Opinión Nacional

Miradas interpretativas sobre el film Adiós Lenin * (1)

La ideología liberal representa una de las interpretaciones posibles sobre el socialismo realmente existente y su desmoronamiento histórico retratado en el film Adiós Lenin. Para el ideario liberal económico, la caída del muro de Berlín y la unificación de Alemania confirman la tesis de que fuera de la economía de mercado no hay salvación.

La igualdad imaginada por los socialistas trajo en su vientre la aniquilación de las libertades políticas, en especial de la libertad de expresión y organización, y, al límite, de la individualidad, en la medida en que el colectivo aprisiona la subjetividad de los individuos en razón del partido y del Estado. En el socialismo realmente existente la igualdad se mostró falaz, ya que generó una minoría privilegiada vinculada al partido y al Estado. La libertad fue identificada con el liberalismo, transformada en un valor intrínsicamente capitalista y burgués. El resultado fue un socialismo de cuartel, cuya faz no podía ser otra sino la de la dictadura disfrazada de democracia popular y/o de dictadura del proletariado.

Incluso bajo el punto de vista liberal, es preciso considerar que el socialismo no llega sólo del polo estatal. La sociedad también puede ser autoritaria. Tocqueville y Stuart Mill resaltan el aspecto de la “tiranía de la mayoría”. En ese sentido, el film contribuye a que reflexionemos sobre el hecho de que determinadas opiniones, sentimientos, ideas y prácticas se imponen como modelo para todos los individuos. La libertad individual es paralizada por la sociedad liberal, la que aparece como detentadora de la verdad. Eso vale tanto para el socialismo representado en Adiós Lenin, como para la sociedad capitalista —con la diferencia de que, en el primer caso, el Estado dictatorial se le impone a la sociedad, disminuyendo los espacios para la crítica; pero ésta acaba legitimándolo al incorporar la ideología y valores en el cotidiano de los individuos. Ese sistema no se mantiene apenas por la opresión, sino que también le hace falta la persuasión.

Otra interpretación posible dice respecto al pensamiento conservador. Es interesante como las ideas revolucionarias se transmutan, por contingencias del poder del Estado, en su propia negación. En la medida en que los gobiernos revolucionarios se afirman como nueva elite dirigente, la vanguardia iluminada que representa a la masa del proletariado, todos los medios se justifican para lograr el fin, presentado como la construcción del socialismo.

Para consolidarse, el nuevo poder tiene que aferrarse al discurso anterior, como retórica y, simultáneamente, desarrollarse con un nuevo discurso justificador de las prácticas no necesariamente ajustadas a los ideales y principios revolucionarios originales. Esa doble operación objetiva oculta la distancia entre la realidad y la representación de la misma.

En esa interpretación, la tradición tiene doble movimiento: 1) los nuevos dirigentes no pueden simplemente abandonar el discurso original y en ese sentido están obligados a referirse a los principios, líderes y fundamentos del socialismo —se trata de una estrategia de legitimación, pero también de una operación ideológica necesaria para la creencia de que son portadores de una razón histórica y demiurgos del paraíso en la tierra; 2) la tradición es reafirmada también en la perspectiva crítica, o sea, en la medida en que sectores, a pesar de ser minoritarios, perciben el abismo entre la práctica política instituida —y el discurso que la acompaña— de la teoría que sirvió de fundamento a los principios originales; entonces, los disidentes del orden vuelven al pasado anterior a la propia institución del socialismo, tomándolos como la tradición negada por la nueva clase.

(continúa)…

* Adiós Lenin (Good Bye, Lenin!). Daniel Brühl (Alexander Kerner), Katrin Sap (Christiane Kerner) y Maria Simon (Ariane Kerner). Dirección: Wolfganger Becker. Estudio; arte / Westdeutscher Rundfunk / X-Filme Cratetive Pool. Alemania, 2003. Duración, 118 minutos. Sitio oficial:
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