recién electas. Sin embargo, con excepción de los más fanáticos miembros del culto, ya muchos chavistas deben haberse preguntado por qué es mejor tener a un alcalde que es jefe de un comando electoral en lugar de uno que se dedique a resolver los problemas que los afectan. O por qué quienes no hicieron nada útil en sus cargos se dedican a impedir que otros los desempeñen libremente.

A quienes creen que votar es lo mismo que elegir debería bastarle el abrebocas de violencia, presión, abuso, peculado y agavillamiento de los “Poderes Independientes del Estado” que hemos presenciado en las últimas semanas para predecir cómo van a ser las elecciones cuando haya un candidato eterno en el poder.

En diez años mandando, el Presidente Chávez ha demostrado el tope de sus capacidades desplegadas en las mejores condiciones posibles. Los resultados están a la vista y son míseros.

Si algo ha logrado el Comandante, además de solucionarles los problemas de pobreza y vivienda a los miembros de su séquito, es haber convertido a Venezuela en uno de los países más importantes del mundo: importamos más del 70% de lo que consumimos.

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